viernes, 18 de diciembre de 2009

El club de la lucha


(Fight Club) USA, 1999. 139m. C.
D.: David Fincher
I.: Edward Norton, Brad Pitt, Helena Bonham Carter, Meat Loaf

1. Uno se siente algo incómodo viendo El club de la lucha en alta definición. Cuando Tyler Durden le dice al Narrador que hemos construido nuestra vida alrededor de una serie de elementos materiales que no necesitamos, el espectador no puede evitar en pensar en su televisión HD panorámica, su equipo de sonido 5.1 y su reproductor Blu-Ray y si no será obsceno reproducir el mensaje de Durden a través de un equipo que representa el materialismo en sí mismo.

"La perfección es masturbación. Pero la autodestrucción..." es otro de los lemas de Tyler Durden. David Fincher parece entrar en la misma contradicción que ese hipotético espectador next gen: si algo queda claro en el elaborado envoltorio visual de El club de la lucha es el perfeccionismo con el que el director de Seven ha confeccionado cada plano, cada movimiento de cámara. ¿Nos encontramos, por tanto, ante un film hipócrita? En realidad, El club de la lucha es lo más cerca que ha estado Hollywood (en su vertiente más comercial) a insertar fotogramas pornográficos en películas familiares. Con su atractivo aspecto, brillante carrocería, esta adaptación de la novela de Chuck Palahniuk transmite su menjate antisistema. En el plano final del film destrucción y romanticismo, caos y belleza se unen de la mano: el apocalipsis sólo tiene sentido si es bello.

2. Al comienzo del film, Durden le pregunta al Narrador si tiene algo que decir tras sacarle una pistola de su boca, invitándole a improvisar un rápido epitafio. "No se me ocurre nada", responde éste. Al retomar este momento, tras el largo flash-back que supone todo el film, Fincher parece caer en una convención: retoma esa misma pregunta, como si quisiera recordar al espectador el exacto punto en el que se dejó la acción. Pero en esta ocasión la respuesta difiere levemente: "Sigue sin ocurrírseme nada". La convención se rompe en pedazos a través de este toque de humor metalingüístico.

El club de la lucha hace gala del espíritu anárquico que proclama su protagonista desde su misma estructura cinematográfica. Se resiste a cualquier catalogación genérica (pasando del thriller de suspense al drama, del terror a la comedia, del gore al porno) y dinamita los conceptos lineales de planteamiento-nudo-desenlace (el film da continuos saltos temporales y espaciales, congelando la acción o haciendo que sus personajes salgan del tiempo fílmico para dirigirse directamente al espectador, a modo de anotaciones a pie de página).

Jordi Costa decía que el leguaje cinematográfico era un teclado de infinitas posibilidades expresivas, pero que los directores se conformaban con tocar un número limitado de notas. David Fincher ha aporreado de manera tan iconoclasta como visionaria ese teclado y ha descubierto unas cuantas teclas inéditas.

1 comentario:

fer1980 dijo...

Mira aqui si estoy totalmente deacuerdo poco que añadir, fascinante pelicula de principio a fin, fascinante.