USA, 2010. 88m. C.
D.: Alexandre Aja P.: Alexandre Aja, Mark Canton, Grégory Levasseur & Marc Toberoff G.: Pete Goldfinger & Josh Stolberg I.: Richard Dreyfuss, Ving Rhames, Elizabeth Sue, Christopher Lloyd F.: 2.35:1
Convertida hoy en un clásico moderno del cine de terror, la original Piraña no dejaba de ser el enésimo proyecto crematístico de Roger Corman en su intento de sacarle partido al estrepitoso triunfo del Tiburón de Spielberg. Fue gracias al talento y la habilidad de sus creadores (el director Joe Dante, el guionista John Sayles, el compositor Pino Donaggio, el montador Mark Goldblatt, el maquillador Rob Bottin) que lo que estaba destinado a ser un mero exploit no sólo llegara a desarrollar una personalidad propia, sino que generaría su propia descendencia (Piraña II. Los vampiros del mar, el debut de James Cameron -mal que le pese- en 1981 y el telefilm Piraña '95 en, lógicamente, 1995). La realización de este remake treinta y dos años después no sólo sirve para legitimar el film de Dante, sino que lo sitúa por encima del de Spielberg desde el momento en el que ha sido elegido antes que su modelo para una "reactualización".
El elegir a Richard Dreyfuss -vestido con la misma ropa que su personaje de Tiburón, pescando en su barca y, además, escuchando por la radio la misma canción que él y sus compañeros cantaban mientras descansaban en su cruzada contra el escualo asesino- como la primera víctima de este nuevo Piraña supone, por parte de Alexandre Aja, un certificado de autenticidad: su película no es una muestra más de la corriente de remakes de películas de terror que inundan la cartelera, sino que enlaza con el film original del que parte a través de un guiño al film que, a su vez, originó el film de Joe Dante.
La participación de Dreyfuss se limita a su condición de guiño cómplice sirviendo de alimento a los depredadores peces a las primera de cambio, una vez ha cumplido su función. A continuación los títulos de créditos son ilustrados por la localización en la que transcurrirán los hechos: una pequeña ciudad universitaria portuaria que, con la llegada del verano, se ha llenado de los jóvenes que disfrutan de sus vacaciones. Con un ritmo acelerado, no carente de ralentizaciones y aceleraciones de la imagen, y música electrónica de corte hip hop se nos muestran el ambiente festivo que se vive: cientos de chicos y (sobre todo) chicas de esculturales y estilizados cuerpos haciendo gala de su turgente carnalidad: minúsculos bikinis, alcohol y camisetas empapadas resumen las intenciones del film: no se trata de hablar al espectador objetivo a través de su propio lenguaje made in MTV, sino enseñarles que ellos son la carnaza. Y es que el mensaje de Piraña no puede ser más diáfano: el segmento que une los dos puntos de la carnalidad: su belleza y su violenta corrupción.
De esta manera, durante su primera parte Piraña se centra en exhibir de manera tan descarada como jovial el espectacular físico de sus personajes. Para ello, Aja sube a sus protagonistas a un barco pilotado por un excéntrico director de productos eróticos al más puro estilo de la productora de Girls Gone Wild con su cámara y sus dos esculturales modelos. Durante la travesía, Aja pone en primer término el erotismo soterrado que se atisbaba en el fondo de los films de Spielberg y Dante, y que ya había sido apuntado tanto en Piraña II. Los vampiros del mar (la pareja de submarinistas copulando bajo el agua que abría el film) y en Piraña'95 (que ofrecía como plato principal para las pirañas una chica digna de un film de Russ Meyer), comenzando con los juegos erotómanos -vierten champán y sal en el vientre de una de las modelos para que, a continuación, tendrán que lamer los protagonistas- y cuyo momento álgido será la danza subacuática de las dos modelos completamente desnudas a los sones del célebre duetto "Sous le dôme épais où le blanc jasmin" compuesto por Léo Delibes, transformadas en dos sirenas de la carnalidad.
