D.: Peter Jackson
I.: Viggo Mortensen, Ian McKellen, Elijah Wood, Sean Astin
El principio de la segunda entrega de la monumental adaptación de Peter Jackson del clásico de J.R.R. Tolkien sirve tanto de declaración de principios como de compendio y resumen de las intenciones del diretor neozelandés. Una panorámica recorre unas escarpadas y nevadas montañas. La cámara retrata lentamente, con solemnidad, el paisaje mientras, a lo lejos, se oyen los gritos de una persona que está luchando por su vida. La cámara se acerca a la entrada de una caverna que se abre en la dura roca y, ahí, en su interior, encontramos a nuestros héroes. Decía el crítico Hilario J. Rodríguez que hacía mucho que el espectador había perdido el asombro a la hora de acercarse a mundos inéditos. Hoy en día, recorremos lejanas galaxias y mundos fantásticos como si estuviéramos paseando por el salón de nuestra casa. El comienzo de El Señor de los Anillos. Las dos torres recupera esa fascinación al relatar una historia épica, más grande que la propia vida, por la salvación de un universo mágico.
Sin desmerecer las justamente célebres escenas de batalla (planificadas y resueltas de manera impecable, combinando el espectáculo y la dramaturgia; la emoción y la euforia; la fisicidad del combate y la amplitud digital) lo que más me interesa de la trilogía en su conjunto y esta segunda parte en particular es la mirada telúrica de Jackson a la hora de describir ese mundo amenazado por la oscuridad: la panorámicas que nos muestran los verdes valles que recorren los héroes, bajo los limpios cielos, en contraposición a la sordidez y oscuridad de los hediondos y pútridos agujeros llenos de orcos. La quietud y solemnidad que se desprende de la actitud pausada y reflexiva de los Ents enfrentado a la trepidante y visceral lucha por defender a todo un pueblo. Como vemos, El Señor de los Anillos. Las dos torres es una película basada en los contrastes (la luz contra la oscuridad, lo bello contra lo desagradable, el bien contra el mal; un enfrentamiento tan antiguo como maniqueo, pero siempre efectivo), de ahí que la estructura de la película se fragmente, mostrando el punto de vista de varios de los personajes, recorriendo cada uno el camino individual que el destino (y las leyendas) les ha preparado en busca de un objetivo común.
De esta mirada fascinada (y fascinante) surge un hálito sobrenatural, mágico, que enriquece considerablemente el aliento épico del relato: la comunión, más allá del espacio, entre Arwen y un moribundo Aragorn sellada por un beso más espiritual que físico; el exorcismo al que es sometido un poseído rey Theoden, decrépito y balbuceante, por parte de Gandalf; la viscosa presencia del perverso conspirador Grima; la barrera entre la vida y el más allá traspasada por Frodo al sumergirse en unas ciénagas formadas por cadáveres; la tétrica escena en la que Faramir se despide del cuerpo de su hermano muerto; la retorcida presencia de Gollum, cuya esquizofrénica personalidad es representada por un imaginativo plano/contraplano o la utilización del tronco de un árbol para mostrar la barrera que divide las dos partes de su escindida identidad.
Hacia el final de este largo (demasiado, más en su agotadora versión extendida) viaje, Sam realiza una metalingüística reflexión acerca del espíritu legendario que se encierra en el centro mismo de sus propias aventuras, viéndose a ellos mismo (Frodo y Sam, pero también el resto: Aragorn, Legolas, Gandalf y Gimli; Pippin y Merry) como personajes de esas leyendas legendarias (valga la redundancia) que, en el futuro, se contarán de generación en generación acerca de un mundo ya antiguo y de los héroes que sacrificaron su vida por su conservación. Un bonito homenaje tanto a la inmortal obra literaria de Tolkien como al esfuerzo del propio director por asombrar a una audiencia que ha vuelto a recuperar su sentido de la maravilla.
