Serbia, 2010. 104m. C.
D.: Srdjan Spasojevic P.: Srdjan Spasojevic G.: Aleksandar Radivojevic & Srdjan Spasojevic I.: Srdjan Todorovic, Sergej Trifunovic, Jelena Gavrilovic, Slobodan Bestic
1. ¿Ha de ser el cine un plato para todos los gustos? ¿Hemos de valorar el ejercicio artístico, en cualquiera de sus formas, a través del baremo con el cual regimos nuestro entorno social? O, en cambio, ¿el arte es una herramienta con la que diseccionar ese mismo entorno, revelando su lado más desagradable e incómodo? Estas son algunas de las preguntas que surgen a raíz de la controversia originada por el pase en España de la primera película del director serbio Srdjan Spasojevic, cuya prohibición a ser exhibida en la XXI Semana de Cine Fantástico y de Terror de San Sebastián debido a una denuncia de la CONCAPA (Confederación Católica de Padres de Familia y Padres de Alumnos) y la posterior denuncia a Ángel Sala, director del Festival de Cine de Sitges, por proyectarla en dicho festival, ha puesto en primer plano el oscuro fantasma de la censura.
En el momento en el que un organismo o una persona deciden -bajo sus propios criterios personales- lo que el público debe o no debe ver, ¿podemos considerarnos ciudadanos de una sociedad moderna y avanzada? ¿Siguen existiendo temas y elementos tabúes que el arte no debería tocar? ¿ Y a base de qué regulación moral? ¿Y de quién? Las preguntas se multiplican y las respuestas no son fáciles. Pero quizás todo se puede resumir, basándonos en el ejemplo que nos ocupa, en dos cuestiones fundamentales: ¿Es A Serbian Film una película profundamente perturbadora, descarnadamente desagradable y polémicamente agresiva? Desde luego ¿Y eso la convierte, automáticamente, en una mala película? En absoluto.
2. En el libro de entrevistas Cronenberg por Cronenberg, el realizador canadiense establecía la diferencia existente entre un ciudadano y un artista. Según el director de Videodrome, un ciudadano, como miembro activo de una comunidad, tenía que regirse bajo una serie de parámetros y reglas morales, éticas y de convivencia que sirvieran al bienestar de esa comunidad; por su parte, el artista, como fuerza creadora, estaba libre de esas ataduras, siendo su función, precisamente, el cuestionar y poner al descubierto los aspectos más oscuros de la misma, por repulsivos o irritantes que puedan ser.
Desconocemos el comportamiento de Spasojevic como ciudadano, pero como artista ha realizado una tan salvaje como fascinante disección de su propio país, cuyo pasado reciente marcado por los conflictos bélicos y los enfrentamiento fraticidas lo han sumergido en un estado narcótico. Para ello, Spasojevic construye un sofisticado artefacto meta-narrativo: su protagonista, Milos, es un actor porno retirado que intenta construir un futuro estable y prometedor para su familia. La aparición de un intrigante director cinematográfico dispuesto a llevar al género pornográfico a misteriosas cimas artísticas parece ofrecerle la posibilidad de hacer realidad su sueño.
Durante su primera hora, A Serbian Film hace gala de un tono distanciador en sus imágenes, retratando tanto el entorno en el que se mueve Milos como la espiral destructiva en la que va cayendo poco a poco sin darse cuenta. Las elegantes tomas en scope subrayan los espacios vacios que rodean al protagonista, dando la sensación de que siempre está aislado, sin nadie que le pueda ayudar. Este sentimiento contagia incluso a los planos en los que aparece acompañado, como anunciándonos la artificiosidad de un mundo a un paso de derrumbarse. La iluminación a base de colores dorados y tonalidades metálicas ayudan tanto a remarcar la presencia física de los actores como a despojarlos de cualquier elemento emocional: cuerpos sin emociones abandonados en escenarios de líneas rectas y atmósferas sombrías que remarcan su vulnerabilidad.
