sábado, 5 de noviembre de 2011

Inseminoid

(Inseminoid)
UK, 1981. 93m. C.
D.: Norman J. Warren P.: Richard Gordon & David Speechley G.: Nick Maley & Gloria Maley I.: Robin Clarke, Jennifer Ashley, Stephanie Beacham, Steven Grives

Inseminoid comienza con una voz femenina de tono informático describiendo las características del inhóspito planeta helado en el que se hallan confinados los protagonistas. Una voz que recuerda a la de Madre, la inteligencia artificial con la que interactuaban los tripulantes de la nave espacial Nostromo en Alien. El octavo pasajero. No es, ni mucho menos, una casualidad. El film de Norman J. Warren supone un tan descarado como barato exploit del popular título dirigido por Ridley Scott dos años antes. Si en aquel nos encontrábamos con un grupo de camioneros espaciales, aquí son sustituidos por un grupo de arqueólogos espaciales que mientras buscan minerales se topan con una extraña criatura que poseerá a uno de ellos, inseminándole para que dé a luz a uno de su especie. Por si quedara alguna duda, Warren incluye una escena que no estoy muy seguro de si se trata de un plagio descarado o de un guiño para los fans (si la película fuera italiana lo tendría más claro): reunidos todos en el comedor y mientras comentan los recientes sucesos, uno de ellos empieza a decir que se encuentra mal, llevándose la mano al pecho. Una escena, por tanto, calcada a la famosa última cena de Kane en Alien. El octavo pasajero, no sólo por las acciones de los personajes, sino también en los trajes que llevan y el diseño del lugar.

Si algo caracteriza al cine exploitation es que no sólo se conforma con imitar el hilo argumental de su modelo, sino que se se busca potenciar y, en suma, explotar, los elementos más llamativos o populares de éste. Si el tortuoso y retorcido trabajo del artista suizo H.R. Giger envolvía a la película de Scott en una asfixiante atmósfera de erostismo soterrado, en Inseminoid éste se evidencia en la directa violación que sufre Sandy por parte del monstruoso ser que la ha capturado en una secuencia de ciertas pretenciones psicodélicas y alucinatorias (la intensa iluminación azul; el cuerpo desnudo de Sandy tumbado encima de una camilla metálica mientras la cámara gira a su alrededor; la aparición del doctor de la expedición) pero que se queda en el territorio de los psicotrónico (la imagen de Sandy con las piernas abiertas, entre las cuales surge la gigantesca cabeza del alienígena).

Aviso a todos aquellos valientes lectores que tras leer estas líneas estén dispuestos a ver la película que presten atención a la comentada secuencia de la inseminación porque será prácticamente el único momento de todo el metraje en el que se enseñará al monstruo (creado por Nick Maley, entre cuyos trabajos podemos señalar Superman y su primera secuela, La guerra de las galaxias y su continuación El imperio contraataca, Krull o Lifeforce. Fuerza vital, y entre cuyos ayudantes podemos encontrar a Bob Keen). Sin duda producto de los paupérrimos valores de producción, la mayor parte del film consiste en un típico bodycount con Sandy eliminando a sus compañeros mediante los más brutales métodos para alimentar al ser que crece en su vientre con la sangre de los cadáveres en un desarrollo deudor tanto del pasado (La invasión de los ladrones de cuerpos) como del futuro (el ultragore francés Baby Blood que se estrenará nueve años después) en un claro ejemplo de que nunca hemos de infravalorar el poder de los taquiones.

Así, Inseminoid se reduce a un grupo de personas corriendo todo el rato por una serie de pasillos vacíos y hablando más que actuando (que es gratis). Aparte de los asesinatos eficazmente sangrientos destaquemos la escena del parto, la única que consigue construir una atmósfera algo inquitante, especialmente gracias a su pegajosa fisicidad (los angustioso primeros planos de Sandy que recogen el tremendo dolor que sufre; el inserto de la cabeza del bebé alienígena surgiendo entre sus piernas; dos de sus compañeros abrazados y absolutamente aterrorizados mientras escuchan los gritos de su antigua amiga por el intercomunicador). Por lo demás, Inseminoid resulta tan absurda, aburrida y extrañamente entrañable como cabía esperar.

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