jueves, 5 de enero de 2012

Drive

(Drive)
USA, 2011. 100m. C.
D.: Nicolas Winding Refn P.: Michel Litvak, John Palermo, Marc Platt, Gigi Pritzker & Adam Siegel G.: Hossein Amini, basado en el libro de James Sallis I.: Ryan Gosling, Carey Mulligan, Bryan Cranston, Albert Brooks

Los primeros minutos de Drive remiten directamente al comienzo del inolvidable Driver, de Walter Hill. Como si fuese una reencarnación del anónimo personaje incorporado por Ryan O'Neal, la presentación del conductor interpretado por Ryan Gosling -del que, igualmente, nunca conoceremos el nombre- le colocan en medio de un atraco en el que hace gala de sus milimétricas aptitudes a la hora de manejar un volante. El conductor de Drive supone, hasta el momento, el último eslabón en una cadena que se inicia con el hierático Jef Costello de El silencio de un hombre. En la tensa concentración que muestra en todo momento, en su capacidad para conservar una calma casi sobrehumana incluso cuando está siendo perseguido por un helicóptero, su habilidad para la improvisación en los momentos más tensos o las inquebrantables reglas que rigen sus trabajos nos reflejan a una persona, a un ser, cuyas asombrosas cualidades van unidas a una posición vital altamente ritualizada. Así nos lo confirma la desnudez de la habitación en la que espera a que llegue la hora del siguiente trabajo. Pero ya en este inicio se nos muestra una imagen reveladora: el conductor, de espaldas a la cámara, contempla a través de la ventana el paisaje urbano de un Los Ángeles nocturno: es una imagen de fuerte componente melancólico que nos retrata a un ser humano que observa fascinado a una humanidad -representada por la ciudad- a la que quiere pertenecer pero de la que se ve apartado por una fina barrera de frío cristal.

Las semejanzas con Driver acaban ahí. Si el protagonista de la película de Walter Hill antes que un personaje con entidad propia tomaba la forma de un arquetipo, de un icono genérico, cuya hieratismo y frialdad, y ausencia de sentimientos, empapaba a toda la película, tras el prólogo, Drive marca las distancias. El encuentro del conductor con su vecina Irene, madre de un niño pequeño cuyo marido está en prisión, nos refleja que bajo esa coraza impertérrita con la que se mueve se esconde un volcán a punto de explotar. En este sentido, Winding Refn nos está contando una historia de muertos vivientes, o, al menos, de un muerto viviente: sin pasado ni identidad propia, el conductor se mueve de manera mecánica, sin aparentes objetivos, como si lo que le rodea fuese un escenario en continuo proceso de cambio. Sus trabajos diurnos despiden igualmente un hálito mortuorio: especialista de escenas peligrosas en películas de acción en las que corre el riesgo de perder la vida y como mecánico en un taller donde intenta devolver la vida a los vehículos que le traen. Incluso uno de los compañeros de rodaje le dice que parece un zombie.

Drive nos relata la historia de una redención sentimental a través de la cual su protagonista busca darle un sentido, una calidez, a una vida solitaria y mecánica. Lo que convierte al film de Winding Refn en la propuesta fílmica más hipnótica y fascinante del pasado 2011 es el contraste que se establece entre lo que se cuenta (esa búsqueda de la pasión) y cómo se cuenta. Durante la primera media hora se nos muestra el acercamiento del conductor a esa familia desestructurada y cómo se integra en ella, empezando un romance con Irene y relacionándose con su hijo. Pero a pesar de la calidez de las escenas, Winding Refn mantiene su mirada esteticista y fuertemente formalista a base de planos estáticos, medidos movimientos de cámara, ralentizaciones y largos silencios, elaborando así una atmósfera de tensión: a pesar de sus intentos de integración, el conductor se asemeja a un extraterrestre que intenta imitar las acciones de sus modelos.

Una tensión que explota en la segunda parte del metraje, en la que el protagonista se ve involucrado en una trama de atracos, mafias y traiciones. Es aquí donde el contraste que comentamos líneas arriba explota, fusionando los escalofriantes y brutales arrebatos gore del conductor con sus movimientos mecánicos (escenas como la del ascensor o el asalto al camerino de un local de strip-tease parecen suceder únicamente en la mente del protagonista). El regreso de un muerto a la vida conlleva, igualmente, una reconciliación con el dolor y la propia muerte, empapando a la atmósfera de Drive de un tono fatalista que nos devuelve, de nuevo, a El silencio de un hombre.

No es una casualidad que a la hora de hablar de Drive se traiga a colación el título de tan ilustres precedentes, pues el film, en su conjunto, supone un artefacto postmoderno, y cerebral, que se nutre de las formas del cine comercial de los ochenta como evidencia los títulos de crédito (reminiscentes de los de películas clave como Risky Business o American Gigolo) y la banda sonora (a base de ritmos electrónicos minimalistas al estilo de Tangerine Dream) o la actitud estudiadamente cool del conductor (el palillo en los labios, la cazadora con el símbolo del escorpión). De esta manera, Drive supone una propuesta coherente tanto a nivel interno como externo, pues supone la resurrección de un cine que ya pasó a mejor vida, esto es, a servir de modelo de culto para directores como Nicolas Winding Refn.


4 comentarios:

Lord_Pengallan dijo...

La película me recuerda también a Taxi driver y me remite más a los 70 que a los 80 incluido rl Western crepuscular. La de Driver no la he visto.

A mi el prota me recuerda a un monstruo del slasher por ese misterio, esa violencia extrema, ese uniforme que lleva... Me lo confirmó el que se pone la máscara de especialista para vengarse. Pero reconozco que luego se la quita y no hace nada con ella.

En fin, una buena película. Nada nuevo pero tiene vigor y personalidad.

Di te interesa mi opinión o te aburres puedes leerla: http://www.nuestroscomics.com/resenas-cine-drive/

José M. García dijo...

Hola, Lord. Ese toque western que indicas proviene de la configuración original del personaje, basado en el Jef Costello de "El silencio de un hombre" y en el conductor también sin nombre de "Driver", los cuales ya eran evoluciones de la figura mítica del cowboy solitario que llega para resolver los problemas y se marcha y que el spaguetti-western convirtió en una figura abstracta con las películas de Leone a la cabeza.

A parte de eso, "Drive" es un film asumidamente, y ostentosamente, ochentero como queda evidenciado con los créditos, la banda sonora, la vestimenta del protagonista y la estética en general.

Para mí, "Drive" ha sido este año que ha terminado lo que "Origen" significó el pasado: ¿Ha habido películas mejores? Desde luego. Pero ninguna me ha fascinado y atrapado como esta.

Un saludo.

Txema SG dijo...

A ver si me pongo con ella, todo el mundo me dice que es cojonuda, me fio de tu criterio, es cierto que resulta muy ochentera?

José M. García dijo...

Hola, Yota. Lo de la estética ochentera de "Drive" es innegable, pero hay que matizarlo. "Drive" apunta al cine de los 80 de manera confesa como ya he indicado, pero narrativamente estamos ante un producto muy cerebral, muy, digamos, de autor. En este sentido, es un ejercicio de estilo. Es el mismo caso que "Muerte entre las flores" de los Coen y "Los intocables" de De Palma. No son cine negro, sino artefactos sobre cine negro.

Un saludo.