USA/UK, 2010. 117m. C.
D.: Matthew Vaughn P.: Adam Bohling, Tarquin Pack, Brad Pitt, David Reid, Kris Thykier & Matthew Vaughn G.: Jane Goldman & Matthew Vaughn basado en el comic book de Mark Millar & John Romita Jr. I.: Aaron Johnson, Christopher Mintz-Plasse, Mark Strong, Nicolas Cage F.: 2.35:1
Ante una obra tan excesiva como es el cómic de Kick-Ass es fácil que los árboles no dejen ver el bosque. En el caso de la historia escrita por Mark Millar y dibujada por John Romita Jr. (y entintada y coloreada por Tom Palmer Sr. y Dan White, respectivamente) los árboles toman la forma de un desaforado uso de la violencia. Kick-Ass nos relata la vida de un joven aficionado a los comics de súper-héroes que decide, un día, convertirse en uno de ellos. El personaje de Kick-Ass se convertía en la versión postmoderna y geek de Don Quijote y demostraba que, en la vida real, un tipo vestido con pijama y ansias justicieras sólo podía acabar con sus huesos rotos en el hospital. Pero lo más interesante del cómic es cómo, poco a poco, la narración se subjetivaba hasta el punto de que la aparición de unos auténticos súper-héroes como Hit-Girl y Big Daddy parecían la respuesta que el protagonista creaba en su cabeza de cómo serían unos auténticos héroes nacidos en un entorno urbano de crudo realismo. Así, Kick-Ass acababa imitando las formas de una auténtica historieta súper-heróica que la ultraviolencia situaba a ras del suelo. El gore, la escatología y la suciedad nos recordaba que, por mucho que vayan vestidos de llamativos colorines, en la vida real los súper-héroes y los súper-villanos son de carne y hueso. Sangran, sienten dolor y, en definitiva, sufren.
El mayor problema de Kick-Ass. Listo para machacar, la película, no es que reduzca notablemente el contenido sangriento del cómic ni que, en definitiva, suponga una traición espiritual de la historia original. Lo que hace de Kick-Ass. Listo para machacar una mala película es su indefinición tonal. Como si los propios creadores del film no acabasen de creerse la premisa principal y fuesen los primeros en encontrar ridículo al pobre protagonista, el film aparta el ambiente realista del cómic para desarrollar una estructura de comedia adolescente de tono paródico. Un buen ejemplo es el uso de una fotografía luminosa cuyo principal objetivo parece ser destacar en todo momento el aspecto ridículo de los protagonistas con sus trajes de batalla: que las escenas de Kick-Ass entrenándose, y su primer enfrentamiento con un par de ladrones, transcurra de día demuestra que para sus creadores en Kick-Ass. Listo para machacar se impone lo irrisorio a la épica cotidiana.
Pero por otro lado, esos mismos creadores se ven en la necesidad, en la obligación, de dar un empaque espectacular a una historia que, en realidad, sólo tenía sentido en la pixelada pantalla del portal You Tube. Con su formato scope, sus cámaras lentas, sus planos acelerados y su montaje corto, Kick-Ass. Listo para machacar acaba convirtiéndose en una vulgar película de súper-héroes, aparatosa y estridente, en la que los protagonistas acaban adquiriendo la forma, y el fondo, de los estereotipos que inicialmente parodiaban. La falta de sangre (en comparación con las paroxísticas matanzas de la obra original) subraya el ambiente virtual, fantasioso, en el que se producen las aventuras de Kick-Ass y Hit-Girl. En este sentido, es lógico que las mejores escenas del film sean consecuencia de su elaborado envoltorio audiovisual: la pelea de Kick-Ass con un grupo de matones al ritmo del tema Omen, de The Prodigy; o Big-Daddy acabando con los gangsters de su principal némesis a los sones de In the house/In a Heartbeat, el ya mítico tema creado por John Murphy para 28 días después.
