USA, 1963. 75m. BN
D.: Francis Ford Coppola P.: Roger Corman G.: Francis Ford Coppola I.: William Campbell, Luana Anders, Bart Patton, Mary Mitchel
Dementia 13 comienza con una discusión entre una pareja por dinero, seguida por una muerte y el intento por ocultar el cuerpo hundiéndolo en un lago. En la siguiente escena, vemos a la mujer, llamada Louise, en su habitación preparando una maleta mientras le da vueltas a sus planes de futuro. Tanto por lo que pasa como por la colocación de la cámara, el momento recuerda poderosamente el comienzo de la seminal Psicosis, con Marion Crane preparándose para huir de Phoenix. Este guiño a Alfred Hitchcock no es el único ni es anecdótico, más si tenemos en cuenta la presencia de Roger Corman, auténtico superviviente y maestro del cine de bajo presupuesto (tanto en su condición de creador como de mecenas de no pocos directores de prestigio: Scorsese, Cameron, Dante o el propio Coppola), experto en el reciclaje de ideas tanto propias como ajenas. Así, no ha de extrañarnos que esta Dementia 13 se nos aparezca como una revisión de Psicosis, sólo tres años después de su estreno.
Además del comentado prólogo, en Dementia 13 encontramos un viejo castillo familiar a modo de decrépito caserón en lo alto de una colina, una madre autoritaria que gusta de controlar los destinos de sus hijos y un trauma del pasado que marca a fuego a todo un linaje con la sombra de la culpabilidad sobre sus cabezas. La escena en la cual la que parecía ser la protagonista del film, y el nexo de unión emocional del espectador, es brutalmente asesinada en el primer tercio del metraje supone una declaración de principios de sus autores, tanto en lo que respecta hacia quien dirigen sus miradas como a sus intenciones.
Dentro de la filmografía del director de Los pájaros, Psicosis suponía, en teoría, un título menor más cercanos a los episodios televisivos de Alfred Hitchcock presents que a sus espectaculares títulos precedentes (de hecho, estuvo a punto de estrenarse directamente en la televisión). De bajo presupuesto, en blanco y negro y de contenidos escabrosos, su condición de film barato de terror se vió sublimado por el prodigioso talento de su director. La más celebre escena de Psicosis es reflejada en el primer asesinato de Dementia 13, la cual utiliza los mismos elementos -el agua, el arma homicida subiendo y bajando manipulada por el misterioso asesino- para devolverlos a su origen en las ciénagas del cine de terror más tremendista. La blanca y luminosa ducha en la que moría Marion Crane y el afilado cuchillo manejado por Norman Bates son sustituídos por un nocturno y frío lago y una herrumbrosa hacha. Dementia 13 supone el exploit de Psicosis que no sólo pretende aprovecharse de su éxito, sino evidenciar el espíritu granguiñolesco que se agazapaba en las perfectas imágenes diseñadas por el director de Frenesí.
Resulta inevitable que, al visionar hoy Dementia 13, el espectador inquieto busque en sus desvaídas imágenes algún destello de personalidad que prefigure, aún de manera embrionaria, el deslumbrante futuro de su director, aquí en su primera película oficial. Una tarea que puede resultar frustante, pues nos encontramos ante un trabajo antes de productor que de director, hasta el punto de que, descontento con el trabajo de Coppola, Corman contrató a Jack Hill para retocar el resultado. Si antes del film que nos ocupa, el director de El padrino se había fogueado construyendo películas utilizando materiales preexistentes de las más diversas producciones, en Dementia 13 vuelve a reincidir en ese trabajo fabricando un collage de las más diversas disciplinas del cine de terror: comenzando por el clásico esquema de volvamos-loca-a-la-vieja-y-quedemonos-con-su-dinero para convertirse en una suerte de whodunit a lo Diez negritos, pasando por el cine de psicópatas e, incluso, sin que falten apuntes del género de fantasmas.
Quizás podríamos apuntar el equilibrio que el film hace entre lo psicológico (la búsqueda en los atormentados recuerdos de los protagonistas de la clave que solucione la intriga) y lo visceral (los brutales asesinatos, con gráfica decapitación incluída); o escenas concretas como la de la boda entre Kate y Richard para enlazar Dementia 13 con las constantes posteriores de Coppola, pero lo más justo, y recomendable, es valorarla por sí misma, por su condición de film tosco y barato, retorcido e irregular, pero inequívocamente honesto.
Además del comentado prólogo, en Dementia 13 encontramos un viejo castillo familiar a modo de decrépito caserón en lo alto de una colina, una madre autoritaria que gusta de controlar los destinos de sus hijos y un trauma del pasado que marca a fuego a todo un linaje con la sombra de la culpabilidad sobre sus cabezas. La escena en la cual la que parecía ser la protagonista del film, y el nexo de unión emocional del espectador, es brutalmente asesinada en el primer tercio del metraje supone una declaración de principios de sus autores, tanto en lo que respecta hacia quien dirigen sus miradas como a sus intenciones.
Dentro de la filmografía del director de Los pájaros, Psicosis suponía, en teoría, un título menor más cercanos a los episodios televisivos de Alfred Hitchcock presents que a sus espectaculares títulos precedentes (de hecho, estuvo a punto de estrenarse directamente en la televisión). De bajo presupuesto, en blanco y negro y de contenidos escabrosos, su condición de film barato de terror se vió sublimado por el prodigioso talento de su director. La más celebre escena de Psicosis es reflejada en el primer asesinato de Dementia 13, la cual utiliza los mismos elementos -el agua, el arma homicida subiendo y bajando manipulada por el misterioso asesino- para devolverlos a su origen en las ciénagas del cine de terror más tremendista. La blanca y luminosa ducha en la que moría Marion Crane y el afilado cuchillo manejado por Norman Bates son sustituídos por un nocturno y frío lago y una herrumbrosa hacha. Dementia 13 supone el exploit de Psicosis que no sólo pretende aprovecharse de su éxito, sino evidenciar el espíritu granguiñolesco que se agazapaba en las perfectas imágenes diseñadas por el director de Frenesí.
Resulta inevitable que, al visionar hoy Dementia 13, el espectador inquieto busque en sus desvaídas imágenes algún destello de personalidad que prefigure, aún de manera embrionaria, el deslumbrante futuro de su director, aquí en su primera película oficial. Una tarea que puede resultar frustante, pues nos encontramos ante un trabajo antes de productor que de director, hasta el punto de que, descontento con el trabajo de Coppola, Corman contrató a Jack Hill para retocar el resultado. Si antes del film que nos ocupa, el director de El padrino se había fogueado construyendo películas utilizando materiales preexistentes de las más diversas producciones, en Dementia 13 vuelve a reincidir en ese trabajo fabricando un collage de las más diversas disciplinas del cine de terror: comenzando por el clásico esquema de volvamos-loca-a-la-vieja-y-quedemonos-con-su-dinero para convertirse en una suerte de whodunit a lo Diez negritos, pasando por el cine de psicópatas e, incluso, sin que falten apuntes del género de fantasmas.
Quizás podríamos apuntar el equilibrio que el film hace entre lo psicológico (la búsqueda en los atormentados recuerdos de los protagonistas de la clave que solucione la intriga) y lo visceral (los brutales asesinatos, con gráfica decapitación incluída); o escenas concretas como la de la boda entre Kate y Richard para enlazar Dementia 13 con las constantes posteriores de Coppola, pero lo más justo, y recomendable, es valorarla por sí misma, por su condición de film tosco y barato, retorcido e irregular, pero inequívocamente honesto.
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