(A Nightmare on Elm Street 4: The Dream Master) USA, 1988. 99m. C.
D.: Renny Harlin
I.: Robert Englund, Tuesday Knight, Lisa wilcox, Andras Jones
"Freddy Superstar". Así titulaba Ángel Sala su repaso a la cuarta entrega de Pesadilla en Elm Street en el nº 0 de la revista especializada Fantastic Magazine, dedicado al personaje creado por Wes Craven (de hecho, se titulaba Freddy Magazine). Y no hay mejor definición de la concepción del personaje en esta entrega, corroborado, además, desde los mismos créditos: tras los nombres de las productoras y del director, aparece: "Robert Englund in". Por primera vez, el nombre del actor que encarna a Freddy Krueger aparece como protagonista, como estrella me atrevería a decir, en vez de ser relegado a los últimos puestos de los créditos principales. Sin duda, Pesadilla en Elm Street 4 es la entrega más comercial de toda la serie, empezando por el protagonismo de su emblema, un Freddy que parece abandonar cualquier pretensión de asustar, ya no digamos perturbar, para convertirse en una figura carismática que se lo pasa de miedo con sus fechorías, siempre con una punch-line para rematar cada aparición. Y, a pesar de ello, la película es una de las más salvajes hasta el momento (empezando por el maquillaje ultra-heavy de Krueger, sin duda, el mejor de la saga, cortesía de Kevin Yagher).
Salvajes son, sin duda, las performance-crímenes de Freddy. Una vez más, el asesino de los sueños utiliza los miedos y ansiedades de sus víctimas para amplificarlos y convertirlos en material de tortura físico-psicológica. En este sentido, Pesadilla en Elm Street 4 es una de las entregas más coyunturales pues, más que nunca, dirige su foco de atención hacia los adolescentes, utilizando su entorno, tanto emocional (relaciones entre amigos, amoríos, etc.), como físico (aquí, el instituto y sus alrededores es más utilizado que nunca). La propia banda sonora del film está plagada de canciones comerciales y juveniles y, de hecho, en una escena, uno de los jóvenes protagonistas está viendo la MTV. Por supuesto, la confrontación adultos-jóvenes no ha desaparecido (ahí está el padre borrachín de la protagonista-lo cual parece un guiño a la madre alcohólica de Nancy en la primera entrega- o la madre de Kristen (Tuesday Knight, sustituyendo a Patricia Arquette), que, sin saberlo, pone en bandeja a su hija para Freddy), pero, ante todo, aquí la confrontación es dentro del propio marco adolescente.
Alice (Lisa Wilcox) aparece como protagonista central (desmarcándose del protagonismo colectivo de la anterior entrega): un patito feo, incapaz de aceptarse a sí misma, siempre soñando despierta con aquello que le gustaría hacer, pero no se atreve. Convertida en la Dream Master, será el nexo de unión entre el mundo de los sueños y la realidad, adquiriendo el poder de Kristen para introducir a la gente en sus sueños, pero también para asimilar la personalidad de sus propios amigos a medida que estos van cayendo bajo las afiladas garras de Krueger. Aquí nos encontramos con dos conexiones con Pesadilla en Elm Street 2. La venganza de Freddy: por un lado, el enfrentamiento contra el Mal como camino hacia el conocimiento (y, por tanto, la aceptación) personal; y, por otro, la utilización por parte de Freddy de una persona para conseguir víctimas.
Todo un panorama adolescente y, por tanto, todo un rosario de filias y fobias, frustaciones, inseguridades y revolución hormonal que Freddy utilizará a conciencia llevando a sus víctimas más allá del punto de ruptura (por ejemplo, destacables las pesadillas en las cuales Debbie (Brooke Theiss) es convertida en cucaracha o la muerte de Sheila (Toy Newkirk) cuyo primer beso es también el último de su vida).
Pero también salvaje resulta la puesta en escena de Renny Harlin, enérgica y llena de inventiva, con enloquecidos movimientos de cámara, picados y contrapicados, en un trabajo lleno de fuerza que conecta efectivamente con el espíritu juvenil del film (algunas escenas parecen concebidas como un vídeo-clip) y que ha sido comparado en ocasiones con la arrolladora factura visual de Terroríficamente muertos (especialmente, la escena en la cual Kristen es drogada y la cámara de Harlin la sigue por su habitación con un picado general, dando vueltas sobre su eje, simbolizando el mareo de la protagonista, y acercándose a ella, terminando con un gran primer plano cuando ya ha perdido el conocimiento). En una de las mejores secuencias, Alice es absorbida por una gran pantalla de cine (¿Un guiño a El moderno Sherlock Holmes, de Buster Keaton?), para quedar atrapada en un bucle de eterno retorno que le impide salvar a tiempo a su amiga. Sin duda, uno de los momentos más agobiantes del film, el único, quizás, que explota el poder demoníaco, todopoderoso, de Krueger en su propio terreno con un cariz inquietante (al final, volverá a autodenominarse un "Dios", como en el primer film).