Tras este despliegue de voluptuosidad epidérmica en el que el cuerpo en su apogeo, es decir, el físico adolescente, lleno de deseo y atracción, es protagonista absoluto, con los ataques de las voraces pirañas prehistóricas Aja nos muestra con todo lujo de detalles la vulnerabilidad de ese cuerpo, la manera con la cual lo atractivo se torna horroroso. De igual manera que, hasta este momento, Piraña parecía un casting en el cual las actrices muestran -publicitan- sus evidentes encantos, la segunda mitad sirve para que los maquilladores Nicotero y Berger desplieguen tanto su talento como su imaginación a la hora de destrozar y corromper esa misma carne. Piraña se convierte en una orgía de mutilaciones, una exhibición de atrocidades que nunca parece llegar a su culmen. Que Aja se recree en la manera en la que sus criaturas humanas son despedazadas no es, en absoluto, gratuita: supone la honesta respuesta al deleite con el que retrataba las voluptuosas curvas que, primero, acaparaban nuestra atención y, ahora, nos obligan a apartar la vista. Eros y Tanatos se fusionan ya sea de modo irónico (tras ser atacada por las pirañas, lo único que queda de una de las modelos son... sus implantes de silicona) o decididamente zafio (una de las pirañas devora y vomita un pene en primer plano).
Esta apuesta radical por lo físico, por lo superficial (y ahí entra también el uso de las 3D de una manera tan efectista como descarada), sin duda, dota al discurso de Piraña de una coherencia, pero, a la larga, acaba pasándole factura al film en el momento en el que, en su recta final, Aja pone a sus protagonistas en una situación límite -el barco se hunde en un lago de sanguinarias pirañas- sin que nos importe lo más mínimo ni su situación ni su destino por su condición de estereotipos cuya personalidad interesa menos que su figura. Y es que en Piraña el auténtico McGuffin son las propias pirañas, cuyo origen y final ni siquiera preocupa a sus creadores... Aún menos a nosotros.
El elegir a Richard Dreyfuss -vestido con la misma ropa que su personaje de Tiburón, pescando en su barca y, además, escuchando por la radio la misma canción que él y sus compañeros cantaban mientras descansaban en su cruzada contra el escualo asesino- como la primera víctima de este nuevo Piraña supone, por parte de Alexandre Aja, un certificado de autenticidad: su película no es una muestra más de la corriente de remakes de películas de terror que inundan la cartelera, sino que enlaza con el film original del que parte a través de un guiño al film que, a su vez, originó el film de Joe Dante.
La participación de Dreyfuss se limita a su condición de guiño cómplice sirviendo de alimento a los depredadores peces a las primera de cambio, una vez ha cumplido su función. A continuación los títulos de créditos son ilustrados por la localización en la que transcurrirán los hechos: una pequeña ciudad universitaria portuaria que, con la llegada del verano, se ha llenado de los jóvenes que disfrutan de sus vacaciones. Con un ritmo acelerado, no carente de ralentizaciones y aceleraciones de la imagen, y música electrónica de corte hip hop se nos muestran el ambiente festivo que se vive: cientos de chicos y (sobre todo) chicas de esculturales y estilizados cuerpos haciendo gala de su turgente carnalidad: minúsculos bikinis, alcohol y camisetas empapadas resumen las intenciones del film: no se trata de hablar al espectador objetivo a través de su propio lenguaje made in MTV, sino enseñarles que ellos son la carnaza. Y es que el mensaje de Piraña no puede ser más diáfano: el segmento que une los dos puntos de la carnalidad: su belleza y su violenta corrupción.
De esta manera, durante su primera parte Piraña se centra en exhibir de manera tan descarada como jovial el espectacular físico de sus personajes. Para ello, Aja sube a sus protagonistas a un barco pilotado por un excéntrico director de productos eróticos al más puro estilo de la productora de Girls Gone Wild con su cámara y sus dos esculturales modelos. Durante la travesía, Aja pone en primer término el erotismo soterrado que se atisbaba en el fondo de los films de Spielberg y Dante, y que ya había sido apuntado tanto en Piraña II. Los vampiros del mar (la pareja de submarinistas copulando bajo el agua que abría el film) y en Piraña'95 (que ofrecía como plato principal para las pirañas una chica digna de un film de Russ Meyer), comenzando con los juegos erotómanos -vierten champán y sal en el vientre de una de las modelos para que, a continuación, tendrán que lamer los protagonistas- y cuyo momento álgido será la danza subacuática de las dos modelos completamente desnudas a los sones del célebre duetto "Sous le dôme épais où le blanc jasmin" compuesto por Léo Delibes, transformadas en dos sirenas de la carnalidad.
