USA, 2010. 95m. C.
D.: Samuel Bayer P.: Michael Bay, Andrew Form & Bradley Fuller G.: Wesley Strick & Eric Heisserer, basado en una idea de Wesley Strick, basada en los personajes creados por Wes Craven I.: Jackie Earle Haley, Kyle Gallner, Rooney Mara, Katie Cassidy
Realizar una nueva versión de una película con una descendencia tan extensa como la que originó la inicial Pesadilla en Elm Street dirigida en 1984 por Wes Craven puede suponer un problema, más si tenemos en cuenta que las secuelas de dicho film no eran sino remakes mal disimulados, pues básicamente consistían en la repetición de un mismo esquema con escasas variaciones. Si algo demuestra esta nueva Pesadilla en Elm Street. El origen es que, a pesar de los años transcurridos desde la última entrega de la serie -concretamente, dieciséis años desde el estreno de La nueva pesadilla de Wes Craven- la popularidad de su personaje central sigue siendo un agujero negro que acaba absorbiendo cualquier aproximación a las "aventuras" de Freddy Krueger. Algo que, por otro lado, ya ocurría con las últimas partes de la saga -Pesadilla en Elm Street 5, Pesadilla Final. La muerte de Freddy y el mencionado experimento metalingüístico dirigido por Wes Craven-, las cuales intentaban recuperar el tono sombrío y oscuro de la primera película, pero que acababan claudicando ante el show de Freddy.
Como remake, es decir, como supuesto borrón y cuenta nueva, Pesadilla en Elm Street. El origen podía haber aprovechado su condición inaugural para alejarse de la sombra de sus modelos, algo que queda desechado desde los primeros minutos: tras la secuencia de créditos, un plano nos muestra el barrio de la pequeña localidad de Springwood en el que se desarrollarán los sucesos acompañado del famoso tema musical que Charles Bernstein compuso para el título fundacional. Lejos de separarse de sus precedentes, Pesadilla en Elm Street. El origen se agarra a ellos, como si de esa manera reconociera su falta de personalidad, tomando prestados los restos dejados por las diferentes entregas. Así, aunque la película sigue con cierta fidelidad a Pesadilla en Elm Street (de la cual recupera sus escenas más importantes: la joven zarandeada en el aire; la garra de Freddy surgiendo de la bañera en la que duerme la protagonista; la muerte de uno de los amigos de Nancy en el interior de su celda), igualmente encontramos referencias a las secuelas (por ejemplo, en los nombres de algunos de los personajes).
Y es de esta manera que Pesadilla en Elm Street. El origen ofrece un punto de vista autorreferencial que seguramente sea impremeditado por parte de sus creadores. La película producida por Michael Bay no se nos presenta como un film individual, sino que es consciente de la existencia de una saga a sus espaldas, de una cadena de montaje de la que forma parte. Los adolescentes protagonistas son la antítesis de la inocencia de los de la película del director de Scream. Vigila quien llama, cuya determinación uno diría que es consecuencia de que han visto las películas anteriores y, por tanto, saben en qué terreno se están moviendo. Lo mismo puede decirse de la caracterización que Jackie Earle Harley como Freddy Krueger, compuesta de una serie de tics y movimientos familiares, como si supiera que es la estrella de la función -y que se traduce en un exceso de micro-apariciones del personaje-.
Lejos de la traducción esteticista de La matanza de Texas y del "Jason Voorhees Companion" de Viernes 13, dos remakes igualmente producidos por el director de Transformers y dirigidos por Marcus Nispel (realizador irregular pero poseedor de una mirada personal, como demuestra su excelente e injustamente infravalorada Conan el bárbaro), Pesadilla en Elm Street. El origen supone un revelador ejemplo coyuntural: un brillante y aparente empaque (la fotografía de tonos industriales; el elaborado diseño de sonido; el efectivo -y efectista- montaje) con el que engalanar un contenido de lo más vulgar, y del que únicamente podemos destacar el cómo se subrayan algunas ideas que quedaban soterradas en el original (convirtiendo a Krueger no tanto en un asesino de niños como en un pedófilo, lo cual aporta un inquietante elemento sexual a sus ataques como espíritu vengador), pero anuladas por una puesta en escena tan convencional como desganada (y que afecta principalmente a las pesadillas, planificadas con el mismo tono que las escenas en el mundo real). Y es que, finalmente, la única importancia de Pesadilla en Elm Street. El origen consiste en reivindicar el trabajo de Wes Craven y de Robert Englund en la primera Pesadilla en Elm Street.
