USA/UK, 1980. 127m. C.
D.: Richard Lester P.: Pierre Spengler G.: Mario Puzo, David Newman & Leslie Newman, basado en una idea de Mario Puzo, basada en los personajes creados por Jerry Siegel & Joe Shuster I.: Gene Hackman, Christopher Reeve, Margot Kidder, Terence Stamp
Superman II comienza con una larga secuencia de créditos en la cual, intercalados entre los nombres del equipo técnico y artístico, se recuperan numerosos momentos de la película anterior dirigida por Richard Donner a modo tanto de resumen del episodio precedente como de posible opening oficial de la serie. De esta manera, se subraya la condición serializada de estas dos primeras entregas, además de servir de guía al espectador acerca de la correcta perspectiva con la que visionar (y juzgar) esta segunda parte.
Superman II es, digamoslo ya, una película notablemente inferior a su predecesora en la cual se heredan los defectos de aquélla (una estructura descompensada; la dilatación de secuencias intrascendentes en el cómputo global -aquí, la irrelevante presencia de Lex Luthor-; un abuso del elemento cómico) para potenciarlos en un metraje obligado a ser más-grande-todavía para hacer honor a su condición como secuela. Pero si por sí misma, en su condición de título individual, Superman II difícilmente se sostiene, si la observamos como complemento de Superman, la película de Richard Lester ofrece ideas no carentes de interés, especialmente a la hora de desarrollar las relaciones de su poderoso protagonista con la raza humana que le ha acogido en su mundo que ya habían sido apuntadas en la primera parte.
Así, de igual forma a como ya sucediera en aquélla, Superman II resulta más disfrutable en el apartado dramático/intimista que en sus momentos más espectaculares/pirotécnicos (aquí más ambiciosos al presentarnos como rivales del hombre de acero a tres miembros de su extinta estirpe kryptoniana con sus mismos poderes). Las escenas en las cuales Clark Kent refleja los celos que siente ante la relación de Lois Lane con su propio alter ego o los intentos de Lois de descubrir la personalidad civil de Superman recuperan el tono intimista de la primera hora de Superman, profundizando en la doble vertiente superhéroe y humano que conforma al personaje creado por Jerry Siegel y Joe Shuster.
Si en la entrega anterior Superman representaba el sentido de la maravilla y la fantasía encarnados en una figura de aspecto humano en un entorno de gris realidad, aquí el personaje adquiere unas connotaciones mesiánicas al perder su condición divina -esto es, sus poderes- y convertirse en un ser mortal como los que le rodean diariamente, experimentando durante el proceso la felicidad -pudiendo, por fin, declararse a Lois- y el placer -consumando su relación con ella-, pero, también, el dolor -la paliza que recibe en un local al intentar defender el honor de su novia- y la impotencia -una vez desaparecido Superman, nada ni nadie puede impedir que el general Zod y sus esbirros gobiernen el mundo de manera tiránica- que forman parte de la existencia humana. Es este proceso el que confiere a Superman II un tono levemente trágico que sirve, no obstante, para engrandecer la figura mítica del superhéroe: en su condición de salvador del planeta Tierra, Superman se ve obligado a sacrificar su propia felicidad, consciente de la imposibilidad de relacionarse íntimamente con esas débiles y entrañables criaturas a las que ha jurado proteger.
Son bien conocidos los incidentes de producción acaecidos durante el rodaje de la película por los cuales se procedió a despedir al director originalmente encargado del proyecto, Richard Donner, y su sustitución por Richard Lester a mitad de la filmación. Teniendo en cuenta la especial sensibilidad que el director de La profecía demostró por el personaje en la entrega anterior -concentrada, ante todo, en el bello segmento que recogía la adolescencia de éste en la granja de sus padres adoptivos-, podríamos llegar a la conclusión de que los mencionados momentos intimistas proceden de su mano, mientras que los desafortunados instantes paródicos son aportación de Lester -el hombre arrastrado por el suelo debido al poderoso aliento de Zod o la revancha que se toma Clark Kent una vez recuperados sus poderes con el gamberro que le dió la paliza en el bar-. Una división tan salomónica como, posiblemente, aventurada e injusta, pero el hecho de que en la siguiente película, dirigida en solitario por Lester, se incluyera como villano al cómico Richard Pryor nos indica que quizás no estemos tan lejos de la verdad.