En esta parte inicial, el director mantiene los elementos más fuertes -como las múltiples y muy explícitas escenas de sexo- contenidos en un entorno controlado y separado que confirma su mirada objetiva: las imágenes de las películas protagonizadas por Milo son encerradas por el marco de las televisiones en las que se visionan. A medida que avanza el metraje, el contenido de esas pantallas se irá haciendo más extremo -la filmación en la que asistimos a la violación de un bebé recién nacido cuyo intenso poder de turbación en el espectador viene dado no tanto por lo que se ve como por lo que se oye- hasta el punto de traspasar esa frontera divisoria e internarse en la realidad.
Es por esta razón -por mantener esa perspectiva objetivista que le permita reflexionar con frialdad pero con decisión sobre los hechos narrados- que Spasojevic convierte la segunda parte del film en un recuento de flashbacks en los que Milos recuerda de manera fragmentada los sucesos ocurridos la última semana. Es en este tramo donde A Serbian Film pisa el acelerador de lo permitido, legando algunas de las imágenes más brutales, despiadadas pero, también, poderosas de la historia del cine de terror. El punto de vista alucinado y alterado de su protagonista confiere al conjunto un tono surrealista, casi fantástico, alcanzando un paroxismo de ultragore, pornografía al límite y horror extremo que sirve de catarsis salvaje tanto para el protagonista como para el espectador.
3. Si podemos considerar al género pornográfico como un ejemplo de cine en estado químicamente puro -puesto que su eficacia se basa exclusivamente en una combinación de imagen, ritmo y sonido-, podremos entender -si bien no compartir sus métodos- las intenciones de Vukmir, el mefistofélico realizador que empuja a Milos a un enfrentamiento con su yo más primordial y salvaje. También nos sirve para realizar una conexión entre Vukmir y el propio director de A Serbian Film, a fin de esclarecer sus intenciones a la hora de levantar tan devastador edificio fílmico.
En un momento del film, Vukmir realiza una exaltada declaración de principios en la que considera el cine pornográfico como la columna vertebral del país, tanto por su componente realista -el sexo mostrado es real- como su capacidad para poner en imágenes el juego dominador-víctima que rige nuestra sociedad. Así, el plan de Vukmir consiste en radicalizar las reglas de la pornografía para descomponer el disfraz civilizado que vestimos y sacar a la luz a la criatura instintiva y amoral que llevamos dentro, con la que subvertir las normas morales más esenciales: su concepción de la familia como una serie de cuerpos conectados en una interminable y purificadora orgía.
La actitud polémica de Srdjan Spasojevic y su intención de noquear y alterar al público no supone un vacuo catálogo de atrocidades con el que llamar la atención, sino que busca -y encuentra- el colocar al espectador ante una intensa experiencia que le enfrente a un reflejo distorsionado de su propio -y oscuro- ser. Su elaborada concepción estética -en la que la interpretación de los actores, el encuadre elegido y el diseño de sonido se combinan en la búsqueda de un significado- nos revela a alguien con una mirada personal sobre lo que narra, con algo que decir y un modo para decirlo. En suma, a un genuino director de cine.
En el momento en el que un organismo o una persona deciden -bajo sus propios criterios personales- lo que el público debe o no debe ver, ¿podemos considerarnos ciudadanos de una sociedad moderna y avanzada? ¿Siguen existiendo temas y elementos tabúes que el arte no debería tocar? ¿ Y a base de qué regulación moral? ¿Y de quién? Las preguntas se multiplican y las respuestas no son fáciles. Pero quizás todo se puede resumir, basándonos en el ejemplo que nos ocupa, en dos cuestiones fundamentales: ¿Es A Serbian Film una película profundamente perturbadora, descarnadamente desagradable y polémicamente agresiva? Desde luego ¿Y eso la convierte, automáticamente, en una mala película? En absoluto.
