Hong Kong/Taiwán, 1994. 93m. C.
D.: Wong Kar Wai P.: Jeffrey Lau, Sung-lin Tsau, Jacky Pang Yee Wah & Wong Kar Wai G.: Wong Kar Wai, basado en la novela de Louis Chan I.: Brigitte Lin, Leslie Cheung, Maggie Cheung, Tony Leung Chiu Wai
No resulta extraño que tras un título (en sentido literal) tan evocador y romántico como Ashes of Time nos encontremos a un film tan evanescente e intangible como el que nos ocupa. A pesar de que, inicialmente, pueda resultar desconcertante el encontrarnos ante un producto enclavado en el género de acción dentro de la filmografía de un director más habituado a los sentimientos, en realidad, con Ashes of Time Kar Wai realiza el mismo ejercicio que tan buenos réditos le ha dado dentro de los márgenes del melodrama: deconstruirlo a través de una depuración de sus elementos rectores y más retóricos para alcanzar el núcleo desnudo que le da vida. Los títulos de crédito resultan ejemplares, en este sentido: unas artísticas manchas de tinta animadas da lugar a los nombres que componen el equipo realizador del film. Una técnica tan elocuente como estéticamente atractiva y que se impone al protagonismo de los nombres en sí, en suma, de la letra.
Estética. Este es el concepto clave en el cine de Wong Kar Wai en general y en Ashes of Time en particular. La búsqueda de la emoción, de la épica, no a través de un relato, de una historia y de unos personajes, sino a través de las imágenes que forman un mundo, un universo. El plano como principio y fin de todas las cosas; la secuencia como un cuerpo independiente del conjunto. Ante la estructura fragmentada y esquiva de Ashes of Time, haciendo de la elipsis su motor de narración, el espectador tiene la impresión de encontrarse ante un work in progress en tiempo real. Un film que se está construyendo a la vez que se proyecta. La deliberada confusión inicial entre las identidades de los personajes o sobre lo que se nos está contando (o cuando están sucediendo esos hechos) sirve para potenciar el aspecto sensorial de la película: el montaje no como el ejercicio de ordenar la narración de un film, sino como un medio asociativo capaz de descubrir la poesía oculta entre dos planos antitéticos.
En un film adscrito al subgénero wuxia pian (cine de espadachines en clave más o menos fantástica) resulta lógico que sean sus secuencias de acción las que sirvan de representación de las ideas visuales de su director. Así, las coreografías diseñadas por Sammo Hung apenas son entrevistas, siempre ocultas tras las decisiones visuales del realizador de Chungking Express para quien su valor como definición de los protagonistas está por encima de su condición de espectáculo: las cegadoras explosiones de luz que llenan el encuadre representan los problemas de visión del personaje de Tony Leung Chiu Wai, así como la cámara lenta y el tratamiento del sonido subrayan su cansancio y concentración en el resto de sus sentidos; los planos acelerados y los filtros que convierten a las figuras en manchas borrosas son producto de la frenética velocidad a la que se mueve el campesino espadachín.
En contraste con estas nerviosas escenas las imágenes de diferentes paisajes hacen gala de una calma y tranquilidad que confirma el tratamiento telúrico de un film en el que los enfrentamientos al límite de sus personajes se revelan, en realidad, pequeñas minucias ante la grandeza y la belleza de una Naturaleza que impone su condición de fuente de toda existencia. La hierba seca y los granos de arena del desierto mecidos por el viento; las montañas rocosas que divide el paisaje como si fueran fronteras naturales; los aislados árboles que se dibujan en un yermo estéril; la lluvia que cae de manera inmisericorde, borrando las huellas que cubren el suelo. Una Naturaleza que sigue su curso sin prestar atención a los diminutos humanos que la habitan con sus absurdos problemas, al igual que se suceden las estaciones que dividen el metraje a modo de capítulos.
Ashes of Time gira alrededor del gran tema rector de la obra de Wong Kar Wai: la memoria. La memoria tanto como (inestable) confirmación de la identidad personal como gruesa cadena que aprisiona a los personajes a un pasado que les mantiene en un presente estático. La utilización de un vino mágico que borra los recuerdos de quien lo bebe sirve de mcguffin de la estructura de la película, como si el propio film hubiera bebido ese líquido y no fuese capaz de construir el puzzle en su totalidad, mezclando el presente con el pasado y echando fugaces vistazos al futuro. De esta manera, volvemos a ese sugerente título que sirve de presentación de una película tan fascinante como inevitablemente irregular; en ocasiones tan penetrante como fastidiosa en otras. Después de todo, el intentar sumergirse en las oscuras aguas del oceano de lo intangible para darle forma a través de las imágenes está tan condenado al fracaso como a legar para la posteridad fragmentos de deslumbrante genio, tan ligeros y reducidos como esas cenizas de un tiempo que siempre se nos escurre entre los dedos.
