
Australia, 1979. 88m. C.
D.: George Miller P.: Byron Kennedy G.: James McCausland & George Miller, basado en una idea de George Miller & Byron Kennedy I.: Mel Gibson, Joanne Samuel, Hugh Keays-Byrne, Steve Bisley F.: 2.35:1

Los primeros quince minutos de Mad Max. Salvajes de la autopista consiste en la mencionada persecución con la que un grupo de policías motorizados intentan cercar al Jinete Nocturno. Un espectacular arranque en el que la velocidad se impone como mensaje narrativo: los angulosos planos en scope dinamizan y resaltan esa velocidad, mostrando la carretera como un circuito sin horizonte, inacabable y libre. Los brutales choques que sufren ambos bandos (el vehículo del Jinete Nocturno atravesando una caravana parada en medio de la carretera; uno de los coches policíales se va destrozando poco a poco hasta quedar varado a un lado de la carretera) instaura un clima de violencia y caos que resulta definitorio del apocalíptico entorno en el que se mueven los personajes.
Los escenarios que nos muestra la película no parecen formar parte de un todo, de un espacio cartografiado, sino que son puntos aislados, lo que intensifica el ambiente abstracto de Mad Max. Salvajes de la autopista: la comisaría, siempre mostrada en contrapicado, recortada sobre un cielo enrojecido, parece se el único edificio que ha sobrevivido al paso de un devastador huracán. Mad Max. Salvajes de la autopista no necesita mostrar con todo lujo de detalles su entorno degradado sino que, al contrario, lo deja fuera de pantalla con un resultado desolador: realmente parece que ahí fuera no hay nada más que kilómetros y kilómetros de carreteras. No resulta extraño que el escritor J.G. Ballard celebrara la siguiente entrega de la saga, Mad Max 2. El guerrero de la carretera, pues ya en este título inaugural se describe un universo deshumanizado en el que el ser humano ha vendido su alma a la tecnología, en este caso, los vehículos de motor, para sobrevivir, habitual en la obra del autor de Crash.
La vida familiar de Max aparece como contraposición a ese infierno de asfalto: la casa que comparte con su mujer y su hijo pequeño está situada en medio de la naturaleza, al lado del mar. El interior de la casa está llena de plantas formando un ambiente casi primitivo, como si sus habitantes fueran miembros de una extinta tribu aborigen al margen de la evolución: Max y su mujer siempre andan descalzos por la casa, su hijo juega despreocupadamente en el suelo. Armonía, relajación y amor se respira en el ambiente tanto en los gestos (su mujer le declara su amor a través del lenguaje de signos, como si el lenguaje aún no hubiese sido desarrollado) como por la vestimenta (Max se viste con una camiseta de tirantes cuya ligereza y blancura se opone al fetichista uniforme de cuero negro que utiliza en su trabajo).
En un momento del film, Max le dice a su jefe que quiere dejar el cuerpo. Cuando éste le pregunta el motivo, Max responde con franqueza: tiene miedo. Pero no miedo de morir en acto de servicio, sino de convertirse en un nuevo Jinete Nocturno: un ser cuyo único objetivo es conducir, recorrer una carretera interminable, devastando todo lo que encuentra a su alrededor. Max se agarra a su familia como único medio para mantener su cordura y su esencia humana en una serie de escenas idílicas que retratan las vacaciones que pasa con ellos. Pero la carretera no está dispuesto a dejar a escapar a uno de los suyos, al menos no sin recibir nada a cambio. La excelente escena en el bosque, en la que la mujer de Max es acosada por un grupo de motoristas punk, muestra como éstos se ocultan entre los árboles, contagiando con su intromisión el seguro hábitat que Max y los suyos han construido. La persecución, como no podía ser de otra manera, llega a su fin en una carretera, la cual recibe, ansiosa, la sangre de los familiares de Max, sellando de esta manera su destino.
Perdido su único vínculo con una vida estable, Max no tiene más remedio que volver a enfundarse su traje y conducir su coche para enfrentarse con aquellos que le han arrebatado todo sin darse cuenta que, en realidad, no son más que piezas que sirven de diversión para el disfrute de los Dioses de la carretera. Finalmente, Max ha perdido: se ha convertido en lo que más temía. Si al principio, como indicábamos, se le relacionaba con su vehículo con planos detalles, ahora un plano general confirma la fusión: Max se dirige hacia su vehículo cuando su figura desaparece y es sustituida por el coche; sus enemigos le neutralizan una pierna y un brazo, pero él sigue adelante, igual que un coche dañado pero que sigue funcionando. Mad Max. Salvajes de la autopista supone la descripción del método de depuración que un mundo agonizante hace de uno de sus habitantes (vaciándolo de todo sentimiento y esperanzas): Max primero tiene que dejar de ser hombre, para convertirse en mito en Mad Max 2. El guerrero de la carretera.