Tras este despliegue de voluptuosidad epidérmica en el que el cuerpo en su apogeo, es decir, el físico adolescente, lleno de deseo y atracción, es protagonista absoluto, con los ataques de las voraces pirañas prehistóricas Aja nos muestra con todo lujo de detalles la vulnerabilidad de ese cuerpo, la manera con la cual lo atractivo se torna horroroso. De igual manera que, hasta este momento, Piraña parecía un casting en el cual las actrices muestran -publicitan- sus evidentes encantos, la segunda mitad sirve para que los maquilladores Nicotero y Berger desplieguen tanto su talento como su imaginación a la hora de destrozar y corromper esa misma carne. Piraña se convierte en una orgía de mutilaciones, una exhibición de atrocidades que nunca parece llegar a su culmen. Que Aja se recree en la manera en la que sus criaturas humanas son despedazadas no es, en absoluto, gratuita: supone la honesta respuesta al deleite con el que retrataba las voluptuosas curvas que, primero, acaparaban nuestra atención y, ahora, nos obligan a apartar la vista. Eros y Tanatos se fusionan ya sea de modo irónico (tras ser atacada por las pirañas, lo único que queda de una de las modelos son... sus implantes de silicona) o decididamente zafio (una de las pirañas devora y vomita un pene en primer plano).
Esta apuesta radical por lo físico, por lo superficial (y ahí entra también el uso de las 3D de una manera tan efectista como descarada), sin duda, dota al discurso de Piraña de una coherencia, pero, a la larga, acaba pasándole factura al film en el momento en el que, en su recta final, Aja pone a sus protagonistas en una situación límite -el barco se hunde en un lago de sanguinarias pirañas- sin que nos importe lo más mínimo ni su situación ni su destino por su condición de estereotipos cuya personalidad interesa menos que su figura. Y es que en Piraña el auténtico McGuffin son las propias pirañas, cuyo origen y final ni siquiera preocupa a sus creadores... Aún menos a nosotros.
5 comentarios:
Entre y pensé que sería ya la otra... bueno a ver si mañana te animas con ella
Yo le daría 4 estrellas mínimo, y quizá 5
La vi hace tiempo y esperaba el típico remake de película de animales furiosos de los 70-80 con cero violencia, cero referencias sexuales e ingenuo en cuanto a acción, es decir, un remake soseras americano que sigue los cánones
¡Los cojones!, en cuanto empecé a ver chavalas ligeras de ropa (o sin ropa si mal no recuerdo) y gore a saco (muy explícito además) la cosa cambió
Es decir, 4 estrellas, sí-pero, la película en sí es una mierda pero tiene un irreverente matiz sexual/violento, algo que para ser un blockbuster es bastante raro (fuera de los ángulos de cámara sobre el culo de Megan Fox), le echaron un par xDD
La escena del muelle donde comienza la tomatina es genialmente ridícula, además el gore está realmente bien hecho
Hombre, sabiendo que Alexandre Aja estaba metido en el ajo ya suponíamos que muy recatada no sería la peli. Recordemos la bestialidad que hizo con la muy superior "Las colinas tienen ojos".
En cuanto a los desnudos, es cierto que, por lo general, está ausente del cine comercial (aunque presente subliminalmente a través de camisetas dos tallas más pequeñas) pero también depende de quien pilote la nave: el remake que hizo Marcus Nispel de "Viernes 13" tiene más desnudos y sexo que casi toda la saga junta.
Por supuesto que los efectos gore son bueno, están detras los gigantes de la KNB.
Eso sí, de blockbuster tiene poco: no deja de ser una modesta película de terror que costó menos de 25 millones de dólares.
Como dice la canción de mama ladilla "¡culos y tetas! y tetas y culos!"
La verdad, yo la veré en el cine, porque me encanta la casquería y fijo que me entretiene.
Por cierto la primera víctima de Piraña´95 es precisamente eso que apuntas, a hecho porno a destajo.
Si hay un apelícula en 3D que merezca verse en cine es esta, pero yo, a estas alturas, no tengo tan seguro que se estrene en nuestros cines teniendo en cuenta el tiempo que hace que se estrenó en USA y sus tíbios números en taquilla.
No sabía ese dato de Piraña'95, peli que, por cierto, vi antes que la original de Dante.
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