USA/Hong Kong, 1982. 117m. C.
D.: Ridley Scott P.: Michael Deeley G.: Hampton Fancher & David Webb Peoples, basado en la novela de Philip K. Dick I.: Harrison Ford, Rutger Hauer, Sean Young, Edward James Olmos F.: 2.35:1
¿De qué nos habla Blade Runner? ¿Del proceso de cambio interior que sufre un policía retirado amargado y cínico, capaz de eliminar a un ser vivo, aunque artificial, sin pestañear y que recupera su humanidad perdida al verla reflejada en sus presas, cuyo único pecado consiste en exigir unos derechos vitales y existenciales que les son negados y que su perseguidor tiene desde el nacimiento, aunque no los valore? ¿O quizás sea todo lo contrario, el despertar de una criatura engañada acerca de su propia naturaleza, programado para cazar a los de su misma especie, dominado por un pasado artificial y que, como un moderno monstruo de Frankenstein, sólo aspirará a vivir en compañía de su Eva particular, un ser como él, en un perpétuo exilio, alejados de aquellos que les crearon?
En el fondo, da igual porque, ya sea por la cara o por la cruz, la moneda mantiene su forma sin que un rodaje lleno de complicaciones, un estreno nefasto o contínuas modificaciones en su montaje realizadas por su propio creador sea capaz de mellarla, hacerle perder su brillo, como si la propia película sufriera el mismo conflicto de los desesperados replicantes: estar condenada a una vida de tiempo limitado, con una fecha de caducidad programada incluso antes de nacer, a la que se resiste, sobreviviendo por su propia fuerza centrípeta a cualquier obstáculo que le pongan en su camino. No es una casualidad que Blade Runner haya pasado a la historia principalmente por su excelso diseño de producción, por su cegadora dirección artística, demostrando en cada uno de sus planos que más allá de valores literarios o estructurales, Blade Runner vive, respira, como producto cinematográfico en estado puro, haciendo del valor de sus imágenes el principio y el fin de su sentido.
La primera imagen de Blade Runner consiste en una escalofriante panorámica del peor de los mundos posibles: un infierno industrial de torres y chimeneas que escupen columnas de fuego hacia una atmósfera ennegrecida y de tonos rojizos. Estilizados vehículos voladores cruzan una pantalla de hollín con la naturalidad de quien está acostumbrado a vivir entre el ruido y la mugre. El inserto de un ojo, abierto de par en par, en cuya pupila se refleja ese dantesco paisaje se intercarla repetidamente mientras la cámara se acerca a dicho paisaje. ¿De quien es el ojo? ¿Es de Leon Kowalski, el primer replicante que conoceremos? ¿O de Batty, su líder, observando ese oscuro mundo que, en cambio, para él significa su salvación? ¿Podría ser de Deckard, el protagonista principal del film, demostrando ser fruto de ese deprimente panorama? Nunca nos será revelada esta información, quizás porque, en realidad, no pertenece a ninguno de los personajes del film. Quizás porque ese ojo sea el del propio espectador, incapaz de pestañear ante el fascinante espectáculo que se construye, que se forma, ante él. Con estas primeras imágenes, Ridley Scott advierte a su público: el decorado no es un mero fondo ante el cual se mueven los personajes, sino que son éstos quienes viven, miniaturizados, bajo su sombra (el primer ser humano que vemos es una distante e irreconocible figura situada detrás de una ventana).
Pero que nadie piense que Blade Runner es un film vacuo que se regodea en su brillante manierismo. Perfecta fusión de cine de evasión y de cine de mensaje, Blade Runner utiliza el tono y la estructura de un film de ciencia-ficción (Deckard recibe la misión de encontrar y liquidar a un grupo de replicantes, seres vivos artificiales, infiltrados en la Tierra) en clave noir (el detective amargado y violento, enfundado en su gabardina, que recibe una paliza tras otra; la figura de la femme fatale que despierta a la vez el deseo y el miedo del protagonista; la voz en off con la cual Deckard contrapuntéa las imágenes) para desarrollar una reflexión de tintes metafísicos (la búsqueda de la trascendencia por parte del ser humano, así como la razón de su existencia) y morales (la responsabilidad del creador con sus creaciones) de las relaciones hombre-máquina.
