España/Francia, 2010. 107m. C.
D.: Álex de la Iglesia P.: Vérane Frédiani, Gerardo Herrero & Franck Ribière G.: Álex de la Iglesia I.: Carlos Areces, Antonio de la Torre, Carolina Bang, Santiago Segura, Sancho Gracia F.: 2.35:1
Como la mayoría de films españoles (y europeos, en general) Balada triste de trompeta es precedida por una larga retahíla de instituciones oficiales y diversas productoras que han colaborado en la financiación del film que vamos a ver a continuación. Pero hay una diferencia sustancial: el silencio reverencial que suele acompañar dichos créditos es sustituido por las risas de un grupo de niños que da la impresión de que se están riendo de los diferentes nombres que se suceden en la pantalla. Este detalle resulta significativo a la hora de intentar comprender cuales son los motivos que han llevado al posiblemente mejor director español de su generación, capaz de ofrecer obras tan musculosas como El día de la bestia o Perdita Durango, a facturar un desastre del tamaño de Balada triste de trompeta.
A lo largo del atronador cúmulo de excesos que componen la última obra del director bilbaíno se detecta la mirada esquizofrénica de alguien que utiliza su trabajo principal (el de director de cine) como muñeco anti-stress en el que canalizar la rabia concentrada producida por sus obligaciones como actual presidente de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España. Que Balada triste de trompeta sea tanto la película más salvaje, ruidosa y estridente de De la Iglesia como su primera producción tras tomar dicho cargo oficial no resulta una casualidad. De esta manera, el desestructurado e inconexo guión de Balada triste de trompeta (básicamente un cúmulo de escenas ordenadas de manera arbitraria) parece escrito por un autor en estado febril, incapaz de controlar su arrolladora bilis, libre, por fin, de decir y poner lo que le dé la gana (la ausencia por primera vez de su hasta ahora inseparable Jorgue Guerricaechevarría es un dato a tener en cuenta).
Con todo, Balada triste de trompeta es una película cien por cien De la Iglesia. Un producto en el que se reconoce ese universo referencial en el que se cruzan el sentimiento cañí con los iconos de la cultura popular americana que el director de La comunidad ha labrado film a film. Los extraordinarios títulos de créditos suponen un sello de autenticidad: una serie de imágenes de archivo en las que se fusiona la Historia con el recuerdo: las figuras claves de la transición con la educación televisiva recibida en la infancia: de Franco a Flash Gordon en un parpadeo. La idea de filtrar un estigma del cine español como es la guerra civil a través de los códigos de cine de acción más pirotécnico y del terror más sangriento es tan estimulante como peligrosa debido a la dificultad de los juegos malabares necesarios para mantener en el aire los casi antagónicos elementos manejados (desde la escenificación del atentado mortal del presidente Carrero Blanco y las reiteradas huídas del Lute a una variación del clímax del Batman de Tim Burton localizada en el Valle de los Caídos o el guiño a la muerte de Gwen Stacy).
La importancia de Álex de la Iglesia en el cine español moderno me parece fuera de toda duda. Su apuesta por el cine de género con la irregular pero tremendamente atractiva Acción Mutante fue consolidado con el éxito de El día de la bestia, el film que consiguó que el público joven volviera a pasar por taquilla para ver una película española. De la Iglesia era una rara avis dentro de la industria nacional: un director que pensaba en imágenes dentro de una cinematografía que, por lo general, invierte sus esfuerzos en la escritura del guión, considerando el rodaje posterior un mero trámite. Balada triste de trompeta confirma la creencia que De la Iglesia tiene en el poder de la imagen pero, en este caso, su inspiración viene dada por la mayor lacra del cine espectáculo norteamericano: el abuso por el plano corto, por un montaje que confunde ritmo con atropello: uno tiene la constante impresión de que faltan planos de transición entre las escenas, golpeándose unas a otras en su intención de acaparar todo el protagonismo.
Tras la fría acogida a su anterior Los crímenes de Oxford (a la que no pocos acusaron de academicista), Balada triste de trompeta tenía el aspecto de un calculado run for cover con el que De la Iglesia volvía a los escenarios familiares en busca de un éxito garantizado. No deja de ser un síntoma de (triste) coherencia que haya decidido hacer una variante de su mejor película, Muertos de risa, para facturar su peor trabajo hasta la fecha: es la evidencia de las diferencias entre el apocalíptico rebelde del cine español que admirábamos y el integrado flamante representante de una cinematografía que, a pesar de los oropeles, sigue sin levantar cabeza.
