USA, 1996. 101m. C.
D.: John Carpenter P.: Debra Hill & Kurt Russell G.: John Carpenter, Debra Hill & Kurt Russell, basado en los personajes creados por John Carpenter & Nick Castle I.: Kurt Russell, Steve Buscemi, Peter Fonda, Cliff Robertson F.: 2.35:1
Los espléndidos títulos de crédito de 2013: Rescate en L.A. no sólo sirven como presentación de la película en sí, sino que ofician como declaración de principios de sus intenciones. Que en las tareas de dirección, producción y guión aparezcan acreditados los nombres que ya hicieron posible la lejana 1997: Rescate en Nueva York es indicativo de hasta qué punto nos encontramos ante una película familiar. Un film hecho por y para fans del personaje de Snake Plissken. Pero si los nombres son los mismos, sus circunstancias y el contexto en el que se desarrollan son notablemente diferentes.
Especialmente en el caso de su director y guionista, John Carpenter, quien, desde luego, no es el mismo que en 1981 estrenó la primera desventura de Snake Plissken. Por entonces, el director de La niebla se había hecho un nombre a través de pequeñas películas de bajo presupuesto dentro del cine de género. Era un Carpenter que aún no había sido tentado por la gran industria. En suma, aún no había hecho La cosa, película que supuso su debut dentro de la maquinaria de gran aparato y cuya calamitosa acogida (por parte de público y crítica) es todavía recordada hoy por el cineasta norteamericano como una de las peores experiencias de su ya larga carrera. Cuando, quince años después, Carpenter retoma el personaje de Plissken, parece haber hecho las paces con la industria tras el proceso de purificación que supuso su regreso a la Serie B con El príncipe de las tinieblas en 1987. Pero los sendos fracasos de Memorias de un hombre invisible y su remake El pueblo de los malditos podrían hacernos pensar que nos encontramos ante un run for cover en toda regla. Una imagen nos demostrará que estamos muy equivocados: un travelling recorre las gigantescas letras que dan nombre a la meca del cine, situadas en Cahuenga Peak, y que son pasto de las llamas: John Carpenter ha utilizado la secuela de 1997: Rescate en Nueva York como un ajuste de cuentas con Hollywood.
Al igual que ocurría con aquel film, 2013: Rescate en L.A. comienza situándonos en el escenario en el que transcurrirá la acción. Pero hay una diferencia notable: si en aquella, un sencillo gráfico servía para resumir toda la situción, aquí Carpenter escenifica el terremoto que asoló Los Angeles, convirtiéndola en una nueva prisión a la que deportar a todo ciudadano que no se ciña por las severas normas morales creadas por el presidente de los USA, haciendo uso de los avanzados efectos digitales, mostrando a los edificios haciéndose añicos y a los puentes derrumbándose. La intención parece clara: demostrar el mayor nivel de producción con el que cuenta ahora Carpenter, en contraste con la austeridad de antaño. Pero esta avanzada tecnología se fractura con la presentación de Plissken: con la misma ropa que en la primera película y en la misma situación (dentro de un furgón, esposado) parece surgido de una máquina del tiempo, como si para él no hubiera pasado el tiempo y siguiera viviendo en 1997.
La nueva misión de Snake, rescatar un disco que ha caído en manos de un grupo rebelde y cuyo poder puede anular toda la tecnología del planeta, copia la estructura de 1997: Rescate en Nueva York, tanto en las situaciones generales (Snake vuelve a luchar contra el tiempo, los excéntricos personajes con los que se encuentra) como particulares (Snake sentándose en una destartalada silla) planteándose mas como un remake que una secuela. Pero Snake está más viejo y ya no tiene paciencia para determinadas tonterías. Y Carpenter tampoco. Que la acción se sitúe en la ciudad de Los Angeles y que zonas tan famosas como Mulholland Drive o Sunset Boulevard sean sus principales localizaciones no son una casualidad: en 2013: Rescate en L.A. Carpenter evidencia su desprecio ante el cine de acción coetáneo que impone la dictadura de los efectos especiales y la pirotecnia sobre la narración.
Como si fuera un agente subversivo infiltrado, Carpenter hace uso de la materia prima de los blockbusters de temporada para dinamitarlos con su insobornable posición de humilde storyteller. El uso que da a la magia digital es tan naïf y voluntariamente demodé que recuerda a las transparencias y maquetas que utilizó en la primera película. El itinerario de 2013: Rescate en L.A. parece buscar el más difícil todavía, lleno de situaciones tan exageradas (las maniobras que hace Snake con una moto) y estrafalarias (la prueba de baloncesto) que dotan al film de una atmósfera casi surrealista (Snake convertido en un improvisado surfista), a un paso de caer en el ridículo, pero siempre sostenida por el pulso narrativo de Carpenter quien, con el clasicismo de su puesta en escena y la elegancia de sus composiciones, trasciende ese material de derribo para convertirlo en un divertidísimo espectáculo a la vez que una impecable película de acción.
Si 1997: Rescate en Nueva York hacía gala de un cierto desencanto, 2013: Rescate en L.A. resulta directamente nihilista. A través de la radical acción final de su personaje, Carpenter le da la espalda a la tecnología como motor central de cine para reinvindicar la pureza primitiva del cuentacuentos. Los años han pasado y Carpenter, al igual que sus héroes, cada vez se siente más solo y cansado, pero ahora, además, está muy enfadado.
