Países Bajos/UK/USA, 2011. 85m. BN
D.: Tom Six P.: Ilona Six & Tom Six G.: Tom Six I.: Laurence R. Harvey, Ashlynn Yennie, Maddie Black, Kandace Caine
The Human Centipede (First Sequence) supuso un perfecto ejemplo de las capacidades de un medio como Internet para elaborar algo así como la puesta al día de las leyendas urbanas adaptadas a la inmediated y a la fugacidad de las redes sociales: es decir, un fenómeno del que todo el mundo participa, pero al que nadie tiene acceso directo. La ópera prima de Tom Six hacía del culto prefabricado una carta de presentación que valía por sí misma: en realidad, no era necesario ver la película o que ni siquiera se estrenara, lo importante era como su nombre y el enunciado de sus medios corrían como la pólvora alimentando un hype que, inevitablemente, se desinflaría al visionar el film. Que finalmente The Human Centipede (First Sequence) fuera una película tan convencional como mediocre no significaba mucho, lo importante era la onda sísmica que había producido su enunciado. Debido a la limitada distribución del film y a su carácter casi clandestino resulta difícil concluir si Tom Six consiguió sus objetivos, pero el hecho de que esta segunda entrega difiera tan notablemente, tanto en el tono como en la estética, de su predecesora atestigua que puede que no sea un buen director de cine, pero sí conoce cómo funciona el medio y el público al que se dirige. Los trucos de prestidigitación funcionan una sola vez, por tanto, es hora de cumplir con la ración de emociones extremas que prometía (y que no ofrecía) con su primer título.
The Human Centipede 2 (Full Sequence) comienza reafirmando su condición de secuela recuperando la escena que clausuraba su predecesora. La utilización del blanco y negro parece utilizarse para subrayar su condición de flashback, de objeto recuperado del pasado, pero a los pocos segundos nos damos cuenta de que hemos sido engañados: en realidad, es una película que el protagonista está viendo en su ordenador portátil. De esta manera, Tom Six elabora un artefacto metaligüístico con el que disculpar la asepsia de la primera parte (no era más que ficción) y justificar la sordidez de esta continuación (el blanco y negro sirve para subrayar que, esta vez, la acción es "real"; la glamourización del relato de ficción es sustituída por la carnalidad y la brutalidad del mundo real). Pero, al mismo tiempo, revela una postura arrogante por parte de su director, tanto en el dibujo que hace de un supuesto seguidor de su película como en la nociva influencia que ésta puede ocasionar. De manera tan inteligente como irresponsable, Six sigue alimentando el mito, convirtiendo al fenómeno "The Human Centipede" en una fuerza devastadora que trasciende su condición de obra cinematográfica para penetrar en los intestinos (pringosos y pútridos) de nuestra sociedad.
Con un ojo puesto en el temible ultragore alemán y otro en el más rabioso torture porn, Tom Six parece sentir envidia de la controversia causada por A Serbian Film, como si se sintiera superado a la hora de epatar a la audiencia. Alejándose de la mirada clínica y la frialdad expositiva de The Human Centipede (First Sequence), en The Human Centipede 2 (Full Sequence) elabora un caldo de cultivo que hace de la suciedad y lo repulsivo el principio y fin de todas las cosas. Todas las imágenes, y todos los elementos que contienen, están meticulosamente diseñadas para disgustar e impactar al espectador: la manera con la que la cámara se recrea en las mórbidas y sudorosas formas de su obeso protagonista, llamado Martin; la asfixiante atmósfera de su hogar, una casa inundada en sombras que comparte con su autoritaria madre; las sesiones con su psiquiatra, que revelan un pasado traumático en el que Martin sufrió abusos sexuales por parte de su padre; las insinuaciones que le hace su propio doctor.
En el momento en el que Martin decide "fabricar" su propio ciempiés humano siguiendo las indicaciones de la película original, Tom Six parece querer desarrollar un mensaje centrado en las diferencias entre la vida real y la ficción (destacar el instante en el que Martin recopila el que será su instrumental quirúrgico, formado por martillos, tijeras, grapadoras, cuchillos de cocina, anunciando lo que seguramente será una carnicería), pero la utilización de una estructura heredada del cine slasher (Martin utiliza su trabajo como vigilante de seguridad de un parking para conseguir la materia prima humana para su experimento) demuestra que quizás no esté tan interesado en hacer de su película un discurso como de llevarla a los terrenos del cine de género.
