USA, 1989. 100m. C.
D.: Rob Hedden P.: Randy Cheveldave G.: Rob Hedden I.: Jensen Daggett, Scott Reeves, Barbara Bingham, Peter Mark Richman F.: 1.85:1
Una década, ocho películas. LLegados aquí, es necesario hacer un punto de inflexión. Y no porque la secuela que nos ocupa sea la última aparición del a estas alturas entrañable Jason Voorhees, pero sí que supone la última entrega, digamos, "clásica" de la saga (las dos siguientes seguirán derroteros diferentes de lo visto hasta ahora) y casi una despedida a una década y a un subgénero. El abandono de Crystal Lake (¿acaso queda alguién vivo?) y la llegada de Jason a Nueva York supone algo más que un cambio de escenario: confirma el adiós a una parcela ya agotada y la necesidad de allanar nuevos territorios... aunque sean para otros. El estreno en 1991 de El silencio de los corderos supone el fin de una manera de acercarse al género (juvenil y desenfadada) para desarrollar un estilo más realista, oscuro, adulto y urbano. Los títulos de créditos aparecen sobreimpresionados sobre una serie de estampas de las peligrosas calles de Nueva York: delincuencia, yonkis y suciedad. Un entorno hostil en el que un asesino enmascarado como Jason puede pasar desapercibido. Una ingeniosa idea de puesta en escena (la cámara situada en el agua muestra la estatua de la libertad. La cámara se hunde y cuando sale a la superficie nos encontramos en Crystal Lake) une el origen de Jason con su destino final. Es hora de pasar el testigo a terrores más cercanos y reales.
La mayor parte del metraje de Viernes 13 Parte 8: Jason vuelve... para siempre trancurre en el interior de un barco en el que un grupo de jóvenes estudiantes realizan su viaje de fin de curso. Jason encuentra la manera de subir a bordo transformando el viaje en un rutinaria bodycount en el que, además, no se aprovecha el "nuevo" escenario y en el que lo único que destaca es la habilidad de Jason para hacer uso del entorno a la hora de acabar con sus víctimas (a una aficionada al rock le golpea con su propia guitarra; a un chico que está tomando una sauna le incrusta una roca caliente en el estómago; una chica que se acaba de duchar es degollada con los cristales del espejo que ha roto) aunque, como viene siendo habitual en la franquicia desde hace ya unas cuantas entregas, los asesinatos son escasamente impactantes sucediendo la mayoría de ellos fuera de campo. Exceptuamos el crimen en la sala de fiestas por dos motivos: por escenificar literalmente lo que se llamó, peyorativamente, "terror de discoteca" y por recrear eficazmente la desorientación que siente la pobre muchacha confundida por el ruido y las luces.
La llegada de los protagonistas a la isla de Manhattan convierte a Viernes 13 Parte 8: Jason vuelve... para siempre es una versión splatter de Aventuras en la gran ciudad, con los ingenuos supervivientes enfrentándose a mil y un peligros urbanos en su accidentado recorrido turístico (que incluye el metro y las alcantarillas) hasta desembocar en un final particularmente absurdo (producto de una pueril conexión entre la protagonista y Jason) y que si por algo destaca es por mostrar a Jason con el peor maquillaje facial visto hasta ahora. Anotemos, no obstante, uno de los momentos más divertidos de toda la saga: Jason destrozando de una patada el radiocassete de unos punkis. Un acto que, junto al asesinato guitarrero anteriormente descrito, demuestra que ha encontrado su vocación para afrontar el alto nivel de vida de la gran ciudad: el crítico musical más radical de la historia.
La mayor parte del metraje de Viernes 13 Parte 8: Jason vuelve... para siempre trancurre en el interior de un barco en el que un grupo de jóvenes estudiantes realizan su viaje de fin de curso. Jason encuentra la manera de subir a bordo transformando el viaje en un rutinaria bodycount en el que, además, no se aprovecha el "nuevo" escenario y en el que lo único que destaca es la habilidad de Jason para hacer uso del entorno a la hora de acabar con sus víctimas (a una aficionada al rock le golpea con su propia guitarra; a un chico que está tomando una sauna le incrusta una roca caliente en el estómago; una chica que se acaba de duchar es degollada con los cristales del espejo que ha roto) aunque, como viene siendo habitual en la franquicia desde hace ya unas cuantas entregas, los asesinatos son escasamente impactantes sucediendo la mayoría de ellos fuera de campo. Exceptuamos el crimen en la sala de fiestas por dos motivos: por escenificar literalmente lo que se llamó, peyorativamente, "terror de discoteca" y por recrear eficazmente la desorientación que siente la pobre muchacha confundida por el ruido y las luces.
La llegada de los protagonistas a la isla de Manhattan convierte a Viernes 13 Parte 8: Jason vuelve... para siempre es una versión splatter de Aventuras en la gran ciudad, con los ingenuos supervivientes enfrentándose a mil y un peligros urbanos en su accidentado recorrido turístico (que incluye el metro y las alcantarillas) hasta desembocar en un final particularmente absurdo (producto de una pueril conexión entre la protagonista y Jason) y que si por algo destaca es por mostrar a Jason con el peor maquillaje facial visto hasta ahora. Anotemos, no obstante, uno de los momentos más divertidos de toda la saga: Jason destrozando de una patada el radiocassete de unos punkis. Un acto que, junto al asesinato guitarrero anteriormente descrito, demuestra que ha encontrado su vocación para afrontar el alto nivel de vida de la gran ciudad: el crítico musical más radical de la historia.
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