Como remake, es decir, como supuesto borrón y cuenta nueva, Pesadilla en Elm Street. El origen podía haber aprovechado su condición inaugural para alejarse de la sombra de sus modelos, algo que queda desechado desde los primeros minutos: tras la secuencia de créditos, un plano nos muestra el barrio de la pequeña localidad de Springwood en el que se desarrollarán los sucesos acompañado del famoso tema musical que Charles Bernstein compuso para el título fundacional. Lejos de separarse de sus precedentes, Pesadilla en Elm Street. El origen se agarra a ellos, como si de esa manera reconociera su falta de personalidad, tomando prestados los restos dejados por las diferentes entregas. Así, aunque la película sigue con cierta fidelidad a Pesadilla en Elm Street (de la cual recupera sus escenas más importantes: la joven zarandeada en el aire; la garra de Freddy surgiendo de la bañera en la que duerme la protagonista; la muerte de uno de los amigos de Nancy en el interior de su celda), igualmente encontramos referencias a las secuelas (por ejemplo, en los nombres de algunos de los personajes).
Y es de esta manera que Pesadilla en Elm Street. El origen ofrece un punto de vista autorreferencial que seguramente sea impremeditado por parte de sus creadores. La película producida por Michael Bay no se nos presenta como un film individual, sino que es consciente de la existencia de una saga a sus espaldas, de una cadena de montaje de la que forma parte. Los adolescentes protagonistas son la antítesis de la inocencia de los de la película del director de Scream. Vigila quien llama, cuya determinación uno diría que es consecuencia de que han visto las películas anteriores y, por tanto, saben en qué terreno se están moviendo. Lo mismo puede decirse de la caracterización que Jackie Earle Harley como Freddy Krueger, compuesta de una serie de tics y movimientos familiares, como si supiera que es la estrella de la función -y que se traduce en un exceso de micro-apariciones del personaje-.
Lejos de la traducción esteticista de La matanza de Texas y del "Jason Voorhees Companion" de Viernes 13, dos remakes igualmente producidos por el director de Transformers y dirigidos por Marcus Nispel (realizador irregular pero poseedor de una mirada personal, como demuestra su excelente e injustamente infravalorada Conan el bárbaro), Pesadilla en Elm Street. El origen supone un revelador ejemplo coyuntural: un brillante y aparente empaque (la fotografía de tonos industriales; el elaborado diseño de sonido; el efectivo -y efectista- montaje) con el que engalanar un contenido de lo más vulgar, y del que únicamente podemos destacar el cómo se subrayan algunas ideas que quedaban soterradas en el original (convirtiendo a Krueger no tanto en un asesino de niños como en un pedófilo, lo cual aporta un inquietante elemento sexual a sus ataques como espíritu vengador), pero anuladas por una puesta en escena tan convencional como desganada (y que afecta principalmente a las pesadillas, planificadas con el mismo tono que las escenas en el mundo real). Y es que, finalmente, la única importancia de Pesadilla en Elm Street. El origen consiste en reivindicar el trabajo de Wes Craven y de Robert Englund en la primera Pesadilla en Elm Street.
3 comentarios:
Ponemos al día el especial Freddy Krueger y, por ahora, cerramos el proyecto con 9 películas en total con esta entrada que ha entrado en Halloween por (muy) poco.
Muy flojilla, la vi hace poco y aunque me entretuvo creo que la idea original funcionaba mucho mejor, también es que el contexto de la época invitaba más a ello.
La gracia de la primera "Pesadilla" en el momento de su estreno es que al principio juega a ser un slasher más como tantos otros de la época, para después destaparse como algo diferente y, hasta cierto punto, original.
He de reconocer que este remake me resultó moderadamente entretenido, pero también aplastantemente vulgar.
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