Una reflexión que se expone y se desarrolla no con grandes dircursos y enfáticos monólogos, sino con el movimiento y las acciones de los personajes: no a través de la palabra, sino de lo físico, en coherencia con el punto de vista esteticista de los creadores del film: J.F. Sebastian, desarrollador genético de los replicantes, les reconoce por el brillo de sus ojos; Rachael observa el cuerpo dolorido de Deckard, manifestación física de su dolor existencial al conocer su auténtica naturaleza; Batty hunde los ojos de su Dios, demostrándole violentamente su ceguera al ser incapaz de reconocer el alma de sus propias creaciones; la imagen de Deckard disparando a Zhora por la espalda refleja el poco respeto que tiene por su víctima, como si esta no fuera más que un simple animal.
El enfrentamiento a vida o muerte entre Deckard y Batty sirve tanto para construir un clímax trepidante lleno de persecuciones, disparos y peleas, como para hermanar a ambos contendientes, separados por su nacimiento (uno biológico, otro artificial) y su posición (uno a un lado de la ley, su contrincante, al otro), unidos por su ansia de vivir, por su instinto de supervivencia: la imagen de Deckard vendándose la mano que Batty le ha inutilizado rima con el plano del replicante atravesando su propia mano con un clavo cuando esta se le empieza a agarrotar: ambos son presas del dolor, de un cuerpo vulnerable y que se derrumba.
El momento en el que Batty salva a Deckard de una muerte segura revela que, en realidad, lo que les diferencia no es una cuestión genética, sino de perspectiva vital: mientras que Deckard es un Ángel de la Muerte, cuyo objetivo es aniquilar sin hacer preguntas, siempre con una actitud hostil a todo lo que le rodea y quienes se le acercan (incluso la escena en que besa a Rachael lo hace de manera violenta, casi forzándola, más cerca de una violación que de una seducción); Batty, a pesar de sus crímenes, manifiesta un respeto por la vida que sólo puede tener aquél que no es dueño de ella (la paloma blanca que sujeta bajo la lluvia es una representación visual de su pureza).
Atendiendo a esta fusión, casi simbiosis, entre fondo y forma, entre lo que se cuenta y cómo se cuenta, el famoso y repudiado epílogo con el que finalizaba la versión original estrenada en cines (y felizmente recuperada en las recientes ediciones domésticas tras años de secuestro) revela su auténtico sentido: tras casi dos horas retratando un mundo que vive en una noche eterna, en el que el hierro, la herrumbre y los brillantes paneles de neón han borrado cualquier atisbo de vegetación, castigado por una constante lluvia de tintes ácidos, ¿hay quien cree que el idílico paisaje que recorren Deckard y Rachael, formado por hermosas montañas cubiertas de árboles que se recortan en un limpio cielo azul, es real? ¿No será, más bien, una fuga mental del protagonista que nos representa ese mundo ideal (a la vez que imposible) en que él y Rachael podrían vivir su amor en paz? Puede que sí, puede que no. Blade Runner es un film lleno de incertidumbres, que da respuestas esquivas a preguntas oblicuas. En suma, una película abierta que, tras los títulos de crédito, mantiene su recuerdo vivo en nuestra memoria, es por eso que este nunca se perderá como lágrimas arrastradas por la lluvia.
En el fondo, da igual porque, ya sea por la cara o por la cruz, la moneda mantiene su forma sin que un rodaje lleno de complicaciones, un estreno nefasto o contínuas modificaciones en su montaje realizadas por su propio creador sea capaz de mellarla, hacerle perder su brillo, como si la propia película sufriera el mismo conflicto de los desesperados replicantes: estar condenada a una vida de tiempo limitado, con una fecha de caducidad programada incluso antes de nacer, a la que se resiste, sobreviviendo por su propia fuerza centrípeta a cualquier obstáculo que le pongan en su camino. No es una casualidad que Blade Runner haya pasado a la historia principalmente por su excelso diseño de producción, por su cegadora dirección artística, demostrando en cada uno de sus planos que más allá de valores literarios o estructurales, Blade Runner vive, respira, como producto cinematográfico en estado puro, haciendo del valor de sus imágenes el principio y el fin de su sentido.
