domingo, 9 de enero de 2011

El pájaro de las plumas de cristal

(L'uccello dalle piume di cristallo)
Italia/Alemania, 1970. 98m. C.
D.: Dario Argento P.: Salvatore Argento G.: Dario Argento I.: Tony Musante, Suzy Kendall, Enrico Maria Salerno, Eva Renzi F.: 2.35:1

Los títulos de crédito de El pájaro de las plumas de cristal tienen un cierto valor icónico fundacional, como si desde sus mismo comienzo se quisiera instaurar los rasgos definitorios que conformarán el giallo: unas manos enguantadas en cuero negro preparan los instrumentos del horror que portarán, una serie de armas cortantes formadas por diversos cuchillos y navajas de afeitar relucientes que están cuidadosamente colocadas encima de un paño de intenso color rojo que, además de contrastar con la negrura que lo rodea, confiere al conjunto un aire ritual. Con estas imágenes se resume los estilemas visuales (el asesino de rostro oculto vestido con una gabardina y guantes negro; la preferencia por las armas blancas a la hora de ejecutar el crimen) y narrativos del género (el asesino como protagonista, como motor principal de la acción).

El hecho de que esas manos enguantadas sean las del propio Dario Argento (quien tiene la costumbre de ejecutar los asesinatos con sus propias manos) arroja una inesperada luz sobre las intenciones de su primera, y tremendamente exitosa, película: El pájaro de las plumas de cristal no es tanto un poliziesco que sigue la investigación de una serie de asesinatos como la construcción de un artefacto cinematográfico que permita al espectador convertirse en brazo ejecutor: no se busca la empatización con las víctimas, sino situarnos en la misma mente del criminal y ver a través de sus ojos. En suma, convertir el acto del asesinato no en un acto aberrante o desagradable, sino en todo un movimiento artístico: el asesinato considerado como una más de las bellas artes.

Es esa perspectiva artística la que confiere al conjunto visual de El pájaro de las plumas de cristal un extraño pero muy estimulante aspecto estético que rehuye lo horroroso para tornarlo bello. Las cuidadas composiciones en scope de la cámara de Vittorio Storaro convierte cada plano en un elaborado escenario de formas geométricas que reflejan su artificiosidad, su condición de fondo creado expresamente para el desarrollo de los acontecimientos. Los personajes se mueven por estas localizaciones con una serie de movimientos mecánicos y actitud hierática como si supieran en todo momento su condición de fichas en un tablero dominado por su director. Esta falta de pasión, de valor dramático, en la caracterización de los protagonistas les hace partícipes de la perspectiva esteticista del conjunto: nos impide sufrir por ellos, pues no son personas humanas que sufran, sino meros figurantes. Desde nuestra privilegiada situación en la piel del asesino no podemos sentir lástima o aprecio por ellos, sino simple indiferencia.

A pesar de que un buen número de escenas transcurren por la noche o en interiores oscuros, la iluminación de El pájaro de las plumas de cristal utiliza el color blanco, lo luminoso, como tonalidad cromática predominante. El objetivo del film es el rechazo de lo oculto, de lo sugerido, para abrazar lo evidente. El resultado en una atmósfera irreal, casi onírica, cuando no de ciencia-ficción (las escenas que transcurren en el laboratorio de la policía), potenciada por el manierista uso de la cámara por parte de Argento, siempre en movimiento (los primeros minutos suponen una orgía de travellings), con violentos zooms y un montaje más asociativo que narrativo, y que eleva el conjunto por encima de un guión construido a base de trampas, casualidades e inverosimilitudes.

Si consideramos el giallo como un subgénero que se ha ido formando, construyendo una entidad propia y reconocible, a través de la "degeneración" de sus elementos que se ha producido con las diferentes muestras del mismo, podemos considerar El pájaro de las plumas de cristal no tanto su título inicial como su institucionalización: es decir, la aceptación masiva por parte del público así como el libro de estilo que seguir para la industria. En este sentido, el film muestra en sus fotogramas tanto la huella de sus antecesores (ya sea en lo general -la dilatación temporal y el montaje sensorial de los spaghetti-westerns de Leone- como en lo particular -la figura encuerada del asesino que mata hermosas mujeres de Seis mujeres para el asesino o la memoria como una serie de imágenes congeladas que pueden ser minuciosamente analizadas, una variante de las fotografías de Blow Up. Deseo de una mañana de verano) como el anuncio de los rasgos autorales de la futura obra de Argento (ese detalle grabado en la mente de los protagonistas y que resulta clave para resolver el misterio, si bien no será recuperado hasta el final).

El hecho de que en El pájaro de las plumas de cristal la resolución de la intriga esté relacionada con un cuadro cuyo estilo naïf evidencia la nimiedad del misterio que encerraba resulta una advertencia de Argento para sus espectadores: el fondo es lo de menos: el mcguffin no es la excusa, es el punto de partida. El final resulta harto revelador: las explicación del misterio por parte de la policía se oye en off mientras vemos como los protagonistas toman un avión para regresar a su hogar. El propio Argento es consciente de que una vez ha desaparecido el asesino, lo que queda no reviste ningún interés.


2 comentarios:

BizarroJoe dijo...

¡Parece que no has dejado punto sin cubrir! La reseña ha quedado de lo más exhaustiva, y, a mi juicio, muy acertada en sus tesis: Es muy curioso comprobar como los recursos empleados para mantener el interés sobre el misterio de la identidad del asesino acaban revelándose como banales y/o fútiles (Parece que la relación del cuadro con el caso fue puramente casual, y el detalle que el protagonista olvidó acaba siendo recordado cuando ya no sirve de nada, ni a él, ni al espectador.); o su indolente protagonista, que parece tan consciente de ser un personaje en una historia de misterio que a mí, acabó recordándome al tono surrealista de "Dylan Dog".
Ah, y me gustaría también resaltar las delirantes escenas de humor: La chocante rueda de sospechosos resultaría de lo más ofensiva al espectador liberal y tolerante de hoy día.
Y una vez más, excelente elección de cartel.

José M. García dijo...

Me alegro que te haya gustado la reseña. La verdad es que no fue fácil de escribir (y la hora en que se publicó es muestra de ello).

Como siempre, quedaron cosas fuera que uno no encuentra sitio donde colocarlas: en un principio, sí iba a comentar eso que llamé "costumbrismo pintoresco" pero, al final, no hallé modo de incluirlo.

De un tiempo a esta parte, intento presentar los carteles originales, siempre que sea posible o salvo error mío (películas como esta tienen un buen puñado de carteles diferentes). Lo que sí tenía muy claro, es que ese es el fotograma que quería poner: creo que resume tanto la peli como el giallo.

Un saludo.