martes, 10 de enero de 2012

Super 8

(Super 8)
USA, 2011. 112m. C.
D.: J.J. Abrams P.: J.J. Abrams, Bryan Burk & Steven Spielberg G.: J.J. Abrams I.: Kyle Chandler, Elle Fanning, Joel Courtney, Gabriel Basso

Si tenemos en cuenta que los cimientos sobre los que se edificó las filmografías de Steven Spielberg y de George Lucas (y que supusieron las bases del cine comercial hollywoodiense de los 80 en particular y de las últimas décadas en general) tuvieron como modelo un cine perdido para el nuevo público pero que resistía en la memoria de quienes se alimentaron con él, no ha de resultar extraño que algunos de los representantes de las más recientes generaciones de directores americanos hayan sentido el impulso de hacer lo mismo. Esto es, rendir su particular homenaje a esos dos nombres totémicos del cine contemporáneo a modo de (intento) de relevo generacional a la vez que demostración de lo robustos que siguen siendo los pilares de la industria hollywoodiense tan atenta a conservar el pasado como a mirar el futuro. Nombres como Kevin Smith, Guillermo del Toro, Roland Emmerich o M. Night Shyamalan serían algunos lustrosos ejemplos.

De esta posible lista, el últimamente muy de moda J.J. Abrams se ha puesto a la cabeza con un proyecto algo más osado. Si en las películas de los realizadores anteriormente citados podemos localizar guiños concretos o referencias más o menos explícitas, con Super 8, el creador de la serie Alias nos propone un ejercicio de mimetismo: el objetivo no es hacernos recordar las añoradas producciones Amblin, sino el intentar hacernos creer que estamos ante una de ellas. A lo largo del metraje podemos encontrar todo tipo de apuntes o notas a la filmografía de Spielberg, ya sea como director (Encuentros en la tercera fase y E.T. El Extraterrestre, principalmente, pero también con guiños a Tiburón o Parque Jurásico) como en su faceta de productor (Los Goonies, Gremlins o Regreso al futuro). El resultado es un monstruo de Frankenstein cuyas diferentes partes provienen de un título concreto en la carrera del denominado Rey Midas de Hollywood y en el que Abrams antes que como realizador orquesta como cirujano.

Pero, a raíz de lo dicho, surge una pregunta inevitable: ¿puede un alumno volar libre bajo la sombra de su maestro? La participación del propio Spielberg como productor de Super 8 sirve para conferir a la película un sello de autenticidad, de producto oficial, pero, al mismo tiempo, la cubre con su alargadísima sombra, imponiendo, aunque sea de manera inconsciente, su presencia. De esta manera, Super 8 corre el riesgo de pasar de ser un homenaje sentido a convertirse en un acto de pleitesía. Algo que afecta principalmente a la propia estructura del film, tan mecánica en ocasiones como previsible en otras, como si el orden de las escenas vinieran impuestas, no tanto por una lógica narrativa, sino por que tiene que ser así, porque lo dice la guía de ruta.

Afortunadamente, Super 8 no se limita a ser una bonita pero estéril pieza de museo, sino que Abrams desarrolla su particular homenaje al cine con el que creció a la vez que dibuja un autorretrato sentimental de los inicios de su pasión por el cine. Super 8 nos muestra, así, el plano y el contraplano: la pantalla sobre la que se proyecta un mundo espectacular y lleno de maravillas y el rostro boquiabierto y fascinado del niño que las contempla desde su butaca. Y es ahí, en el amor con el que Abrams ha cuidado y mimado las costuras de su criatura donde encontramos los mayores valores del film, los cuales se revelan en una de las escenas iniciales, aquella en la que el grupo de niños protagonistas que están rodando una película de zombies con una cámara de Super 8 se ve envuelto en un accidente de tren: el aparatoso descarrilamiento de los vagones queda contrapunteado, y matizado, por el tierno momento que lo precede: Joe maquillando a Alice con la delicadeza de quien tiene miedo de romper una figura de porcelana, pero, a la vez, no puede resistir sentirse atraído por su belleza.

La importancia de un film como Super 8 viene dada por su condición de toque de atención hacia las actuales muestras de producciones blockbuster, los cuales parecen haber perdido el impulso y la energía inicial para limitarse a encerrarse en una lujosa y espectacular jaula de fríos avances tecnológicos. Recordemos esa bonita escena en la que, tras encontrar a una aturdida Alice en el interior de la guarida de la criatura alienígena que asola su población, y ante la pregunta de ésta de qué está haciendo ahí, Joe le responde que está haciendo todo lo que está en sus manos para salvarla. Super 8 identifica las carencias afectivas de su jóvenes protagonistas (el emotivo arranque del film, con Joe sentado en un columpio rodeado de nieve durante el velatorio de su madre; Alice huyendo de casa mientras su padre, en estado de embriaguez, la persigue) con la soledad de una criatura alejada de su hogar y atrapada en un mundo que desconoce. Y por el camino, el cine en general y el blockbuster en particular se destapan como una caja de resonancia de los sentimientos de sus personajes y de los espectadores, fusionados durante un período de tiempo que muchos desearíamos que fuese eterno.


5 comentarios:

olahf dijo...

buena reseña, tuve sensaciones parecidas al verla, me esperaba un poco mas sobre todo al final, el resto me gustó mucho

Stranno dijo...

El final era completamente decepcionante. Supongo que el rollo de los aliens era una apuesta demasiado ambiciosa para una película de aventuras de chavales. Si todo el mundo esperaba un clon de los Goonies para mi cumple bien, aunque no tiene ni una milésima parte del carisma, pero bueno, eso era lo esperado

El final se explica, como suele ser habitual, en tres patadas y lo único que queda claro es que la película no hace justicia al desmesurado hype que generó y esa misteriosa campaña de publicidad, nos vieron un poco la cara

Lo mejor la escena del descarrilamiento del tren y la ambientación de la película

José M. García dijo...

Hola a los dos.

Las críticas al final de "Super 8", incluso a toda segunda mitad, son bastante generalizadas. Entiendo que quien espera un clímax final pirotécnico y espectacular se sienta decepcionado, pero yo creo que esa conclusión es coherente con el resto. Que lo que se avecina como un gran enfrentamiento acabe solucionándose por el terreno de lo emocional casa con el auténtico interés de "Super 8": esa bonita historia de amor entre dos pequeños seres con carencias afectivas.

El descarrilamiento es impresionante, pero demasiado llamativo y largo. Con menos explosiones hubiera quedado mejor.

El hype siempre es malo. Crea unas expectativas que después, por buena que sea la película, no va a poder cumplir. Yo, al final, tuve la suerte de no verla en su estreno y poder hacerlo ahora con la mirada más limpia.

Un saludo a los dos.

Octavio B. (señor punch) dijo...

curiosamente no me había quedado con la cantinela generalizada de la crítica al final, pero yo también la he señalado. Para mí cae muchísimos enteros ahí, en la conclusión... se desnorta y pierde casi (casi) toda la chicha apuntada.

José M. García dijo...

Hola, Octavio. Hubo a quien gustó mucho (por ejemplo, Jordi Costa), pero en general sí que se consideró que Abrams se había empequeñecido ante su maestro. Con todo, el final sí me parece a la altura y coherente con la idea desarrollada en el resto de metraje. Lástima que tenga que pagar el peaje del blockbuster.

Un saludo.