Superman II es, digamoslo ya, una película notablemente inferior a su predecesora en la cual se heredan los defectos de aquélla (una estructura descompensada; la dilatación de secuencias intrascendentes en el cómputo global -aquí, la irrelevante presencia de Lex Luthor-; un abuso del elemento cómico) para potenciarlos en un metraje obligado a ser más-grande-todavía para hacer honor a su condición como secuela. Pero si por sí misma, en su condición de título individual, Superman II difícilmente se sostiene, si la observamos como complemento de Superman, la película de Richard Lester ofrece ideas no carentes de interés, especialmente a la hora de desarrollar las relaciones de su poderoso protagonista con la raza humana que le ha acogido en su mundo que ya habían sido apuntadas en la primera parte.
Así, de igual forma a como ya sucediera en aquélla, Superman II resulta más disfrutable en el apartado dramático/intimista que en sus momentos más espectaculares/pirotécnicos (aquí más ambiciosos al presentarnos como rivales del hombre de acero a tres miembros de su extinta estirpe kryptoniana con sus mismos poderes). Las escenas en las cuales Clark Kent refleja los celos que siente ante la relación de Lois Lane con su propio alter ego o los intentos de Lois de descubrir la personalidad civil de Superman recuperan el tono intimista de la primera hora de Superman, profundizando en la doble vertiente superhéroe y humano que conforma al personaje creado por Jerry Siegel y Joe Shuster.
Si en la entrega anterior Superman representaba el sentido de la maravilla y la fantasía encarnados en una figura de aspecto humano en un entorno de gris realidad, aquí el personaje adquiere unas connotaciones mesiánicas al perder su condición divina -esto es, sus poderes- y convertirse en un ser mortal como los que le rodean diariamente, experimentando durante el proceso la felicidad -pudiendo, por fin, declararse a Lois- y el placer -consumando su relación con ella-, pero, también, el dolor -la paliza que recibe en un local al intentar defender el honor de su novia- y la impotencia -una vez desaparecido Superman, nada ni nadie puede impedir que el general Zod y sus esbirros gobiernen el mundo de manera tiránica- que forman parte de la existencia humana. Es este proceso el que confiere a Superman II un tono levemente trágico que sirve, no obstante, para engrandecer la figura mítica del superhéroe: en su condición de salvador del planeta Tierra, Superman se ve obligado a sacrificar su propia felicidad, consciente de la imposibilidad de relacionarse íntimamente con esas débiles y entrañables criaturas a las que ha jurado proteger.
Son bien conocidos los incidentes de producción acaecidos durante el rodaje de la película por los cuales se procedió a despedir al director originalmente encargado del proyecto, Richard Donner, y su sustitución por Richard Lester a mitad de la filmación. Teniendo en cuenta la especial sensibilidad que el director de La profecía demostró por el personaje en la entrega anterior -concentrada, ante todo, en el bello segmento que recogía la adolescencia de éste en la granja de sus padres adoptivos-, podríamos llegar a la conclusión de que los mencionados momentos intimistas proceden de su mano, mientras que los desafortunados instantes paródicos son aportación de Lester -el hombre arrastrado por el suelo debido al poderoso aliento de Zod o la revancha que se toma Clark Kent una vez recuperados sus poderes con el gamberro que le dió la paliza en el bar-. Una división tan salomónica como, posiblemente, aventurada e injusta, pero el hecho de que en la siguiente película, dirigida en solitario por Lester, se incluyera como villano al cómico Richard Pryor nos indica que quizás no estemos tan lejos de la verdad.
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