miércoles, 1 de septiembre de 2010

Cromosoma tres

(The Brood)
Canadá, 1979. 92m. C.
D.: David Cronenberg P.: Claude Héroux G.: David Cronenberg I.: Oliver Reed, Samantha Eggar, Art Hindle, Henry Beckman F.: 1.85:1

Si nos fijamos en los títulos de crédito de Cromosoma tres podemos encontrar una pista que explique el salto cualitativo que supone esta película con respecto a las anteriores. En ellos encontramos una serie de nombres que acompañarán, la mayoría de ellos, al director canadiense durante toda su carrera, formando su particular familia cinematográfica: la diseñadora de producción Carol Spier y el director de fotografía Mark Irwin (quien trabajaría con Cronenberg hasta La mosca, siendo sustituido después por Peter Suschitzky) quienes trabajaron por primera vez con el director de Spider en la precedente Fast Company (el film fantasma de Cronenberg, hasta el punto de que a día de hoy sigue inédito en nuestro país) y el compositor Howard Shore, quien se incorpora por primera vez al elenco. Una serie de nombres que repercuten directamente en una mejora técnica que resulta en una narración más depurada, como si Cronenberg se sintiera más seguro, al verse arropado por un equipo de confianza, especialmente a la hora de poner en imágenes la que sin duda es su historia más personal.

Cromosoma tres supone un paso importante a la hora de confeccionar el imaginario personal del director, una construcción que se levanta sobre unos cimientos clásicos, los cuales serán tratados con sus inquietudes artísticas hasta transformarlos y volverlos únicos. Cromosoma tres utiliza la figura del monstruo de Id desarrollada en Planeta prohibido, la materialización del subconsciente en un ente amenazante, dándole una forma física tan repulsiva como perversa: la rabia se hará carne en la forma de unos niños deformes y asexuados. De esta manera, nos encontramos ante el primer capítulo importante de la biblia de la Nueva Carne que Cronenberg desarrollará a lo largo de toda su carrera y que ya había tenido su particular génesis en Vinieron de dentro de y Rabia. La radical terapia psicoplásmica creada por el doctor Raglan consistente en la representación de las alteraciones psicológicas de sus protagonistas a través de la destrucción del cuerpo plantea el enfrentamiento mente-cuerpo que centra el corpus teórico de la Nueva Carne: la alteración, deconstrucción y/o variación del cuerpo mediante el poder (o su ausencia) de la mente. Una terapia que tiene como triunfal resultado a Nola Carveth, la particular Eva neocárnica del Viejo Testamento Cronenbergiano.

La propia estructura de la película parece imitar ese enfrentamiento entre la psique y lo físico. Cromosoma tres toma la forma de un gélido thriller, con su protagonista intentando descubrir cuales son los extraños sucesos que ocurren en el interior de la clínica de Raglan y que le afectan directamente tanto a él como a su hija pequeña, mientras, a su alrededor, se suceden una serie de brutales asesinatos. Una trama clásica de suspense, en la que los misterios se van sucediendo hasta ser resueltos en una gran revelación final que en Cromosoma tres toma el cuerpo de un tenso climax deudor de Los pájaros. Pero este tono de misterio, que Cronenberg desarrolla con un ritmo lento y sosegado, se verá agredido por el tremendo salvajismo con el que muestra los asesinatos, como si estos fueran la respuesta airada a la tensión que la película acumula. En este sentido, merece destacar la brutal agresión que se produce en una guardería y que culmina con la perturbadora imagen del rostro sangriento de la víctima cubierto por un dibujo infantil.

Decíamos al principio que nos encontramos ante el film más personal de su director. Cromosoma tres supone un ataque directo a la institución familiar en general (el protagonista lucha por conseguir alejar a su hija de la madre de esta, a quien acusa de maltratarla; sus suegros también están divorciados y ambos ahogan en alcohol los remordimientos por un pasado lleno de conflictos, entre ellos los maltratos que Nola sufría por parte de su madre) y a la figura matriarcal en particular, aquí convertida en un monstruo que extiende sus manipuladores tentáculos sobre todos y todo, y que supone el reflejo de los propios conflictos sentimentales de Cronenberg en aquella época, en medio de un difícil divorcio. En cierta manera, con Cromosoma tres Cronenberg se aplicó su particular terapia psicoplásmica, dando forma física/cinematográfica a sus demonios internos.

4 comentarios:

Txema SG dijo...

La vi de pequeño y me impactó e inquietó como pocas pelis lo han hecho.

Lord_Pengallan dijo...

Digo lo mismo que Yota. No la vi de pequeño pero sí hace mucho tiempo, de modo que la tengo bastante olviada, pero sí recuerdo que es una peli muy dura y cruda que me hizo ampliar la idea que tenía sobre las posibilidades del Cine.

José M. García dijo...

Me alegro de ver a dos fans de CROMOSOMA TRES. Y, efectivamente, es un film bastante oscuro, con una ambientación muy triste (potenciada por los sempiternos paisajes nevados por los que se mueven los protagonistas) a lo que hay que sumar los temas familiares que hizo que Cronenberg dijera que era su verión de KRAMER CONTRA KRAMER.

Un saludo.

Gorka G. dijo...

Yo la estoy viendo. Veo que la terapia psicoplasmica es ficción. Que alivio. Cronemberg es grande.