Especialmente en el caso de su director y guionista, John Carpenter, quien, desde luego, no es el mismo que en 1981 estrenó la primera desventura de Snake Plissken. Por entonces, el director de La niebla se había hecho un nombre a través de pequeñas películas de bajo presupuesto dentro del cine de género. Era un Carpenter que aún no había sido tentado por la gran industria. En suma, aún no había hecho La cosa, película que supuso su debut dentro de la maquinaria de gran aparato y cuya calamitosa acogida (por parte de público y crítica) es todavía recordada hoy por el cineasta norteamericano como una de las peores experiencias de su ya larga carrera. Cuando, quince años después, Carpenter retoma el personaje de Plissken, parece haber hecho las paces con la industria tras el proceso de purificación que supuso su regreso a la Serie B con El príncipe de las tinieblas en 1987. Pero los sendos fracasos de Memorias de un hombre invisible y su remake El pueblo de los malditos podrían hacernos pensar que nos encontramos ante un run for cover en toda regla. Una imagen nos demostrará que estamos muy equivocados: un travelling recorre las gigantescas letras que dan nombre a la meca del cine, situadas en Cahuenga Peak, y que son pasto de las llamas: John Carpenter ha utilizado la secuela de 1997: Rescate en Nueva York como un ajuste de cuentas con Hollywood.
Al igual que ocurría con aquel film, 2013: Rescate en L.A. comienza situándonos en el escenario en el que transcurrirá la acción. Pero hay una diferencia notable: si en aquella, un sencillo gráfico servía para resumir toda la situción, aquí Carpenter escenifica el terremoto que asoló Los Angeles, convirtiéndola en una nueva prisión a la que deportar a todo ciudadano que no se ciña por las severas normas morales creadas por el presidente de los USA, haciendo uso de los avanzados efectos digitales, mostrando a los edificios haciéndose añicos y a los puentes derrumbándose. La intención parece clara: demostrar el mayor nivel de producción con el que cuenta ahora Carpenter, en contraste con la austeridad de antaño. Pero esta avanzada tecnología se fractura con la presentación de Plissken: con la misma ropa que en la primera película y en la misma situación (dentro de un furgón, esposado) parece surgido de una máquina del tiempo, como si para él no hubiera pasado el tiempo y siguiera viviendo en 1997.
La nueva misión de Snake, rescatar un disco que ha caído en manos de un grupo rebelde y cuyo poder puede anular toda la tecnología del planeta, copia la estructura de 1997: Rescate en Nueva York, tanto en las situaciones generales (Snake vuelve a luchar contra el tiempo, los excéntricos personajes con los que se encuentra) como particulares (Snake sentándose en una destartalada silla) planteándose mas como un remake que una secuela. Pero Snake está más viejo y ya no tiene paciencia para determinadas tonterías. Y Carpenter tampoco. Que la acción se sitúe en la ciudad de Los Angeles y que zonas tan famosas como Mulholland Drive o Sunset Boulevard sean sus principales localizaciones no son una casualidad: en 2013: Rescate en L.A. Carpenter evidencia su desprecio ante el cine de acción coetáneo que impone la dictadura de los efectos especiales y la pirotecnia sobre la narración.
Como si fuera un agente subversivo infiltrado, Carpenter hace uso de la materia prima de los blockbusters de temporada para dinamitarlos con su insobornable posición de humilde storyteller. El uso que da a la magia digital es tan naïf y voluntariamente demodé que recuerda a las transparencias y maquetas que utilizó en la primera película. El itinerario de 2013: Rescate en L.A. parece buscar el más difícil todavía, lleno de situaciones tan exageradas (las maniobras que hace Snake con una moto) y estrafalarias (la prueba de baloncesto) que dotan al film de una atmósfera casi surrealista (Snake convertido en un improvisado surfista), a un paso de caer en el ridículo, pero siempre sostenida por el pulso narrativo de Carpenter quien, con el clasicismo de su puesta en escena y la elegancia de sus composiciones, trasciende ese material de derribo para convertirlo en un divertidísimo espectáculo a la vez que una impecable película de acción.
Si 1997: Rescate en Nueva York hacía gala de un cierto desencanto, 2013: Rescate en L.A. resulta directamente nihilista. A través de la radical acción final de su personaje, Carpenter le da la espalda a la tecnología como motor central de cine para reinvindicar la pureza primitiva del cuentacuentos. Los años han pasado y Carpenter, al igual que sus héroes, cada vez se siente más solo y cansado, pero ahora, además, está muy enfadado.
5 comentarios:
Hola. Es la primera vez que entro en tu blog y, la verdad, me encanta cómo escribes. Así que pienso seguirte en adelante. Saludos.
PD. Estoy completamente de acuerdo en todo lo que dices sobre El retorno del Jedi.
Felicitaciones por las dos acertadas reseñas de las películas de Snake. Cuando me apetece ver cine de acción bien hecho de verdad nunca me defrauda un nuevo visionado de estas dos maravillas, realizadas de una manera que ya es imposible encontrar en el panorama actual.
Me gusta esa reflexión final sobre el héroe cansado y enfadado. Y razones para ello no le faltan al director ni al personaje protagonista.
-Atticus: le doy la bienvenida oficial al blog y me alegro que le guste. Le anoto en el bando de detractores de El retorno del Jedi que empezamos a ser legión.
-Javier: como le dije a su hermano cuando acabó la película: manda narices que tenga que venir un tío de casi 60 años para enseñarnos como se hace un film de acción.
A mi no me gustó. Pero más que nada porque creo que es DEMASIADO igual que la primera parte. La forma de atraparle, los gadjets, como se libra de las amenazas....
Pues precisamente su condición de pseudo-remake a mí me pareció muy atractivo: la tecnología puede avanzar, pero los auténticos (y viejos) héroes siguen los métodos de siempre.
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