(Avatar) USA/UK, 2009. 162m. C.
D.: James Cameron
I.: Sam Worthington, Zoe Saldana, Sigourney Weaver, Stephen Lang
D.: James Cameron
I.: Sam Worthington, Zoe Saldana, Sigourney Weaver, Stephen Lang
James Cameron es un tecnófilo. La obsesión del director de Terminator por la alta tecnología le ha llevado a plantear su carrera como un campo de pruebas con el que hacer avanzar, película a película, el cine en su vertiente más técnica y espectacular. Así, películas como Abyss o Terminator 2. El Juicio Final significaron un punto y aparte en lo que a la evolución de los efectos visuales se refiere. Con Titanic, Cameron llegó a un callejón sin salida, pues ya no se trataba de un avance en cuanto a progreso tecnológico sino que cerró todo un capítulo de la historia del cinematógrafo como modelo sociológico (pues Titanic es uno de los pocos auténticos fenómenos sociológicos de la historia del cine moderno) e industrial (la película más taquillera de la historia).
Avatar supone el regreso de Cameron al cine de ficción comercial, doce años después del fenomenal éxito de Titanic, y se ha vendido (por el propio director) como una revolución. Avatar no revoluciona el cine comercial, pero sí que, en cierto modo, lo reinventa al utilizar como base argumental una historia prototípica a medio camino entre el cine de ciencia-ficción en su vertiente más aventurera (el descubrimiento de un mundo nuevo) y la fábula con conciencia (la crítica sociopolítica hacia el imperialismo USA y la defensa ecológica del planeta como red neuronal que mantiene la vida) para ofrecer un enmudecedor despliegue audiovisual en el que el virtuosismo digital que abarca tanto lo maravilloso (las hermosas escenas que exploran el ecosistema del planeta Pandora) como lo épico (la batalla final entre el ejército que pretende explotar el planeta y la tribu nativa de los Na'Vi alcanza cotas inéditas de espectacularidad en unos tiempos en los que parecía que ya lo habíamos visto todo) no está reñido con los sentimientos.
De hecho, Avatar parece utilizar ese enfrentamiento como declaración de principios de las pretensiones de su director. Los marines, interpretados por actores de carne y hueso, manejan una ingente tecnología cuyo objetivo es la destrucción. Los Na'Vi, generados por ordenador, mantienen un estilo de vida tribal basado en el respeto y convivencia con su entorno. Los primeros son rudos y violentos. Los segundos, románticos y valientes. Los marines representan a esos directores que se apoyan exclusivamente en la tecnología para crear un cine tan aparatoso como ruidoso. Los Na'Vi, en su pureza digital, nos demuestra que un cúmulo de pixels nos puede emocionar. Sólo un rendido tecnófilo como James Cameron, quien ya demostró que un Terminator nos podía hacer llorar, puede confiar tanto en el poder de la máquina para tocar nuestra fibra sensible.
Avatar supone el regreso de Cameron al cine de ficción comercial, doce años después del fenomenal éxito de Titanic, y se ha vendido (por el propio director) como una revolución. Avatar no revoluciona el cine comercial, pero sí que, en cierto modo, lo reinventa al utilizar como base argumental una historia prototípica a medio camino entre el cine de ciencia-ficción en su vertiente más aventurera (el descubrimiento de un mundo nuevo) y la fábula con conciencia (la crítica sociopolítica hacia el imperialismo USA y la defensa ecológica del planeta como red neuronal que mantiene la vida) para ofrecer un enmudecedor despliegue audiovisual en el que el virtuosismo digital que abarca tanto lo maravilloso (las hermosas escenas que exploran el ecosistema del planeta Pandora) como lo épico (la batalla final entre el ejército que pretende explotar el planeta y la tribu nativa de los Na'Vi alcanza cotas inéditas de espectacularidad en unos tiempos en los que parecía que ya lo habíamos visto todo) no está reñido con los sentimientos.
De hecho, Avatar parece utilizar ese enfrentamiento como declaración de principios de las pretensiones de su director. Los marines, interpretados por actores de carne y hueso, manejan una ingente tecnología cuyo objetivo es la destrucción. Los Na'Vi, generados por ordenador, mantienen un estilo de vida tribal basado en el respeto y convivencia con su entorno. Los primeros son rudos y violentos. Los segundos, románticos y valientes. Los marines representan a esos directores que se apoyan exclusivamente en la tecnología para crear un cine tan aparatoso como ruidoso. Los Na'Vi, en su pureza digital, nos demuestra que un cúmulo de pixels nos puede emocionar. Sólo un rendido tecnófilo como James Cameron, quien ya demostró que un Terminator nos podía hacer llorar, puede confiar tanto en el poder de la máquina para tocar nuestra fibra sensible.
2 comentarios:
Veo que al final encontraste una respuesta al dilema "Cameron tecnofilo" y el mensaje ecologista de la peli, ¿eh?, muy lógico lo que comentas si señor.
He leido varias opiniones y críticas de "Avatar" y nadie hacia mención a esta teoría. Le he dado prioridad para hablar de cosas diferentes y no caer en los lugares comunes.
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