
D.: Luc Besson
I.: Jean Reno, Gary Oldman, Natalie Portman, Danny Aiello

Leon (El profesional) parte de una estupenda idea: un asesino a sueldo cuya vida gira exclusivamente alrededor de su trabajo: una vida solitaria, fuertemente ritualizada y austera, basada en la disciplina (o lo que es lo mismo, la enésima variante del Jef Costello de El silencio de un hombre, aunque la interpretación de Jean Reno convierte a su mercenario más en un retrasado que un autista). Un ser que pasa desapercibido y que, casi, no está ahí. Una figura invisible, aislada de la realidad que la rodea. Una realidad que entra de golpe en su vida en la presencia de una niña que sólo ha conocido la tristeza y el dolor en su corta vida y que lo ha perdido todo. A partir de aquí, se desarrolla una relación de interdependencia entre ambos: mientras que Mathilda canalizará su odio y sed de venganza a través de un código de conducta, transformando las enseñanzas a la hora de matar en una lección vital; Leon abandonará su encierro anímico para aprender a jugar, a reir, a querer: en suma, a vivir.
Desgraciadamente, Luc Besson está más obsesionado por imitar al cine de acción americano que en desarrollar la relación entre los dos protagonistas. De ahí que se implique con especial entusiasmo en desarrollar unas escenas de acción en las cuales juega con el espacio en el que se mueven los personajes y que da lugar algunas imágenes virtuosas: el primer trabajo de Leon en el que nunca le llegamos a ver a él, sólo los resultados de sus sangrientas acciones; el plano en picado que muestra la muerte de la madre de Mathilda en la bañera, con la espuma saltando por el impacto del plomo, mezclándose con la sangre; la habitación en la que resisten Leon y Mathilda surcada por los haces de luz roja de los francotiradores; el plano subjetivo de la salida de Leon del hotel al final del film.
Pero más allá de esas imágenes y momentos puntuales, el resto es un ejercicio de estilo tan artificioso como forzado: la relación entre el asesino a sueldo y la niña se queda en la mera superficie (la bochornosa escena en la que juegan "a las películas") y el adiestramiento de Mathilda se reduce a un vacuo vídeo-clip a ritmo de Björk. El desarrollo de la acción cae en numerosas inverosimilitudes (Mathilda entra en las oficinas de la D.E.A. con una bolsa llena de armas; posteriormente Leon también hará una entrada y salida del edificio del todo increíble) para llevar al film a un precipitado climax tan pirotécnico como inane. Ante todo esto, lo único que permanece en el recuerdo de Leon (El profesional) es la frescura de una primeriza Natalie Portman y el divertidísimo one man show de un Gary Oldman pasadísimo.