En ocasiones, más que una cuarta entrega de una serie, Pesadilla en Elm Street 4 parece la segunda parte de Pesadilla en Elm Street 3, hasta tal punto se aplica el espíritu de la película de Chuck Russell casi como si fuera una fórmula. De hecho, por primera vez, Freddy resucita, como asumiendo el carácter serial del film. El final del film, situado en el interior de una iglesia, conecta también con el final del film precedente: si en aquella se pretendía enterrar los restos de Freddy para que su alma descansara en paz, aquí, encerrando su espíritu en terreno religioso, parece buscarse el mismo fin.
Salvajes son, sin duda, las performance-crímenes de Freddy. Una vez más, el asesino de los sueños utiliza los miedos y ansiedades de sus víctimas para amplificarlos y convertirlos en material de tortura físico-psicológica. En este sentido, Pesadilla en Elm Street 4 es una de las entregas más coyunturales pues, más que nunca, dirige su foco de atención hacia los adolescentes, utilizando su entorno, tanto emocional (relaciones entre amigos, amoríos, etc.), como físico (aquí, el instituto y sus alrededores es más utilizado que nunca). La propia banda sonora del film está plagada de canciones comerciales y juveniles y, de hecho, en una escena, uno de los jóvenes protagonistas está viendo la MTV. Por supuesto, la confrontación adultos-jóvenes no ha desaparecido (ahí está el padre borrachín de la protagonista-lo cual parece un guiño a la madre alcohólica de Nancy en la primera entrega- o la madre de Kristen (Tuesday Knight, sustituyendo a Patricia Arquette), que, sin saberlo, pone en bandeja a su hija para Freddy), pero, ante todo, aquí la confrontación es dentro del propio marco adolescente.
Alice (Lisa Wilcox) aparece como protagonista central (desmarcándose del protagonismo colectivo de la anterior entrega): un patito feo, incapaz de aceptarse a sí misma, siempre soñando despierta con aquello que le gustaría hacer, pero no se atreve. Convertida en la Dream Master, será el nexo de unión entre el mundo de los sueños y la realidad, adquiriendo el poder de Kristen para introducir a la gente en sus sueños, pero también para asimilar la personalidad de sus propios amigos a medida que estos van cayendo bajo las afiladas garras de Krueger. Aquí nos encontramos con dos conexiones con Pesadilla en Elm Street 2. La venganza de Freddy: por un lado, el enfrentamiento contra el Mal como camino hacia el conocimiento (y, por tanto, la aceptación) personal; y, por otro, la utilización por parte de Freddy de una persona para conseguir víctimas.
Todo un panorama adolescente y, por tanto, todo un rosario de filias y fobias, frustaciones, inseguridades y revolución hormonal que Freddy utilizará a conciencia llevando a sus víctimas más allá del punto de ruptura (por ejemplo, destacables las pesadillas en las cuales Debbie (Brooke Theiss) es convertida en cucaracha o la muerte de Sheila (Toy Newkirk) cuyo primer beso es también el último de su vida).
Pero también salvaje resulta la puesta en escena de Renny Harlin, enérgica y llena de inventiva, con enloquecidos movimientos de cámara, picados y contrapicados, en un trabajo lleno de fuerza que conecta efectivamente con el espíritu juvenil del film (algunas escenas parecen concebidas como un vídeo-clip) y que ha sido comparado en ocasiones con la arrolladora factura visual de Terroríficamente muertos (especialmente, la escena en la cual Kristen es drogada y la cámara de Harlin la sigue por su habitación con un picado general, dando vueltas sobre su eje, simbolizando el mareo de la protagonista, y acercándose a ella, terminando con un gran primer plano cuando ya ha perdido el conocimiento). En una de las mejores secuencias, Alice es absorbida por una gran pantalla de cine (¿Un guiño a El moderno Sherlock Holmes, de Buster Keaton?), para quedar atrapada en un bucle de eterno retorno que le impide salvar a tiempo a su amiga. Sin duda, uno de los momentos más agobiantes del film, el único, quizás, que explota el poder demoníaco, todopoderoso, de Krueger en su propio terreno con un cariz inquietante (al final, volverá a autodenominarse un "Dios", como en el primer film).
En ocasiones, más que una cuarta entrega de una serie, Pesadilla en Elm Street 4 parece la segunda parte de Pesadilla en Elm Street 3, hasta tal punto se aplica el espíritu de la película de Chuck Russell casi como si fuera una fórmula. De hecho, por primera vez, Freddy resucita, como asumiendo el carácter serial del film. El final del film, situado en el interior de una iglesia, conecta también con el final del film precedente: si en aquella se pretendía enterrar los restos de Freddy para que su alma descansara en paz, aquí, encerrando su espíritu en terreno religioso, parece buscarse el mismo fin.
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