Si Mark Millar finalizaba su obra con un apunte pesimista (tras su sangrienta odisea aventurera, el protagonista vuelve a su cruda realidad: sentado en el suelo de su oscura habitación, solo y odiado por la chica que le gusta), Kick-Ass. Listo para machacar se permite una conclusión más luminosa y blanda, reflejo de una película de desarrollo tan anodino como aburrido.
El mayor problema de Kick-Ass. Listo para machacar, la película, no es que reduzca notablemente el contenido sangriento del cómic ni que, en definitiva, suponga una traición espiritual de la historia original. Lo que hace de Kick-Ass. Listo para machacar una mala película es su indefinición tonal. Como si los propios creadores del film no acabasen de creerse la premisa principal y fuesen los primeros en encontrar ridículo al pobre protagonista, el film aparta el ambiente realista del cómic para desarrollar una estructura de comedia adolescente de tono paródico. Un buen ejemplo es el uso de una fotografía luminosa cuyo principal objetivo parece ser destacar en todo momento el aspecto ridículo de los protagonistas con sus trajes de batalla: que las escenas de Kick-Ass entrenándose, y su primer enfrentamiento con un par de ladrones, transcurra de día demuestra que para sus creadores en Kick-Ass. Listo para machacar se impone lo irrisorio a la épica cotidiana.
Pero por otro lado, esos mismos creadores se ven en la necesidad, en la obligación, de dar un empaque espectacular a una historia que, en realidad, sólo tenía sentido en la pixelada pantalla del portal You Tube. Con su formato scope, sus cámaras lentas, sus planos acelerados y su montaje corto, Kick-Ass. Listo para machacar acaba convirtiéndose en una vulgar película de súper-héroes, aparatosa y estridente, en la que los protagonistas acaban adquiriendo la forma, y el fondo, de los estereotipos que inicialmente parodiaban. La falta de sangre (en comparación con las paroxísticas matanzas de la obra original) subraya el ambiente virtual, fantasioso, en el que se producen las aventuras de Kick-Ass y Hit-Girl. En este sentido, es lógico que las mejores escenas del film sean consecuencia de su elaborado envoltorio audiovisual: la pelea de Kick-Ass con un grupo de matones al ritmo del tema Omen, de The Prodigy; o Big-Daddy acabando con los gangsters de su principal némesis a los sones de In the house/In a Heartbeat, el ya mítico tema creado por John Murphy para 28 días después.
Si Mark Millar finalizaba su obra con un apunte pesimista (tras su sangrienta odisea aventurera, el protagonista vuelve a su cruda realidad: sentado en el suelo de su oscura habitación, solo y odiado por la chica que le gusta), Kick-Ass. Listo para machacar se permite una conclusión más luminosa y blanda, reflejo de una película de desarrollo tan anodino como aburrido.
4 comentarios:
Vaya, pues yo me lo pasé realmente bien viendo la peli. Cambia totalmente el tono del cómic, este es sobre perdedores y la peli va sobre fracasados pero vencedores.
Aunque siendo sincero lo que más me gustó fue el scoring.
Interesante tu definición y bastante acertada.
De todas formas, lo peor de KICK-ASS es que me aburre mortalmente. Sus dos horas se me hacen larguísimas, sobre todo por culpa de una labor de dirección muy insípida.
En lo que creo que todo el mundo está de acuerdo es en la buena selección musical, aunque algunos temas son muy discutibles (como el uso de Morricone o la canción "Bad Reputation").
Gracias por el comentario.
Me imaginaba la nota antes de entrar
La verdad no he leído el comic y solo he "previsualizado" la película, pero en cuanto he visto que se tornaba en una comedia de adolescentes he pasado de echarle un vistazo
Las comedias son comedias y las películas de super-héroes películas de super-héroes. Eso de que te vendan un super-héroe patético lo odio, como Hancock. Da igual que sean en realidad super poderes o no, no soporto estas películas
El tono del comic es radicalmente distinto: serio y realista. De esa manera resulta más impactante porque es un marco en el que los personajes sufren de verdad.
De todas formas, lo peor de la película no es el tono de comedia, sino lo vulgar y aburrido que es.
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