martes, 18 de enero de 2011

Un hombre lobo americano en Londres

(An American Werewolf in London)
UK/USA, 1981. 97m. C.
D.: John Landis P.: George Folsey Jr. G.: John Landis I.: David Naughton, Jenny Agutter, Griffin Dune, John Woodvine F.: 1.85:1

La risa contra el miedo
Que Un hombre lobo americano en Londres se estrenara sólo cuatro meses después de Aullidos demuestra el interés del cine de terror, recién iniciada la década, por revisar los mitos clásicos del género en general y la figura del hombre lobo en particular (señalemos también el estreno de títulos coetáneos como En compañía de lobos, Lobos humanos o El beso de la pantera). Si las películas de John Landis y Joe Dante coinciden en servir de muestra de las avanzadas técnicas en efectos especiales de maquillaje (el creador del maquillaje de Aullidos, Rob Bottin, era el alumno aventajado de Rick Baker, encargado de los efectos de la película que nos ocupa) su mirada a la licantropía es bien distinta. Mientras que la película de Dante intentaba (y conseguía) actualizar el mito buscando el equilibrio entre clasicismo y modernidad, Landis se acoge a una perspectiva postmoderna a través de una mirada irónica a dicho mito que no está reñida con la fidelidad y el respeto a su esencia. En resumen, Un hombre lobo americano en Londres es una parodia que da miedo.

La secuencia de apertura resulta ejemplar con lo dicho: los protagonistas, David y Jack, dos turistas americanos perdidos en un remoto e inhóspito paraje rural se refugian del frío en un extraño bar llamado "El cordero degollado". La actitud de los dos jóvenes contrasta con el ambiente del bar: mientras que ellos no paran de hacer bromas y reirse del pintoresquismo del lugar, los lugareños les observan con un silencio reverencial. Dicho silencio parece ser producto de un pacto de silencio entre los miembros de un grupo atemorizado por un secreto del que todos se sienten culpables.

Los símbolos esotéricos que adornan el lugar convierten la posada en un decorado salido de una barata película de terror, un anacronismo desde la perspectiva de los urbanos protagonistas quienes son incapaces de tomárselo en serio. Este elemento distanciador es anulado en el momento en el que David y Jack son acosados por una criatura invisible (su presencia siempre está fuera de campo) surgida de la nada: los rugidos de la bestia, la niebla que rodea a los desnortados protagonistas, los movimientos desesperados de estos dotan al conjunto de una atmósfera absolutamente aterradora.


La bestia interior

Si en Aullidos el hombre lobo era el otro, lo extraño, Un hombre lobo americano en Londres adopta un punto de vista subjetivo de la maldición de la luna llena, mostrando el proceso desde la ignorante perspectiva del protagonista, David. Mientras este se recupera en un hospital del ataque sufrido por una criatura que le ha dejado malherido, y que causó la muerte de Jack, Landis utiliza una serie de secuencias oníricas para explicar lo que se está incubando en el interior de su protagonista: el análisis de estas pesadillas muestran como su cuerpo y su mente se van adaptando a lo que, ahora, son:

1) el primer sueño arranca con unos travellings en primera persona a través de un bosque. A continuación se nos muestra a David corriendo desnudo entre los árboles y atacando a un ciervo, de quien devora su carne. Una secuencia que certifica el surgimiento del instinto animal de David.

2) el segundo también tiene lugar en ese mismo bosque. En esta ocasión, David está vestido y se ve a sí mismo en la cama del hospital. Cuando nos acercamos, el rostro de David cambia de repente en una máscara horrorosa: una transformación que enfrenta a David consigo mismo: él mismo se da cuenta de que se está convirtiendo en algo que no reconoce y que le da miedo.


3) la tercera pesadilla cambia el escenario: David está en su hogar, acompañado de su familia. Una escena idílica que se interrumpe bruscamente con la aparición de un grupo de hombres con máscaras monstruosas que aniquila brutalmente a todos: David es consciente de que su presencia pone en peligro la vida de aquellos a los que quiere.


