USA, 1991. 90m. C.
D.: Martin Kritosser P.: Richard N. Gladstein & Brian Yuzna G.: Martin Kritosser & Brian Yuzna I.: William Thorne, Jane Higginson, Neith Hunter, Mickey Rooney F.: 1.85:1
A estas alturas ha quedado sobradamente demostrado que la saga de Silent Night, Deadly Night ha tenido como principal objetivo el jugar al despiste con sus seguidores, mutando de entrega en entrega en un intento de romper cualquier expectativa previa del espectador. Pero no sólo a nivel argumental, sino, y aquí radica lo más sorprendente, a un nivel interno puramente cualitativo, dinamitando la regla no escrita por la cual cuanto mayor es el número que acompaña al título de una saga, más baja es la calidad del film: las dos últimas entregas de la franquicia, de un total de cinco, son notablemente superiores a las partes precedentes. Juegos diabólicos, la última entrega hasta el momento, sirve de confirmación a lo dicho, pero con ciertos matices.
Porque si la forma vuelve a alejarse de los inicios de la serie, el fondo de Juegos diabólicos nos remite a Noche de paz, noche de muerte a la hora de afrontar el lado más siniestro de la Navidad a través de los ojos ilusionados de un niño. De esta manera, el inicio del film se nos presenta como un remake del prólogo de aquel título fundacional, sustituyendo el subgénero slasher por el de muñecos asesinos. De nuevo, en plenas fechas navideñas, un niño, Derek, será testigo del macabro trasfondo de la festividad a través de la fusión del sexo (descubre a sus padres haciendo el amor) y la muerte (su padre será brutalmente asesinado por un juguete con forma de Papá Noel). Juegos diabólicos resulta una propuesta más perversa que la de Noche de paz, noche de muerte al convertir la figura del juguete, esencia de la ilusión infantil materializada en un objeto inanimado, en fuente de terror.
El productor y guionista Brian Yuzna (quien se había encargado de las tareas de dirección de la anterior entrega, Ritos satánicos) vuelve a utilizar como base los lugares comunes de un género clásico para, a continuación, deformarlo con la inclusión de lo extraño. Como guiño a la saga, Juegos diabólicos toma la forma de un slasher común, con una estructura construida siguiendo una serie de crímenes creativos y con la inclusión de una pareja de adolescentes retozones. Que la mano asesina no sea la de un asesino enmascarado, sino las piezas de plástico de diferentes tipo de juguetes, introduce un elemento surrealista que conecta tanto con la mirada fantasiosa del niño protagonista como con las intenciones de Screaming Mad George de desarrollar y llevar un paso más lejos sus creaciones irreales, confirmándose como uno de los especialistas más imaginativos (a la vez que retorcidos) del panorama ("surrealistic visual design and effects" rezan textualmente los créditos).
Si en Ritos satánicos Brian Yuzna entraba en el terreno de lo esotérico para relatar una cruel fábula feminista, Juegos diabólicos entra en territorios más físicos y grotescos. El giro final transforma a la película en una variante cyberpunk y sexualizada de la clásica figura de Pinocho: la escena en la que un androide con cuerpo de látex intenta violar a la madre de Dereck parece querer inaugurar una nueva parafilia con su combinación de incesto, fetichismo y electrónica, abriendo inéditos (y peligrosos) caminos en el campo de los muñecos hinchables de última generación.
Porque si la forma vuelve a alejarse de los inicios de la serie, el fondo de Juegos diabólicos nos remite a Noche de paz, noche de muerte a la hora de afrontar el lado más siniestro de la Navidad a través de los ojos ilusionados de un niño. De esta manera, el inicio del film se nos presenta como un remake del prólogo de aquel título fundacional, sustituyendo el subgénero slasher por el de muñecos asesinos. De nuevo, en plenas fechas navideñas, un niño, Derek, será testigo del macabro trasfondo de la festividad a través de la fusión del sexo (descubre a sus padres haciendo el amor) y la muerte (su padre será brutalmente asesinado por un juguete con forma de Papá Noel). Juegos diabólicos resulta una propuesta más perversa que la de Noche de paz, noche de muerte al convertir la figura del juguete, esencia de la ilusión infantil materializada en un objeto inanimado, en fuente de terror.
El productor y guionista Brian Yuzna (quien se había encargado de las tareas de dirección de la anterior entrega, Ritos satánicos) vuelve a utilizar como base los lugares comunes de un género clásico para, a continuación, deformarlo con la inclusión de lo extraño. Como guiño a la saga, Juegos diabólicos toma la forma de un slasher común, con una estructura construida siguiendo una serie de crímenes creativos y con la inclusión de una pareja de adolescentes retozones. Que la mano asesina no sea la de un asesino enmascarado, sino las piezas de plástico de diferentes tipo de juguetes, introduce un elemento surrealista que conecta tanto con la mirada fantasiosa del niño protagonista como con las intenciones de Screaming Mad George de desarrollar y llevar un paso más lejos sus creaciones irreales, confirmándose como uno de los especialistas más imaginativos (a la vez que retorcidos) del panorama ("surrealistic visual design and effects" rezan textualmente los créditos).
Si en Ritos satánicos Brian Yuzna entraba en el terreno de lo esotérico para relatar una cruel fábula feminista, Juegos diabólicos entra en territorios más físicos y grotescos. El giro final transforma a la película en una variante cyberpunk y sexualizada de la clásica figura de Pinocho: la escena en la que un androide con cuerpo de látex intenta violar a la madre de Dereck parece querer inaugurar una nueva parafilia con su combinación de incesto, fetichismo y electrónica, abriendo inéditos (y peligrosos) caminos en el campo de los muñecos hinchables de última generación.
1 comentario:
Como se indica en el texto, aquí finaliza el repaso a esta curiosa saga y, con ella, mi particular contribución a estas fechas tan señaladas.
Un saludo a todos y espero que hayáis disfrutado de unas buenas Navidades.
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