A lo largo del atronador cúmulo de excesos que componen la última obra del director bilbaíno se detecta la mirada esquizofrénica de alguien que utiliza su trabajo principal (el de director de cine) como muñeco anti-stress en el que canalizar la rabia concentrada producida por sus obligaciones como actual presidente de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España. Que Balada triste de trompeta sea tanto la película más salvaje, ruidosa y estridente de De la Iglesia como su primera producción tras tomar dicho cargo oficial no resulta una casualidad. De esta manera, el desestructurado e inconexo guión de Balada triste de trompeta (básicamente un cúmulo de escenas ordenadas de manera arbitraria) parece escrito por un autor en estado febril, incapaz de controlar su arrolladora bilis, libre, por fin, de decir y poner lo que le dé la gana (la ausencia por primera vez de su hasta ahora inseparable Jorgue Guerricaechevarría es un dato a tener en cuenta).
Con todo, Balada triste de trompeta es una película cien por cien De la Iglesia. Un producto en el que se reconoce ese universo referencial en el que se cruzan el sentimiento cañí con los iconos de la cultura popular americana que el director de La comunidad ha labrado film a film. Los extraordinarios títulos de créditos suponen un sello de autenticidad: una serie de imágenes de archivo en las que se fusiona la Historia con el recuerdo: las figuras claves de la transición con la educación televisiva recibida en la infancia: de Franco a Flash Gordon en un parpadeo. La idea de filtrar un estigma del cine español como es la guerra civil a través de los códigos de cine de acción más pirotécnico y del terror más sangriento es tan estimulante como peligrosa debido a la dificultad de los juegos malabares necesarios para mantener en el aire los casi antagónicos elementos manejados (desde la escenificación del atentado mortal del presidente Carrero Blanco y las reiteradas huídas del Lute a una variación del clímax del Batman de Tim Burton localizada en el Valle de los Caídos o el guiño a la muerte de Gwen Stacy).
La importancia de Álex de la Iglesia en el cine español moderno me parece fuera de toda duda. Su apuesta por el cine de género con la irregular pero tremendamente atractiva Acción Mutante fue consolidado con el éxito de El día de la bestia, el film que consiguó que el público joven volviera a pasar por taquilla para ver una película española. De la Iglesia era una rara avis dentro de la industria nacional: un director que pensaba en imágenes dentro de una cinematografía que, por lo general, invierte sus esfuerzos en la escritura del guión, considerando el rodaje posterior un mero trámite. Balada triste de trompeta confirma la creencia que De la Iglesia tiene en el poder de la imagen pero, en este caso, su inspiración viene dada por la mayor lacra del cine espectáculo norteamericano: el abuso por el plano corto, por un montaje que confunde ritmo con atropello: uno tiene la constante impresión de que faltan planos de transición entre las escenas, golpeándose unas a otras en su intención de acaparar todo el protagonismo.
Tras la fría acogida a su anterior Los crímenes de Oxford (a la que no pocos acusaron de academicista), Balada triste de trompeta tenía el aspecto de un calculado run for cover con el que De la Iglesia volvía a los escenarios familiares en busca de un éxito garantizado. No deja de ser un síntoma de (triste) coherencia que haya decidido hacer una variante de su mejor película, Muertos de risa, para facturar su peor trabajo hasta la fecha: es la evidencia de las diferencias entre el apocalíptico rebelde del cine español que admirábamos y el integrado flamante representante de una cinematografía que, a pesar de los oropeles, sigue sin levantar cabeza.
7 comentarios:
Muy comedido, ha sido una mierda! no he sacado nada positivo que no se vea en esa foto final...
Hombre, por fin otro que coincide conmigo respecto a Muertos de risa!
"Balada" ha conseguido algo no carente de mérito: que Olahf y yo coincidamos en nuestra opinón por una misma peli.
Yo si quisiera destacar un detalle positivo y es la excelente música compuesto por Roque Baños.
Mariano: el caso de "Muertos de risa" es curioso. recuerdo que en el momento de su estreno recibió palos a diestro y siniestro y, aún así, obtuvo un fenomenal éxito de taquilla.
Creo que hoy cada vez salen más admiradores de una película que considero de las más complejas a la vez que equilibradas de de la Iglesia.
n saludo.
A mi de la Iglesia no me aporta nada desde La Comunidad, siendo ésta junto con El Día de la Bestia y Acción Mutante las únicas películas de su filmografía que tolero.
Con los Crimenes de Oxford me quedé dormido, Crimen Ferpecto me parece una tomadura de pelo y La balada triste de su puñetera madre ni me molestaré en verla.
No he visto Los crímenes de Oxford pero Crimen ferpecto sí me gustó. Cierto que era muy previsible y un run for cover en toda regla tras el descalabro comercial de 800 balas, pero la encontré muy divertida y bastante espectacular. Pero lo de Balada no hay por donde cogerlo.
Un saludo.
Bueno, veo que al final no me perdi gran cosa, es una pena lo de este hombre mira que parecía que podía hacer historia en el cine español...
Hombre, ahora no vamos a quitarle lo bailado. De la Iglesia ya ha hecho historia en el cine español. Habrá que ver qué hace a continuación y si esta Balada queda sólo en un (grave) tropiezo. Por ahora, el balance de lo positivo en su filmografía es muy superior.
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