La primera imagen de Blade Runner consiste en una escalofriante panorámica del peor de los mundos posibles: un infierno industrial de torres y chimeneas que escupen columnas de fuego hacia una atmósfera ennegrecida y de tonos rojizos. Estilizados vehículos voladores cruzan una pantalla de hollín con la naturalidad de quien está acostumbrado a vivir entre el ruido y la mugre. El inserto de un ojo, abierto de par en par, en cuya pupila se refleja ese dantesco paisaje se intercarla repetidamente mientras la cámara se acerca a dicho paisaje. ¿De quien es el ojo? ¿Es de Leon Kowalski, el primer replicante que conoceremos? ¿O de Batty, su líder, observando ese oscuro mundo que, en cambio, para él significa su salvación? ¿Podría ser de Deckard, el protagonista principal del film, demostrando ser fruto de ese deprimente panorama? Nunca nos será revelada esta información, quizás porque, en realidad, no pertenece a ninguno de los personajes del film. Quizás porque ese ojo sea el del propio espectador, incapaz de pestañear ante el fascinante espectáculo que se construye, que se forma, ante él. Con estas primeras imágenes, Ridley Scott advierte a su público: el decorado no es un mero fondo ante el cual se mueven los personajes, sino que son éstos quienes viven, miniaturizados, bajo su sombra (el primer ser humano que vemos es una distante e irreconocible figura situada detrás de una ventana).
Pero que nadie piense que Blade Runner es un film vacuo que se regodea en su brillante manierismo. Perfecta fusión de cine de evasión y de cine de mensaje, Blade Runner utiliza el tono y la estructura de un film de ciencia-ficción (Deckard recibe la misión de encontrar y liquidar a un grupo de replicantes, seres vivos artificiales, infiltrados en la Tierra) en clave noir (el detective amargado y violento, enfundado en su gabardina, que recibe una paliza tras otra; la figura de la femme fatale que despierta a la vez el deseo y el miedo del protagonista; la voz en off con la cual Deckard contrapuntéa las imágenes) para desarrollar una reflexión de tintes metafísicos (la búsqueda de la trascendencia por parte del ser humano, así como la razón de su existencia) y morales (la responsabilidad del creador con sus creaciones) de las relaciones hombre-máquina.
Una reflexión que se expone y se desarrolla no con grandes dircursos y enfáticos monólogos, sino con el movimiento y las acciones de los personajes: no a través de la palabra, sino de lo físico, en coherencia con el punto de vista esteticista de los creadores del film: J.F. Sebastian, desarrollador genético de los replicantes, les reconoce por el brillo de sus ojos; Rachael observa el cuerpo dolorido de Deckard, manifestación física de su dolor existencial al conocer su auténtica naturaleza; Batty hunde los ojos de su Dios, demostrándole violentamente su ceguera al ser incapaz de reconocer el alma de sus propias creaciones; la imagen de Deckard disparando a Zhora por la espalda refleja el poco respeto que tiene por su víctima, como si esta no fuera más que un simple animal.
El enfrentamiento a vida o muerte entre Deckard y Batty sirve tanto para construir un clímax trepidante lleno de persecuciones, disparos y peleas, como para hermanar a ambos contendientes, separados por su nacimiento (uno biológico, otro artificial) y su posición (uno a un lado de la ley, su contrincante, al otro), unidos por su ansia de vivir, por su instinto de supervivencia: la imagen de Deckard vendándose la mano que Batty le ha inutilizado rima con el plano del replicante atravesando su propia mano con un clavo cuando esta se le empieza a agarrotar: ambos son presas del dolor, de un cuerpo vulnerable y que se derrumba.