2. En el libro de entrevistas Cronenberg por Cronenberg, el realizador canadiense establecía la diferencia existente entre un ciudadano y un artista. Según el director de Videodrome, un ciudadano, como miembro activo de una comunidad, tenía que regirse bajo una serie de parámetros y reglas morales, éticas y de convivencia que sirvieran al bienestar de esa comunidad; por su parte, el artista, como fuerza creadora, estaba libre de esas ataduras, siendo su función, precisamente, el cuestionar y poner al descubierto los aspectos más oscuros de la misma, por repulsivos o irritantes que puedan ser.
Desconocemos el comportamiento de Spasojevic como ciudadano, pero como artista ha realizado una tan salvaje como fascinante disección de su propio país, cuyo pasado reciente marcado por los conflictos bélicos y los enfrentamiento fraticidas lo han sumergido en un estado narcótico. Para ello, Spasojevic construye un sofisticado artefacto meta-narrativo: su protagonista, Milos, es un actor porno retirado que intenta construir un futuro estable y prometedor para su familia. La aparición de un intrigante director cinematográfico dispuesto a llevar al género pornográfico a misteriosas cimas artísticas parece ofrecerle la posibilidad de hacer realidad su sueño.
Durante su primera hora, A Serbian Film hace gala de un tono distanciador en sus imágenes, retratando tanto el entorno en el que se mueve Milos como la espiral destructiva en la que va cayendo poco a poco sin darse cuenta. Las elegantes tomas en scope subrayan los espacios vacios que rodean al protagonista, dando la sensación de que siempre está aislado, sin nadie que le pueda ayudar. Este sentimiento contagia incluso a los planos en los que aparece acompañado, como anunciándonos la artificiosidad de un mundo a un paso de derrumbarse. La iluminación a base de colores dorados y tonalidades metálicas ayudan tanto a remarcar la presencia física de los actores como a despojarlos de cualquier elemento emocional: cuerpos sin emociones abandonados en escenarios de líneas rectas y atmósferas sombrías que remarcan su vulnerabilidad.
En esta parte inicial, el director mantiene los elementos más fuertes -como las múltiples y muy explícitas escenas de sexo- contenidos en un entorno controlado y separado que confirma su mirada objetiva: las imágenes de las películas protagonizadas por Milo son encerradas por el marco de las televisiones en las que se visionan. A medida que avanza el metraje, el contenido de esas pantallas se irá haciendo más extremo -la filmación en la que asistimos a la violación de un bebé recién nacido cuyo intenso poder de turbación en el espectador viene dado no tanto por lo que se ve como por lo que se oye- hasta el punto de traspasar esa frontera divisoria e internarse en la realidad.
Es por esta razón -por mantener esa perspectiva objetivista que le permita reflexionar con frialdad pero con decisión sobre los hechos narrados- que Spasojevic convierte la segunda parte del film en un recuento de flashbacks en los que Milos recuerda de manera fragmentada los sucesos ocurridos la última semana. Es en este tramo donde A Serbian Film pisa el acelerador de lo permitido, legando algunas de las imágenes más brutales, despiadadas pero, también, poderosas de la historia del cine de terror. El punto de vista alucinado y alterado de su protagonista confiere al conjunto un tono surrealista, casi fantástico, alcanzando un paroxismo de ultragore, pornografía al límite y horror extremo que sirve de catarsis salvaje tanto para el protagonista como para el espectador.
3. Si podemos considerar al género pornográfico como un ejemplo de cine en estado químicamente puro -puesto que su eficacia se basa exclusivamente en una combinación de imagen, ritmo y sonido-, podremos entender -si bien no compartir sus métodos- las intenciones de Vukmir, el mefistofélico realizador que empuja a Milos a un enfrentamiento con su yo más primordial y salvaje. También nos sirve para realizar una conexión entre Vukmir y el propio director de A Serbian Film, a fin de esclarecer sus intenciones a la hora de levantar tan devastador edificio fílmico.
En un momento del film, Vukmir realiza una exaltada declaración de principios en la que considera el cine pornográfico como la columna vertebral del país, tanto por su componente realista -el sexo mostrado es real- como su capacidad para poner en imágenes el juego dominador-víctima que rige nuestra sociedad. Así, el plan de Vukmir consiste en radicalizar las reglas de la pornografía para descomponer el disfraz civilizado que vestimos y sacar a la luz a la criatura instintiva y amoral que llevamos dentro, con la que subvertir las normas morales más esenciales: su concepción de la familia como una serie de cuerpos conectados en una interminable y purificadora orgía.