Sin desmerecer las justamente célebres escenas de batalla (planificadas y resueltas de manera impecable, combinando el espectáculo y la dramaturgia; la emoción y la euforia; la fisicidad del combate y la amplitud digital) lo que más me interesa de la trilogía en su conjunto y esta segunda parte en particular es la mirada telúrica de Jackson a la hora de describir ese mundo amenazado por la oscuridad: la panorámicas que nos muestran los verdes valles que recorren los héroes, bajo los limpios cielos, en contraposición a la sordidez y oscuridad de los hediondos y pútridos agujeros llenos de orcos. La quietud y solemnidad que se desprende de la actitud pausada y reflexiva de los Ents enfrentado a la trepidante y visceral lucha por defender a todo un pueblo. Como vemos, El Señor de los Anillos. Las dos torres es una película basada en los contrastes (la luz contra la oscuridad, lo bello contra lo desagradable, el bien contra el mal; un enfrentamiento tan antiguo como maniqueo, pero siempre efectivo), de ahí que la estructura de la película se fragmente, mostrando el punto de vista de varios de los personajes, recorriendo cada uno el camino individual que el destino (y las leyendas) les ha preparado en busca de un objetivo común.
De esta mirada fascinada (y fascinante) surge un hálito sobrenatural, mágico, que enriquece considerablemente el aliento épico del relato: la comunión, más allá del espacio, entre Arwen y un moribundo Aragorn sellada por un beso más espiritual que físico; el exorcismo al que es sometido un poseído rey Theoden, decrépito y balbuceante, por parte de Gandalf; la viscosa presencia del perverso conspirador Grima; la barrera entre la vida y el más allá traspasada por Frodo al sumergirse en unas ciénagas formadas por cadáveres; la tétrica escena en la que Faramir se despide del cuerpo de su hermano muerto; la retorcida presencia de Gollum, cuya esquizofrénica personalidad es representada por un imaginativo plano/contraplano o la utilización del tronco de un árbol para mostrar la barrera que divide las dos partes de su escindida identidad.
Hacia el final de este largo (demasiado, más en su agotadora versión extendida) viaje, Sam realiza una metalingüística reflexión acerca del espíritu legendario que se encierra en el centro mismo de sus propias aventuras, viéndose a ellos mismo (Frodo y Sam, pero también el resto: Aragorn, Legolas, Gandalf y Gimli; Pippin y Merry) como personajes de esas leyendas legendarias (valga la redundancia) que, en el futuro, se contarán de generación en generación acerca de un mundo ya antiguo y de los héroes que sacrificaron su vida por su conservación. Un bonito homenaje tanto a la inmortal obra literaria de Tolkien como al esfuerzo del propio director por asombrar a una audiencia que ha vuelto a recuperar su sentido de la maravilla.
7 comentarios:
Creo que se te ha borrado una estrella en la puntuación míralo porque no debe funcionar bien
Empiezo a pensar que quizás debería escribir una entrada explicando el baremo que utilizo a la hora de puntuar una película para dejar claro lo que significa cada "estrellita".
Aún así, a pesar de que EL SEÑOR DE LOS ANILLOS en su conjunto me parecen buenas películas, por momentos excelentes, digamos que no me parecen para tanto. Simplemente, están bien.
eh! ¿y no has hablado de la 1?
y la clave, efectivamente es esa: telúrica.
Yo sigo pensando que es el modelo de "cine blockbustes" de calidad. de mucha calidad, de seis sobre diez, ¿eh? ;)
Como ya he dicho, este blog es un diario de lo que veo día a día y, en esta ocasión, no dependía de mí la decisión. Lo malo es que ahora casi me veo con la obligación de escribir sobre las otras dos... lo cual me da mucha, mucha pereza.
Yo también creo que es un ejemplo de que se puede aunar comercialidad y personalidad en el seno de Hollywood. Lo que pasa es que son consideradas obras maestras, en ese sentido sí que me parecen sobrevaloradas.
Un saludo.
Tú ni caso, punta como quieras, que es tu blog,
A mi esta película me parecio un asco, y mira que la primera y la tercera me encantarón, pero esta....
Esto sí que no lo esperaba. Yo veo las tres entregas al mismo nivel, aunque me gusta un poco más LA COMUNIDAD DEL ANILLO.
Uno ya es perro viejo en esto de las puntaciones, pero creo que es una buena idea publicar un baremo para que quede más claro lo que significa cada estrella.
Me gusta mucho Las Dos Torres, creo que es la que me gusta más de las películas, la he visto en hbogo varias veces y me emociona mucho cuando salen los Ents no sólo porque son geniales sino porque se ve más el carácter de Merry y Pippin.
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