D.: Luc Besson
I.: Jean Reno, Gary Oldman, Natalie Portman, Danny Aiello
Leon (El profesional) comienza con un travelling que nos acerca a través del mar a la ciudad de Nueva York. Cruzamos las calles congestionadas por el tráfico hasta internarnos en Little Italy. Nuestro viaje termina en un oscuro establecimiento donde el protagonista, Leon, un asesino a sueldo, acepta un encargo. A continuación se nos muestra la eficacia casi sobrenatural con la que Leon se hace cargo del trabajo. Con una presencia casi ubicua, entrando y saliendo de las sombras, Leon hace uso de unas habilidades casi sobrehumanas a la hora de desempeñar su labor: matar. Esa presencia sobrenatural alcanza un aura espiritual en la escena en la que abre la puerta de su habitación a Mathilda, salvándola de los asesinos que han masacrado a su familia, iluminando el rostro bañado en lágrimas de la pequeña.
Leon (El profesional) parte de una estupenda idea: un asesino a sueldo cuya vida gira exclusivamente alrededor de su trabajo: una vida solitaria, fuertemente ritualizada y austera, basada en la disciplina (o lo que es lo mismo, la enésima variante del Jef Costello de El silencio de un hombre, aunque la interpretación de Jean Reno convierte a su mercenario más en un retrasado que un autista). Un ser que pasa desapercibido y que, casi, no está ahí. Una figura invisible, aislada de la realidad que la rodea. Una realidad que entra de golpe en su vida en la presencia de una niña que sólo ha conocido la tristeza y el dolor en su corta vida y que lo ha perdido todo. A partir de aquí, se desarrolla una relación de interdependencia entre ambos: mientras que Mathilda canalizará su odio y sed de venganza a través de un código de conducta, transformando las enseñanzas a la hora de matar en una lección vital; Leon abandonará su encierro anímico para aprender a jugar, a reir, a querer: en suma, a vivir.
Desgraciadamente, Luc Besson está más obsesionado por imitar al cine de acción americano que en desarrollar la relación entre los dos protagonistas. De ahí que se implique con especial entusiasmo en desarrollar unas escenas de acción en las cuales juega con el espacio en el que se mueven los personajes y que da lugar algunas imágenes virtuosas: el primer trabajo de Leon en el que nunca le llegamos a ver a él, sólo los resultados de sus sangrientas acciones; el plano en picado que muestra la muerte de la madre de Mathilda en la bañera, con la espuma saltando por el impacto del plomo, mezclándose con la sangre; la habitación en la que resisten Leon y Mathilda surcada por los haces de luz roja de los francotiradores; el plano subjetivo de la salida de Leon del hotel al final del film.
Pero más allá de esas imágenes y momentos puntuales, el resto es un ejercicio de estilo tan artificioso como forzado: la relación entre el asesino a sueldo y la niña se queda en la mera superficie (la bochornosa escena en la que juegan "a las películas") y el adiestramiento de Mathilda se reduce a un vacuo vídeo-clip a ritmo de Björk. El desarrollo de la acción cae en numerosas inverosimilitudes (Mathilda entra en las oficinas de la D.E.A. con una bolsa llena de armas; posteriormente Leon también hará una entrada y salida del edificio del todo increíble) para llevar al film a un precipitado climax tan pirotécnico como inane. Ante todo esto, lo único que permanece en el recuerdo de Leon (El profesional) es la frescura de una primeriza Natalie Portman y el divertidísimo one man show de un Gary Oldman pasadísimo.
Leon (El profesional) parte de una estupenda idea: un asesino a sueldo cuya vida gira exclusivamente alrededor de su trabajo: una vida solitaria, fuertemente ritualizada y austera, basada en la disciplina (o lo que es lo mismo, la enésima variante del Jef Costello de El silencio de un hombre, aunque la interpretación de Jean Reno convierte a su mercenario más en un retrasado que un autista). Un ser que pasa desapercibido y que, casi, no está ahí. Una figura invisible, aislada de la realidad que la rodea. Una realidad que entra de golpe en su vida en la presencia de una niña que sólo ha conocido la tristeza y el dolor en su corta vida y que lo ha perdido todo. A partir de aquí, se desarrolla una relación de interdependencia entre ambos: mientras que Mathilda canalizará su odio y sed de venganza a través de un código de conducta, transformando las enseñanzas a la hora de matar en una lección vital; Leon abandonará su encierro anímico para aprender a jugar, a reir, a querer: en suma, a vivir.
Desgraciadamente, Luc Besson está más obsesionado por imitar al cine de acción americano que en desarrollar la relación entre los dos protagonistas. De ahí que se implique con especial entusiasmo en desarrollar unas escenas de acción en las cuales juega con el espacio en el que se mueven los personajes y que da lugar algunas imágenes virtuosas: el primer trabajo de Leon en el que nunca le llegamos a ver a él, sólo los resultados de sus sangrientas acciones; el plano en picado que muestra la muerte de la madre de Mathilda en la bañera, con la espuma saltando por el impacto del plomo, mezclándose con la sangre; la habitación en la que resisten Leon y Mathilda surcada por los haces de luz roja de los francotiradores; el plano subjetivo de la salida de Leon del hotel al final del film.
Pero más allá de esas imágenes y momentos puntuales, el resto es un ejercicio de estilo tan artificioso como forzado: la relación entre el asesino a sueldo y la niña se queda en la mera superficie (la bochornosa escena en la que juegan "a las películas") y el adiestramiento de Mathilda se reduce a un vacuo vídeo-clip a ritmo de Björk. El desarrollo de la acción cae en numerosas inverosimilitudes (Mathilda entra en las oficinas de la D.E.A. con una bolsa llena de armas; posteriormente Leon también hará una entrada y salida del edificio del todo increíble) para llevar al film a un precipitado climax tan pirotécnico como inane. Ante todo esto, lo único que permanece en el recuerdo de Leon (El profesional) es la frescura de una primeriza Natalie Portman y el divertidísimo one man show de un Gary Oldman pasadísimo.
6 comentarios:
Ay, ay, ay! Voy viendo que tenemos gustos muy diferentes. Yo a Old Boy le habría puesto 2 estrellas y a esta 4. Aunque hace tiempo que la vi por última vez.
Me entusiasmo cuando la vi en el cine. En posteriores videados se descubre que no es la leche pero no se merece, en mi opinión claro, el vapuleo que le das.
Tenía mucho más pero en su momento fue una peli diferente y tiene cosas estimables.
LEON podría formar parte de una sección titulada "Yo contra el mundo". Ya desde la 1ª vez que la vi me pareció un bluff tremendo. Y la verdad es que ahora me ha gustado un poco más, porque la otra vez me pareció espantosa. Reitero lo que digo en la reseña: una idea genial muy mal desarrollada.
Lo de OLD BOY sí me parece curioso porque también es una película que, por lo general, es muy alabada. Admito que OLD BOY tiene trampa... pero tiene tanta fuerza.
Un saludo.
Mathilda: Is life always this hard, or is it just when you're a kid?
Léon: Always like this.
Ese diálogo está muy bien. En general, la primera media hora de LEON es muy prometedora.
Una de mis diez películas favoritas, creo que la química que se crea entre portman y reno, pocas veces se ha visto en la gran pantalla.
Pues siento decir que yo la química no la veo por ningún lado. Lo dicho, yo contra el mundo. Está claro que en este caso el raro soy yo.
Un saludo y gracias por todos los comentarios.
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