Que en ningún momento se nos muestre un solo lobo resulta coherente con el desconocimiento que el protagonista tiene de qué le está pasando. En este sentido también funciona las constantes apariciones del espectro de Jack, cada vez más putrefacto, advirtiéndole del peligro que representa y la necesidad de que termine con su vida: a modo de sangriento Pepito Grillo, Jack representa la culpabilidad que atenaza a David, quien huyó cuando el primero fue atacado. Esta idea puede hacernos pensar que quizás, como opina el doctor Hirsch, David no se está convirtiendo en un hombre lobo, pero sí actúa como tal sugestionado por el folclore de la sombría región donde fue atacado. Incluso los ataque nos son mostrado de manera elíptica, como si fueran espacios en blanco en la mente de David quien, una vez que vuelve a su estado normal, no recuerda nada de lo que ha pasado.

Todo lo contrario que la transformación licantrópica que nos es mostrada con todo lujo de detalles y dinamitando todos los lugares comunes del género: la escena se desarrolla en una habitación completamente iluminada y con el protagonista desnudo. De esta menera, podemos observar atentamente como sus huesos se quiebran, sus extremidades se estiran y, en general, todo su cuerpo muta teniendo como fondo sonoro los agonizantes gritos de dolor de su sufrido protagonista: la conversión de Un hombre lobo americano en Londres es, sin duda, la más realista de la historia dese un punto de vista biológico, subrayando el terrible dolor que causaría el que nuestro cuerpo cambiase de tan radical manera.

Un hombre lobo cosmopolita
Aparte de la presencia de sus maquilladores, hay otros puntos de conexión entre Aullidos y Un hombre lobo americano en Londres. Algunos anecdóticos (en las dos se utiliza un cine porno como escenario) y otras más importantes como es la localización del origen de las criaturas en cerrados ambientes rurales, apartados de la mirada urbanita y moderna de las grandes ciudades (La Colonia y Los Ángeles en la película de Dante; el pueblo East Proctor y Londres, en la de Landis) estableciendo una frontera entre lo clásico y lo moderno que se acabará derrumbando.

Así, la estructura de
Un hombre lobo americano en Londres va de lo individual a lo colectivo -del ataque de los dos protagonistas en East Proctor a la masacre producida en Piccadilly Circus- funcionando como metáfora de la ruidosa aparición de un elemento clásico en un entorno moderno. Que en el clímax de Un hombre lobo americano en Londres lo romántico y lo horroroso se den la mano en un oscuro callejón con consecuencias trágicas confirma la armoniosa integración del pasado y el presente del cine de terror.


4 comentarios:

fer1980 dijo...

Muy buena pelicula esta si señor, creo que al defines perfectamente con eso de "es una parodia que da miedo", y es que realmente lo da, de las pelis de "cambia pieles" que mencionas (En compañía de lobos, Lobos humanos o El beso de la pantera), también las he visto todas la mejor sin duda la de Schrader, pero las otras dos también me gustaron, en especial En compañia de lobos con su visión tan onirica y en cierto sentido perversa del cuento de Caperucita.

José M. García dijo...

Resulta difícil de creer hoy día que esta moda lobuna de los 80 diera tan grandes películas, auque no hay que olvidar que detrás de las cámaras siempre había directores de marcada personalidad.

Puestos a elegir una, tengo claro que me quedaría con Aullidos, cuyo visionado siempre me trae a la cabeza la esencia más pura, noble y maravillosa de los fantástico.

Un saludo.

José L. Solé dijo...

Estupendo análisis de esta, vamos a llamarla así, terrorífica comedia. Muy entretenida, por ponerle un "pero", quizás deberían haber aprovechado más y mejor los exteriores de una ciudad tan siniestra como Londres de noche...
El cine porno que mencionas comparándola con "Aullidos" más que una anécdota me parece una metáfora del deseo salvaje y animal (inhumana) de la bestia que anida en el interior de todo hombre...

Saludos.-

José M. García dijo...

Bienvenido al blog, Krust. Esa interpretación que haces de dicha escena la veo perfectamente válida para el film de Joe Dante (donde la proyección de la película pornográfica y el escenario -una cabina de un sex-shop- adquiría mucha más importancia), pero creo que en el caso de Landis no es más que un gang socarrón. Aunque podría equivocarme, claro.

Un saludo.