La actitud polémica de Srdjan Spasojevic y su intención de noquear y alterar al público no supone un vacuo catálogo de atrocidades con el que llamar la atención, sino que busca -y encuentra- el colocar al espectador ante una intensa experiencia que le enfrente a un reflejo distorsionado de su propio -y oscuro- ser. Su elaborada concepción estética -en la que la interpretación de los actores, el encuadre elegido y el diseño de sonido se combinan en la búsqueda de un significado- nos revela a alguien con una mirada personal sobre lo que narra, con algo que decir y un modo para decirlo. En suma, a un genuino director de cine.
3 comentarios:
Doy fé con este comentario de la inusual y sorprendente calidad de esta película. Ahora, recomendarla abiertamente ya es otro tema distinto... Dejando aparte el elemento de choque de sus escenas más fuertes (que pueden poner a prueba a los más encallecidos degustadores de la violencia en celuloide.) esta película deja un poso muy amargo tras su visionado. Y dura.
No es mi intención desanimar a la gente de verla (¡Dios me libre!), pero sí avisar a la gente que guste de "pasar un buen rato" ante la pantalla de que esta cinta,igual, pues como que no es para ellos.
Y matizo: La película per se es perfectamente disfrutable: No deja de ser un "thriller" muy entretenido gracias a un buen ritmo y una ambientación muy original (Y no me menten Asesinato en 8mm... Ni punto de comparación ni en intenciones, ni en resultados.). Pero la visión del ser humano(?) que refleja es absolutamente descorazonadora.
Ahora, que... ¿Quien dice que el cine debe hacer sentir bien, mmm?
P.D: Tras ver esta película, me dije que ya no vería a un policía serbio de la misma manera. Pues atención a la foto que de ellos aparece en Wikipedia.
¿Inquieta, no?
Yo añadiría que el ciudadano tiene la obligación de ver lo que hace el artista. No debe evitar exponerse a lo que le resulte desagradable ni fingir el lado oscuro de la sociedad en que vive.
Desconocía los azares de esta peli en España. Lamentable. De nuevo los católicos españoles no se enteran de que viven en una democracia. Que a nadie se le obliga a ver o a hacer nada y que no todos compartimos sus opinones. Esta manía de querar salvarnos a todos a costa de pisotearnos es desesperante. Yo no hablaría tanto de censura sino de intentos dictatoriales. De imponer al conjunto la visión de una parte. En fin.
Dicho esto esta peli no creo que la vea. Más que nada por ese pesimismo que deja. Se nota que los serbios lo llevan pasando mal desde hace años. Su cine es duro.
Bizarro Joe: La polémica que ha rodeado a la película ha dado lugar a una curiosa paradoja: gracias al escándalo, es un título mucho más famoso y, de otra forma, se hubiera conformado con ser un título oscuro y desconocido; pero, a la vez, ha hecho que la gente se acerque a satisfacer su curiosidad morbosa para ver "si es tan fuerte" sin darle una oportunidad al film.
Lord Pengallan: lo peor es que no es un caso aislado. Recordemos que poco antes ya había tenido lugar el surrealista caso de "Saw VI" calificada X por una supuesta apología de la violencia y finalmente estrenada en salas comerciales en una versión cortada.
Pero quizás el problema está en la base. Ángel Sala fue imputado por un delito de exhibición de material de contenido pedófilo en base a un increible artículo del código penal en el que se criminaliza culquier tipo de material que contenga material pornográfico con menores, ya sea real o fingido. Es decir, confundiendo la realidad con la ficción.
Aclarar, por si hay alguna duda, que si bien en "A Serbian Film" sí se relaciona a menores con escenas sexuales, los actores nunca participan en ellas, echando mano de efectos especiales o trucos de montaje como se demostró en el making of que presentó la defensa en el juicio.
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