El momento en el que Batty salva a Deckard de una muerte segura revela que, en realidad, lo que les diferencia no es una cuestión genética, sino de perspectiva vital: mientras que Deckard es un Ángel de la Muerte, cuyo objetivo es aniquilar sin hacer preguntas, siempre con una actitud hostil a todo lo que le rodea y quienes se le acercan (incluso la escena en que besa a Rachael lo hace de manera violenta, casi forzándola, más cerca de una violación que de una seducción); Batty, a pesar de sus crímenes, manifiesta un respeto por la vida que sólo puede tener aquél que no es dueño de ella (la paloma blanca que sujeta bajo la lluvia es una representación visual de su pureza).
Atendiendo a esta fusión, casi simbiosis, entre fondo y forma, entre lo que se cuenta y cómo se cuenta, el famoso y repudiado epílogo con el que finalizaba la versión original estrenada en cines (y felizmente recuperada en las recientes ediciones domésticas tras años de secuestro) revela su auténtico sentido: tras casi dos horas retratando un mundo que vive en una noche eterna, en el que el hierro, la herrumbre y los brillantes paneles de neón han borrado cualquier atisbo de vegetación, castigado por una constante lluvia de tintes ácidos, ¿hay quien cree que el idílico paisaje que recorren Deckard y Rachael, formado por hermosas montañas cubiertas de árboles que se recortan en un limpio cielo azul, es real? ¿No será, más bien, una fuga mental del protagonista que nos representa ese mundo ideal (a la vez que imposible) en que él y Rachael podrían vivir su amor en paz? Puede que sí, puede que no. Blade Runner es un film lleno de incertidumbres, que da respuestas esquivas a preguntas oblicuas. En suma, una película abierta que, tras los títulos de crédito, mantiene su recuerdo vivo en nuestra memoria, es por eso que este nunca se perderá como lágrimas arrastradas por la lluvia.
11 comentarios:
No me olvidé de su petición, Ovidio ;)
¿No podría ser que tomaran algo prestado de 'The Twilight Zone'?
Ese intento de disfrazar inquietudes sobre el ser humano disfrazado de historia de ciencia ficción es clásico de Rod Serling, y supongo que fuera la primera vez que se hiciera -en 1959- a raíz de la entrevista del capítulo 0
Respecto a la película en sí te voy a ser sincero y te digo que tiene un diseño brillante pero para un espectador casual, que la ve como una película de cine negro o un thriller, me pareció lenta y en ocasiones -no siempre- aburrida. Supongo que es igual que Evangelion, si lo vas a ver como un anime de mechas, vas a salir decepcionado (o no, pero está claro que hay mejores alternativas), ahora si vas más allá y te interesa todo el rollo que meten sobre el ser humano, Dios y los conflictos interiores, entonces sales satisfecho
La escena de la lucha final me recuerda mucho a algunos planos de Matrix, supongo que los hermanos Wachowski tomaron buena nota
Yo creo que el conflicto moral que plantea la película siempre ha funcionado mejor con robots, en mi opinión, el rollo de los humanos desarrollados genéticamente no me acabó de convencer
"The Twilight Zone" es una obra seminal cuya influencia, reconocida o no, voluntaria o interiorizada, es amplia. Aunque los temas de los que habla "Blade Runner" son propios de la literatura de Dick. La novela en que se basa "BR", "¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?" se publicó en 1968.
En cuanto a la influencia en "Matrix" pues pasa lo mismo que con "TTZ". Puede sonar exagerado, pero realmente creo que toda película del género posterior tiene una deuda con "BR", mayor o menor (incluso películas de otros géneros, ahí está el caso de "Seven").
No eres el único que dice que "BR" le resulta aburrida. Y me extraña. Puedo entender, aunque no compartir, que aburra "2001. Una odisea del espacio" por su ritmo tan contemplativo, pero me extraña en una película que trata de un poli que tiene que cazar unos androides asesinos y que está lleno de acción (ahí tenemos la última media hora, centrada en la persecución entre Deckard y Batty).Supongo que, al final, todo se reduce a una cuestión de gustos.
