USA, 2001. 91m. C.
D.: James Isaac P.: Noel Cunningham G.: Todd Farmer I.: Lexa Doig, Lisa Ryder, Chuck Campbell, Jonathan Potts F.: 1.85:1
El hecho de que en las dos últimas entregas de la saga de Viernes 13 se haya prescindido del título identificativo (y, por tanto, también de la numeración) y se haya optado por unas variantes en las que se da protagonismo al nombre de su principal icono (recordemos que el título original de la anterior parte era Jason Goes to Hell. The Final Friday) resulta sintomático de, al menos, dos cosas: del posible desinterés que el público actual pueda tener ante una franquicia que es identificada, de manera injusta, como "cine malo" (y digo injusta no por la calidad media de las películas, en verdad bastante pobre, sino porque me atrevería a decir que hoy en día poca gente sabría identificar cada uno de los títulos. Eso si han visto alguno, lo que tampoco sería extraño) y, por tanto, del intento de los productores por mantener viva la lucrativa franquicia a través de variantes en el título. Pero también supone la confirmación de que nos encontramos ante un nuevo concepto de Viernes 13: desaparecida por completo la continuidad en la saga (este Jason X no tiene nada que ver con la anterior entrega) para conformar una serie de universos alternativos cuya única conexión sería la existencia de un Jason (que no "el" Jason) y cuyas acciones empiezan y acaban en la propia película. Como ejemplo, al comienzo de Jason X nos sitúan en un almacén de vago diseño futurista que se llama Crystal Lake, suponiendo el reflejo alternativo del campamento del mismo nombre visto en las otras realidades.
Siguiendo el recorrido vital de cualquier saga longeva en periodo de agotamiento, el mestizaje genérico resulta el camino más rápido a la hora de ofrecer un aspecto externo novedoso aún manteniendo el mismo espíritu interno a través de un llamativo concepto de presentación. O lo que es lo mismo, en este caso, "Jason en el espacio". Así, Jason X deviene un cruce entre las dos primeras entregas de la saga Alien (de Alien. El 8º pasajero se toma prestado el esquema de un grupo de tripulantes acosados por una amenaza indestructible en el interior de una nave espacial; y de la secuela dirigida por James Cameron, el enfrentamiento de un comando de élite contra esa amenaza, así como la creación de un repugnante personaje capaz de sacrificar a su tripulación debido al cuantioso valor que puede significar el mantener con vida a la beligerante criatura) añadiendo unas gotas de cyberpunk (la participación de una humanoide vestida de cuero negro armada con dos pistolas que se enfrenta a Jason a base de volteretas y golpes de artes marciales; o la misma concepción de lo que podríamos llamar el Cyborg-Jason). Estructurada a base de una huida a contrarreloj, entretenida de puro delirante, Jason X denota a través de la austeridad de sus escenarios y la pobreza de su iluminación su condición de producto de bajo presupuesto cuyo mercado natural son las estanterías de un vídeo-club.
En una de las escenas más hilarantes, Jason es introducido en una sala de realidad virtual en la que se recrea el campamento original de Crystal Lake. Completamente confundido, Jason se encuentra con dos pizpiretas chicas que se desnudarán delante de él y se ofrecerán gustosas a ser masacradas. Una escena de evidente corte autoparódico y que resume en pocos minutos las constantes de un subgénero que mantuvo en vilo a los jóvenes de toda una época. Un interesante detalle cuyo objetivo parece ser el marcar distancias con las entregas anteriores pero que no funciona porque si algo demuestra Jason X es que por mucho que cambie el escenario, en realidad todo sigue igual. En este sentido nos encontramos ante un film profundamente nihilista: puede que hayan pasado 400 años, pero los personajes siguen siendo estúpidos, los jóvenes sólo piensan en revolcarse y, a este paso, Jason va a tener carnaza durante muchos siglos. ¿Será acaso el verdadero objetivo de Jason Voorhees el demostrar el estancamiento evolutivo del ser humano?
Siguiendo el recorrido vital de cualquier saga longeva en periodo de agotamiento, el mestizaje genérico resulta el camino más rápido a la hora de ofrecer un aspecto externo novedoso aún manteniendo el mismo espíritu interno a través de un llamativo concepto de presentación. O lo que es lo mismo, en este caso, "Jason en el espacio". Así, Jason X deviene un cruce entre las dos primeras entregas de la saga Alien (de Alien. El 8º pasajero se toma prestado el esquema de un grupo de tripulantes acosados por una amenaza indestructible en el interior de una nave espacial; y de la secuela dirigida por James Cameron, el enfrentamiento de un comando de élite contra esa amenaza, así como la creación de un repugnante personaje capaz de sacrificar a su tripulación debido al cuantioso valor que puede significar el mantener con vida a la beligerante criatura) añadiendo unas gotas de cyberpunk (la participación de una humanoide vestida de cuero negro armada con dos pistolas que se enfrenta a Jason a base de volteretas y golpes de artes marciales; o la misma concepción de lo que podríamos llamar el Cyborg-Jason). Estructurada a base de una huida a contrarreloj, entretenida de puro delirante, Jason X denota a través de la austeridad de sus escenarios y la pobreza de su iluminación su condición de producto de bajo presupuesto cuyo mercado natural son las estanterías de un vídeo-club.
En una de las escenas más hilarantes, Jason es introducido en una sala de realidad virtual en la que se recrea el campamento original de Crystal Lake. Completamente confundido, Jason se encuentra con dos pizpiretas chicas que se desnudarán delante de él y se ofrecerán gustosas a ser masacradas. Una escena de evidente corte autoparódico y que resume en pocos minutos las constantes de un subgénero que mantuvo en vilo a los jóvenes de toda una época. Un interesante detalle cuyo objetivo parece ser el marcar distancias con las entregas anteriores pero que no funciona porque si algo demuestra Jason X es que por mucho que cambie el escenario, en realidad todo sigue igual. En este sentido nos encontramos ante un film profundamente nihilista: puede que hayan pasado 400 años, pero los personajes siguen siendo estúpidos, los jóvenes sólo piensan en revolcarse y, a este paso, Jason va a tener carnaza durante muchos siglos. ¿Será acaso el verdadero objetivo de Jason Voorhees el demostrar el estancamiento evolutivo del ser humano?
2 comentarios:
Una cagarruta. Pero tio, una cagarruta la mar de divertida, yo en su día me lo pasé muy bien viendola y mejor aún con los tebeos.
Ahí está la clave para disfrutar estas películas, las cuales, no nos engañemos, en el mejor de los casos son discretas.
Lo gracioso del asunto es que es a base de su insistencia que acabas cogiendole simpatía. Para mí, Jason casi se ha convertido ya en un entrañable amigo.
Sabía que habían sacado una adaptación al cómic de la anterior película, pero ni idea de ésta.
Un saludo y gracias por el comentario.
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