(Oldboy) Corea del Sur, 2003. 120m. C.
D.: Chan-wook Park
I.: Min-sik Choi, Ji-tae Yu, Hye-jeong Kang, Dae-han Ji
"Me he convertido en un monstruo" "Cuando todo esto acabe, ¿volverá el antiguo Oh Dae-su?" Estas palabras son pronunciadas por un ser que camina tambaleante por la calle en un día soleado. Lleva la ropa rota y llena de sangre. Su mirada perdida, ausente, podría llevarnos a pensar que no existe ningún tipo de sentimiento tras sus ojos: Oh Dae-su (Min-sik Choi) parece un zombie. Y en cierto modo lo es: minutos antes le hemos visto defenderse de sus enemigos que le superan ampliamente en número y armamento: ha sido golpeado, apaleado con barras de hierro, apuñalado. Y aún así, sigue en píe. Avanzando, incansable, inagotable. ¿Qué es lo que mueve a Oh Dae-su? ¿Qué es lo que le hace seguir adelante por encima de enemigos y obstáculos? Un sentimiento que ha nacido en lo más profundo de su ser y se ha extendido por todo su organismo, eliminando todo aquello que nos hace humanos hasta convertirlo en una criatura con un único pensamiento en su cabeza: venganza.
Quince años de absoluto aislamiento son suficientes para convertir a un hombre en una sombra: una figura difuminada, abstracta, recuerdo de una identidad olvidada...y oscura. La venganza nos manipula el pretérito y condiciona nuestro futuro, pues nuestra vida sólo tiene sentido por ese afán vengativo. De repente, nuestro mundo se convierte en un laberinto de símbolos y pistas en el cual cualquier intención y movimiento tiene como único fin la consecución de nuestros oscuros planes.
Al igual que en Sympathy for Mr. Vengeance, los protagonistas de Oldboy se mueven en un tablero de juego existencial dominado por un demiurgo que condiciona sus pasos. Pero si en la primera entrega de la trilogía de la venganza ese demiurgo era el propio director del film, en esta ocasión el papel lo desempeña uno de los protagonistas: Woo-jin Lee (Ji-tae Yu). De esta manera, Oldboy multiplica sus capas de sentido, pues el ejercicio de la venganza es un juego compartido por dos personas: quien la ejerce y quien la recibe. Resulta tan deprimente los años de encierro sufridos por Oh Dae-su como escalofriante el intrincado plan de Woo-jin Lee: ambos han hipotecado sus vidas a fondo perdido en su afán de satisfacer sus más profundos y oscuros deseos: son, por tanto, seres escindidos, pues un aparte de ellos pertenece (y pertenecerá para siempre) al otro.
Oldboy es un film surrealista desde el momento en que los sentimientos de los protagonistas alteran su entorno. La puesta en escena de Chan-wook Park resulta deliberadamente manierista, transformando cada escena, cada plano en un desafío formalista. Todos y cada uno de los movimientos de los actores parecen medidos con tiralíneas y ningún movimiento de cámara es dejado al azar. Así, el director parece querer realizar un acto de honestidad con su público: la deliberada artificiosidad de su puesta en escena no es más que el reflejo externo del retorcido juego interno en el que se mueven los personajes.
Pero Oldboy resulta una propuesta algo más optimista que Sympathy for Mr. Vengeance desde el momento en que el amor es el único sentimiento que puede vencer a la venganza. En el resultado final, el amor es la fuerza impulsora de nuestro universo, capaz de convertir a seres humanos en calculadoras máquinas de odiar o rescatar a un hombre perdido en los infiernos de su propia memoria. También es la salvación para un film tendente al exceso, a un paso de caer en un vacuo esteticismo pero que finalmente encuentra su sentido (y espíritu) en la imagen de dos personas bajo la nieve compartiendo su amor ante la vastedad de la creación, conscientes de su insignificancia ante los complejos andamios que sostienen el cosmos.
Quince años de absoluto aislamiento son suficientes para convertir a un hombre en una sombra: una figura difuminada, abstracta, recuerdo de una identidad olvidada...y oscura. La venganza nos manipula el pretérito y condiciona nuestro futuro, pues nuestra vida sólo tiene sentido por ese afán vengativo. De repente, nuestro mundo se convierte en un laberinto de símbolos y pistas en el cual cualquier intención y movimiento tiene como único fin la consecución de nuestros oscuros planes.
Al igual que en Sympathy for Mr. Vengeance, los protagonistas de Oldboy se mueven en un tablero de juego existencial dominado por un demiurgo que condiciona sus pasos. Pero si en la primera entrega de la trilogía de la venganza ese demiurgo era el propio director del film, en esta ocasión el papel lo desempeña uno de los protagonistas: Woo-jin Lee (Ji-tae Yu). De esta manera, Oldboy multiplica sus capas de sentido, pues el ejercicio de la venganza es un juego compartido por dos personas: quien la ejerce y quien la recibe. Resulta tan deprimente los años de encierro sufridos por Oh Dae-su como escalofriante el intrincado plan de Woo-jin Lee: ambos han hipotecado sus vidas a fondo perdido en su afán de satisfacer sus más profundos y oscuros deseos: son, por tanto, seres escindidos, pues un aparte de ellos pertenece (y pertenecerá para siempre) al otro.
Oldboy es un film surrealista desde el momento en que los sentimientos de los protagonistas alteran su entorno. La puesta en escena de Chan-wook Park resulta deliberadamente manierista, transformando cada escena, cada plano en un desafío formalista. Todos y cada uno de los movimientos de los actores parecen medidos con tiralíneas y ningún movimiento de cámara es dejado al azar. Así, el director parece querer realizar un acto de honestidad con su público: la deliberada artificiosidad de su puesta en escena no es más que el reflejo externo del retorcido juego interno en el que se mueven los personajes.
Pero Oldboy resulta una propuesta algo más optimista que Sympathy for Mr. Vengeance desde el momento en que el amor es el único sentimiento que puede vencer a la venganza. En el resultado final, el amor es la fuerza impulsora de nuestro universo, capaz de convertir a seres humanos en calculadoras máquinas de odiar o rescatar a un hombre perdido en los infiernos de su propia memoria. También es la salvación para un film tendente al exceso, a un paso de caer en un vacuo esteticismo pero que finalmente encuentra su sentido (y espíritu) en la imagen de dos personas bajo la nieve compartiendo su amor ante la vastedad de la creación, conscientes de su insignificancia ante los complejos andamios que sostienen el cosmos.
2 comentarios:
Aquí si que me has sorprendido con la puntuación, por menos de lo que a ti te molesta de esta pelicula le has zurrado 3 estrellas a otras! pero me alegro que esta le des 4, me parece una gran peli como ya sabes
OLDBOY es una película que se disfruta, digamos, "en caliente", mientras la ves. Pero en el recuerdo es cuando uno repara en sus carencias y de las trampas a las que acude para funcionar tan bien. Lo que es innegable es la inagotable inventiva de Park Chan-woo.
Publicar un comentario