Un saludo.
Aquí es donde me alzo como un completo hereje. No soy capaz de terminar esta película (aunque la he visto entera que conste), tengo algún trauma infantil con ella que me impide disfrutarla, le tendré que dar otra oportunidad en breve...
Hombre Yota, como ya dije en el post anterior hay mucha gente a la que le aburre "BR". Recordemos que en el momento de su estreno pinchó en taquilla y la crítica y el público la trató con indiferencia.
Lo que me llama la atención es que gustándote Philip K. Dick no conectes con la peli. Por cierto, Dick pudo ver un primer montaje poco antes de morir y le encantó.
Un saludo.
He videado una vez cada versión y nunca había caído en la simetría opuesta del final. Ahora estoy más firmemente convencido de que Deckard es humano porque lo que tiene más razón de ser es que sean las 2 caras de una misma moneda que la cara de la misma moneda. Ay! Este R. Scott siempre metiendo la pata.
Yo sólo le encuentro sentido a la película pensando que Deckard es humano, pero sí que está demostrado que ya en el momento del rodaje se planeó el famoso plano del unicornio (es decir, que no es algo que se sacó a posteriori; eso sí, el plano está sacado de "Legend").
De todas formas, si "BR" es la película de culto que es hoy es debido, no nos engañemos, a todas esas versiones que se han sacado con los años. Yo he visto 4, sólo me queda 1.
Un saludo.
Yo lo digo porque creo que fue Scott el que se empeñó en sugerir que Deckard era un replicante. Lo único que hizo con eso, es añadir confusión a la peli, pero menos mal que estaba Hauer, Dick y el diseño de producción para evitar el naufragio. Scott no entendió la historia, pero la rodó muy, muy bien. No sé si la has podido ver en pantalla grande, pero así es ESPECTACULAR. Qué planos! Qué encuadres! La escena del búho es mágica.
Lamentablemente no he podido verla en el cine, pero no es algo que me preocupe: ya tendré mi oportunidad en los nuevos montajes que se le ocurran a Ridley Scott.
Aprovecho para recomendar el excelente libro de Paul M. Simmon "Blade Runner. Futuro en negro", editado por Alberto Santos Editor. Es muy caro (30€) pero tras leerlo no queda ninguna pregunta sin respuesta sobre esta película.
Ah, maldita sea. Será verdad eso de que lo que se hace esperar al final suple con creces la espera y hace que merezca la pena.
Felicidades, me ha encantado tu crítica, y veo que está muy bien documentada, ya que lo que sé del filme lo sé gracias a los documentales que vienen en la edición especial de cinco DVDs que poseo y que me tragué en apenas cinco días. Horas y horas inmerso en la creación de esa historia y ese mundo.
Y vas tú, y en pocas palabras me echas abajo cualquier certeza que tuviera sobre la película. Ya no estoy tan seguro de que Deckard sea un replicante ni de que la escena final fuera una imposición de los productores, como expresa Ridley Scott con amargura en uno de los vídeos.
En todo caso, siempre es interesante ver tantos puntos de vista distintos sobre este filme, y es un placer haberlos leído aquí. Aunque me hayas dejado con dudas.
Bueno, esas dudas son parte de la experiencia Blade Runner, así que disfrútelas.
Siempre he defendido la personalización de las películas por parte del espectador. Es decir, que en el momento en que uno ve una película, esta se convierte en lo que yo crea que es, independientemente de lo que diga incluso su creador.
Como indiqué en un comentario anterior, hay pruebas que demuestran que la idea del unicornio ya estaba en el rodaje y es muy posible que el final se le impusiera a Scott, pero como ya he dicho antes, a veces las películas se crean solas contra viento y marea.
Por otro lado, la 1ª vez que vi BR fue en su versión original en una cinta VHS que me pasó un compañero de instituto. Por tanto, para mí la voz en off y el final "feliz" siempre serán parte inseparables de la película.
Yo también he visto esos excelentes documentales y, de hecho, soy un feliz poseedor de la edición limitada maletín.
Un saludo.
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