Estética. Este es el concepto clave en el cine de Wong Kar Wai en general y en Ashes of Time en particular. La búsqueda de la emoción, de la épica, no a través de un relato, de una historia y de unos personajes, sino a través de las imágenes que forman un mundo, un universo. El plano como principio y fin de todas las cosas; la secuencia como un cuerpo independiente del conjunto. Ante la estructura fragmentada y esquiva de Ashes of Time, haciendo de la elipsis su motor de narración, el espectador tiene la impresión de encontrarse ante un work in progress en tiempo real. Un film que se está construyendo a la vez que se proyecta. La deliberada confusión inicial entre las identidades de los personajes o sobre lo que se nos está contando (o cuando están sucediendo esos hechos) sirve para potenciar el aspecto sensorial de la película: el montaje no como el ejercicio de ordenar la narración de un film, sino como un medio asociativo capaz de descubrir la poesía oculta entre dos planos antitéticos.
En un film adscrito al subgénero wuxia pian (cine de espadachines en clave más o menos fantástica) resulta lógico que sean sus secuencias de acción las que sirvan de representación de las ideas visuales de su director. Así, las coreografías diseñadas por Sammo Hung apenas son entrevistas, siempre ocultas tras las decisiones visuales del realizador de Chungking Express para quien su valor como definición de los protagonistas está por encima de su condición de espectáculo: las cegadoras explosiones de luz que llenan el encuadre representan los problemas de visión del personaje de Tony Leung Chiu Wai, así como la cámara lenta y el tratamiento del sonido subrayan su cansancio y concentración en el resto de sus sentidos; los planos acelerados y los filtros que convierten a las figuras en manchas borrosas son producto de la frenética velocidad a la que se mueve el campesino espadachín.
En contraste con estas nerviosas escenas las imágenes de diferentes paisajes hacen gala de una calma y tranquilidad que confirma el tratamiento telúrico de un film en el que los enfrentamientos al límite de sus personajes se revelan, en realidad, pequeñas minucias ante la grandeza y la belleza de una Naturaleza que impone su condición de fuente de toda existencia. La hierba seca y los granos de arena del desierto mecidos por el viento; las montañas rocosas que divide el paisaje como si fueran fronteras naturales; los aislados árboles que se dibujan en un yermo estéril; la lluvia que cae de manera inmisericorde, borrando las huellas que cubren el suelo. Una Naturaleza que sigue su curso sin prestar atención a los diminutos humanos que la habitan con sus absurdos problemas, al igual que se suceden las estaciones que dividen el metraje a modo de capítulos.
Ashes of Time gira alrededor del gran tema rector de la obra de Wong Kar Wai: la memoria. La memoria tanto como (inestable) confirmación de la identidad personal como gruesa cadena que aprisiona a los personajes a un pasado que les mantiene en un presente estático. La utilización de un vino mágico que borra los recuerdos de quien lo bebe sirve de mcguffin de la estructura de la película, como si el propio film hubiera bebido ese líquido y no fuese capaz de construir el puzzle en su totalidad, mezclando el presente con el pasado y echando fugaces vistazos al futuro. De esta manera, volvemos a ese sugerente título que sirve de presentación de una película tan fascinante como inevitablemente irregular; en ocasiones tan penetrante como fastidiosa en otras. Después de todo, el intentar sumergirse en las oscuras aguas del oceano de lo intangible para darle forma a través de las imágenes está tan condenado al fracaso como a legar para la posteridad fragmentos de deslumbrante genio, tan ligeros y reducidos como esas cenizas de un tiempo que siempre se nos escurre entre los dedos.
5 comentarios:
A ver si me la veo...
Informar de la existencia de dos versiones: la original de 1994, y la versión Redux que Kar Wai sacó en 2009. Aparte de la remasterización de la imagen y el sonido (este último realmente espectacular), por el resto los cambios, por lo que sé, son menores: una nueva secuencia de créditos y la división del metraje en capítulos para que sea más fácil de seguir.
Espero que te guste.
Tras 2 intentos fallidos por fin comnseguí verla. La versión redux.
Es una peli pesada (y no llega a los 90 minutos)en parte porque es muy compleja pero es hermosa y poética, que parece que es lo que quería conseguir el director más que contar una historia.
Por otro lado yo creo que el tema de Won Kai es el Amor. Su atención a la memoria viene porque se interesa por los aspectos trágicos de este. De todos modos no he visto toda su obra.
Tampoco creas que soy un gran conocedor del cine de Kar Wai ya que, a parte de ésta, sólo he visto "In the Mood for Love" y "2046". Está claro que el amor es un concepto importante en su cine, aunque quizás más como un elemento argumental, mientras que la memoria y su relación con el tiempo a un nivel mas narrativo y de planificación: esas cámaras lentas con las que busca detener el tiempo y aprisionar su contenido.
Pues yo he visto 2 más, Chunking Express y Blueberry nights.
Lo que quiero decir es que la atención a la memoria se debe a que se centra en el amor finalizado. La memoria es un derivado del Amor por tanto. Yo veo su cine como la búsqueda de un modo de enfrentarse al dolor del fin del amor. En ese sentido es un cine más sensorial o sentimental que narrativo, por eso es lírico. No quiere contar historias sino reflejar estados de ánimo románticos.
Publicar un comentario