(Terminator 3: Rise of the Machines) USA/Alemania/UK, 2003. 109m. C.
D.: Jonathan Mostow
I.: Arnold Schwarzenegger, Nick Stahl, Claire Danes, Kristanna Loken
Terminator 3. La rebelión de las máquinas no es una secuela, sino un episodio piloto. A pesar del extraordinario éxito de la anterior entrega, Terminator 2. El juicio final, el desinterés de su creador, James Cameron, a continuar la historia y el carácter cerrado de esta, en la cual los personajes lograban evitar el futuro apocalíptico, parecía alejar por completo a la máquina asesina (o no) de las pantallas cinematográficas para relegar su presencia al mundo de los comics con la extensas colecciones de la editorial norteamericana Dark Horse. Pero está claro que para Hollywood una década es suficiente para replantear las cosas y la saga iniciada con Terminator se suma a la moda del revival. De esta manera, Terminator 3. La rebelión de las máquinas se presenta como un mero trámite, preparando el terreno para el futuro y para lo que la industria, sin duda, ansía: la lucha en el futuro contra las máquinas. Este componente serial queda confirmado en el comienzo y el final de la película: como si fuese un catódico "en el anterior episodio", los primeros minutos precréditos suponen un resumen de los hechos acaecidos en los dos anteriores films (de hecho, el primer plano es idéntico al que clausuraba Terminator 2. El juicio final: un travelling por una carretera nocturna); mientras que el final resulta deliberadamente abierto, todo un cliffhanger de cara al episodio/entrega siguiente (y que en su descaro llega a estropear la sorpresa ante un final que inicialmente sorprende por su dureza).
Terminator 3. La rebelión de las máquinas es una película que había que hacer, independientemente de que alguien sepa qué es lo que se quiere hacer con ella concretamente. Los productores quieren hacerla porque no se concibe el no seguir exprimiendo una franquicia que ha dado suculentos beneficios (y que los puede seguir dando); y Schwarzenegger necesita hacerla, buscando un éxito con el que resarcirse de sus últimos (y variados) fracasos comerciales. En medio de esta encrucijada de intereses, Terminator 3. La rebelión de las máquinas se queda en tierra de nadie. Jonathan Mostow construye un relato sencillo y directo, planteando una mínima excusa argumental que sirva de unión a las esperadas escenas de acción, deudoras del estilo Cameron pero sin la fuerza ni la agresividad de éste (por ejemplo, la secuencia de la grúa, todo un despliegue pirotécnico que si algo demuestra es la capacidad destructora de la industria americana cuando se lo propone) y esperando que la presencia en esta ocasión de un terminator femenino de última generación sea lo suficientemente novedosa para resultar atractiva (pero al que no se le saca todo el partido posible, ni letal ni sexual).
Lo que resta es una acumulación de guiños y lugares comunes con los que conseguir la complicidad inmediata de los fans más recalcitrantes. Hay una secuencia que resume a la perfección el estilo autoparódico de esta desafortunada tercera entrega: tras aparecer proveniente del futuro, el T-101 entra en el primer local que encuentra para conseguir ropa. Resultará ser un local de strip-tease masculino en el que su presencia desnuda pasa desapercibida. Quizás de haber llevado este tono a sus últimas consecuencias nos hubiéramos encontrado ante un resultado más divertido y coherente: Terminator 3. La rebelión de las máquinas es, en el fondo, un "Terminator Movie" que no quiere reconocerlo.
Terminator 3. La rebelión de las máquinas es una película que había que hacer, independientemente de que alguien sepa qué es lo que se quiere hacer con ella concretamente. Los productores quieren hacerla porque no se concibe el no seguir exprimiendo una franquicia que ha dado suculentos beneficios (y que los puede seguir dando); y Schwarzenegger necesita hacerla, buscando un éxito con el que resarcirse de sus últimos (y variados) fracasos comerciales. En medio de esta encrucijada de intereses, Terminator 3. La rebelión de las máquinas se queda en tierra de nadie. Jonathan Mostow construye un relato sencillo y directo, planteando una mínima excusa argumental que sirva de unión a las esperadas escenas de acción, deudoras del estilo Cameron pero sin la fuerza ni la agresividad de éste (por ejemplo, la secuencia de la grúa, todo un despliegue pirotécnico que si algo demuestra es la capacidad destructora de la industria americana cuando se lo propone) y esperando que la presencia en esta ocasión de un terminator femenino de última generación sea lo suficientemente novedosa para resultar atractiva (pero al que no se le saca todo el partido posible, ni letal ni sexual).
Lo que resta es una acumulación de guiños y lugares comunes con los que conseguir la complicidad inmediata de los fans más recalcitrantes. Hay una secuencia que resume a la perfección el estilo autoparódico de esta desafortunada tercera entrega: tras aparecer proveniente del futuro, el T-101 entra en el primer local que encuentra para conseguir ropa. Resultará ser un local de strip-tease masculino en el que su presencia desnuda pasa desapercibida. Quizás de haber llevado este tono a sus últimas consecuencias nos hubiéramos encontrado ante un resultado más divertido y coherente: Terminator 3. La rebelión de las máquinas es, en el fondo, un "Terminator Movie" que no quiere reconocerlo.
2 comentarios:
La peor de toda la saga, pero tiene un par de cosas interesantes y ese final en que la raza humana pierda simplemente me encantó.
Aún no he visto TERMINATOR SALVATION. Cuando lo haga, dejaré aquí mis impresiones, por supuesto, aunque no albergo muchas esperanzas a pesar de que me gustó (y mucho) LOS ÁNGELES DE CHARLIE. A ver si McG consiguió sacar a flote el proyecto.
Y sí, el final nos pilló por sorpresa a todos.
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