Así, el clímax final de The Human Centipede 2 (Full Sequence) se descubre como una desatada orgía de gore al límite, llena de laceraciones y mutilaciones, cabezas reventadas y recién nacidos aplastados, litros de sangre y escatología desquiciada. Toda una exhibición de atrocidades con la que su director, de manera harto desesperada, intenta batir algún tipo de récord en lo que a sensacionalismo morboso y mal gusto se refiere y, de esta manera, volver a ser la comidilla de foros, chats, blogs y, con suerte, incluso algún periódico con ánimo de denuncia. El confuso giro con el que termina la película revela, sin embargo, que el propio Tom Six no tiene muy claro como conseguirlo, evidenciando a la saga The Human Centipede como un cúmulo de palos de ciego (tanto por defecto como por exceso) con el que disimular su falta de talento a través del golpe de efecto más estruendoso.
The Human Centipede 2 (Full Sequence) comienza reafirmando su condición de secuela recuperando la escena que clausuraba su predecesora. La utilización del blanco y negro parece utilizarse para subrayar su condición de flashback, de objeto recuperado del pasado, pero a los pocos segundos nos damos cuenta de que hemos sido engañados: en realidad, es una película que el protagonista está viendo en su ordenador portátil. De esta manera, Tom Six elabora un artefacto metaligüístico con el que disculpar la asepsia de la primera parte (no era más que ficción) y justificar la sordidez de esta continuación (el blanco y negro sirve para subrayar que, esta vez, la acción es "real"; la glamourización del relato de ficción es sustituída por la carnalidad y la brutalidad del mundo real). Pero, al mismo tiempo, revela una postura arrogante por parte de su director, tanto en el dibujo que hace de un supuesto seguidor de su película como en la nociva influencia que ésta puede ocasionar. De manera tan inteligente como irresponsable, Six sigue alimentando el mito, convirtiendo al fenómeno "The Human Centipede" en una fuerza devastadora que trasciende su condición de obra cinematográfica para penetrar en los intestinos (pringosos y pútridos) de nuestra sociedad.
Con un ojo puesto en el temible ultragore alemán y otro en el más rabioso torture porn, Tom Six parece sentir envidia de la controversia causada por A Serbian Film, como si se sintiera superado a la hora de epatar a la audiencia. Alejándose de la mirada clínica y la frialdad expositiva de The Human Centipede (First Sequence), en The Human Centipede 2 (Full Sequence) elabora un caldo de cultivo que hace de la suciedad y lo repulsivo el principio y fin de todas las cosas. Todas las imágenes, y todos los elementos que contienen, están meticulosamente diseñadas para disgustar e impactar al espectador: la manera con la que la cámara se recrea en las mórbidas y sudorosas formas de su obeso protagonista, llamado Martin; la asfixiante atmósfera de su hogar, una casa inundada en sombras que comparte con su autoritaria madre; las sesiones con su psiquiatra, que revelan un pasado traumático en el que Martin sufrió abusos sexuales por parte de su padre; las insinuaciones que le hace su propio doctor.
En el momento en el que Martin decide "fabricar" su propio ciempiés humano siguiendo las indicaciones de la película original, Tom Six parece querer desarrollar un mensaje centrado en las diferencias entre la vida real y la ficción (destacar el instante en el que Martin recopila el que será su instrumental quirúrgico, formado por martillos, tijeras, grapadoras, cuchillos de cocina, anunciando lo que seguramente será una carnicería), pero la utilización de una estructura heredada del cine slasher (Martin utiliza su trabajo como vigilante de seguridad de un parking para conseguir la materia prima humana para su experimento) demuestra que quizás no esté tan interesado en hacer de su película un discurso como de llevarla a los terrenos del cine de género.
Así, el clímax final de The Human Centipede 2 (Full Sequence) se descubre como una desatada orgía de gore al límite, llena de laceraciones y mutilaciones, cabezas reventadas y recién nacidos aplastados, litros de sangre y escatología desquiciada. Toda una exhibición de atrocidades con la que su director, de manera harto desesperada, intenta batir algún tipo de récord en lo que a sensacionalismo morboso y mal gusto se refiere y, de esta manera, volver a ser la comidilla de foros, chats, blogs y, con suerte, incluso algún periódico con ánimo de denuncia. El confuso giro con el que termina la película revela, sin embargo, que el propio Tom Six no tiene muy claro como conseguirlo, evidenciando a la saga The Human Centipede como un cúmulo de palos de ciego (tanto por defecto como por exceso) con el que disimular su falta de talento a través del golpe de efecto más estruendoso.
2 comentarios:
La película es lo que yo llamaría, una soberbia estupidez. No me gusto la primera, odio la segunda parte y posiblemente terminare viendo la tercera. Interesante blog. Un saludo desde Venezuela.
Hola. Pues estamos en las mismas: yo casi aseguraría que, tarde o temprano, acabaré viendo la tercera parte. Es ese ligero masoquismo que tenemos los aficionados al cine de terror, por mala que sea una saga, sentimos una fuerza autodestructiva que nos arrastra a ver todas sus entregas. Un saludo.
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