USA, 1967. 90m. BN
D.: Martin Scorsese P.: Betzi Manoogian, Haig Manoogian & Joseph Weill G.: Martin Scorsese I.: Zina Bethune, Harvey Keitel, Anne Collette, Lennard Kuras F.: 1.85:1
Aparte de ser dos de los directores más importantes del cine americano de los años 70 (los que, junto a William Friedkin, aportaron las películas más tangenciales), podemos encontrar varias similitudes entre las carreras de los realizadores italoamericanos Francis Ford Coppola y Martin Scorsese: la enorme relevancia de determinados títulos que acaban relegando casi al ostracismo de una buena parte de su filmografía (por ejemplo, ¿alguien se acuerda hoy en día de Jardines de piedra o Cotton Club, del primero; o Nueva York Nueva York o, incluso, El rey de la comedia, del segundo?); la participación de Roger Corman en los modestos comienzos de ambos directores (Demencia 13, en el caso de Coppola; El tren de Bertha, en el de Scorsese) y, en líneas generales, el desconocimiento general de esos mismos comienzos, hasta el punto de que buena parte del público seguramente piensa que El padrino y Malas calles son sus respectivos debuts.
Unas similitudes que se extienden al tono sentimental de la opera prima de cada uno. Tanto Ya eres un gran chico (considerada la primera película de Coppola aunque éste ya se había encargado, en plan guerrillero marca Corman, de dos films: El botones y las Playgirls -en realidad, un remontaje con escenas añadidas de una comedia erótica alemana- y Demencia 13 -film de terror rodado en un fin de semana-) como esta ¿Quién llama a mi puerta? incluyen un marcado elemento autobiográfico en su retrato del difícil paso hacia la madurez y sus responsabilidades.
Pero cuando hablamos de elemento autobiográfico no nos referimos a que ¿Quién llama a mi puerta? esté inspirada en la vida de su director y guionista, sino que en ella se concentran las obsesiones de éste, componiendo una visión en conjunto de la mirada vital de Scorsese y apuntando las que serán las pautas que marcarán el resto de su carrera. La escena que nos muestra el momento en el que J.R. (un adolescente Harvey Keitel en su primer papel cinematográfico) y su chica (nunca se nos dice su nombre) se conocen resulta ejemplar a este respecto: la imagen de John Wayne en Centauros del desierto que aparece en una revista francesa que ella está leyendo será el medio por el cual ambos entablarán conversación. Una conversación maracada por la cinefilia de J.R. y que se prolongará en el resto de su relación (ambos van al cine a ver Rio Bravo). La utilización del cine como base para una relación sentimental no es, desde luego, una casualidad viniendo del que posiblemente sea, junto a Peter Bogdanovich, el cineasta más confesadamente cinéfilo de su generación. Así como tampoco lo es la utilización de un western de John Ford (género americano por excelencia) y una revista francesa (los años 60 están marcados por la irrupción de la Nouvelle Vague, compuesta por varios críticos de cine de la mítica revista Cahiers du Cinema y cuyo desarrollo de un cine libre, deconstructivo y autorreferencial marcó a Scorsese y a sus compañeros. De hecho, la estructura en flashbacks y a base de tiempos muertos de ¿Quién llama a mi puerta? remite al movimiento francés).
El comienzo mismo de la película no sólo coloca las bases de lo que podríamos llamar el corpus autoral scorsesiano, sino que nos da la pista con la que entender la extraña relación entre J.R. y su chica: unos planos de hondo tono costumbrista nos muestra a una mujer de mediana edad preparando una empanada de carne casera que después servirá a sus hijos. Los planos de la preparación del plato son completados por las imágenes de una serie de figuras religiosas. A continuación, Scorsese pasa a mostrarnos al protagonista junto a sus amigos en plena pelea callejera. Estas dos secuencias nos presentan la importancia de las raices familiares en el cine de Scorsese, así como el determinante papel que juega la violencia y la religión en la vida de sus protagonistas. En la figura de J.R. confluyen los perfiles de los futuros antihéroes de su filmografía: por un lado, su carácter juerguista y algo infantil cuando está con sus amigos; y por otro, sus profundas creencias católicas, que son las que marcan su compromiso con su chica.
Para J.R. el matrimonio es una unión sagrada que sólo puede establecerse a través de la pureza, por eso se negará a acostarse con su chica (en la escena en la que ella intenta infructuosamente tener sexo con él, un plano nos muestra el reflejo de la chica en un espejo, al lado de una estatuilla de una Virgen que está colocada enfrente), en cambio no tiene ningún problema en acostarse con otras mujeres con quienes, simplemente, quiere pasar un rato (el montaje acelerado y la utilización del tema "The End" de The Doors subraya el tono lascivo y hedonista del momento). De esta manera, J.R. se mueve entre la dicotomía Madre/Puta en su acercamiento a la figura femenina, sin duda marcado por la presencia materna que le preparaba empanadas de carne en su infancia.
A pesar del precario presupuesto manejado y las consiguientes limitaciones técnicas, ¿Quién llama a mi puerta? refleja la mirada nerviosa de Scorsese, presentando, de manera embrionaria, las constantes estilísticas del director de Casino, patente en la utilización de canciones populares, en su vertiente rock'n'roll, para dinamizar el ritmo de las escenas o en los movimientos de cámara y el uso del montaje (los travellings encadenados que nos muestra las juergas de J.R. y sus amigos, combinados con cámara lenta; el montaje agresivo de la mencionada secuencia en la que vemos a J.R acostándose con un montón de chicas) e, incluso, cierta inventiva visual a la hora de mostrar los pensamientos del protagonista: especialmente notoria la escena en la que su chica le cuenta un escabroso suceso de su pasado: J.R. visualiza la escena en su cabeza con una ligera atmósfera terrorífica. La utilización de planos congelados y el progresivo deterioro sonoro de la canción que acompaña la acción reflejan a la perfección la frustración que siente J.R. ante lo que oye, una historia que le obsesionará de tal forma que será el principio del fin del bonito sueño que había construido con su chica.
Unas similitudes que se extienden al tono sentimental de la opera prima de cada uno. Tanto Ya eres un gran chico (considerada la primera película de Coppola aunque éste ya se había encargado, en plan guerrillero marca Corman, de dos films: El botones y las Playgirls -en realidad, un remontaje con escenas añadidas de una comedia erótica alemana- y Demencia 13 -film de terror rodado en un fin de semana-) como esta ¿Quién llama a mi puerta? incluyen un marcado elemento autobiográfico en su retrato del difícil paso hacia la madurez y sus responsabilidades.
Pero cuando hablamos de elemento autobiográfico no nos referimos a que ¿Quién llama a mi puerta? esté inspirada en la vida de su director y guionista, sino que en ella se concentran las obsesiones de éste, componiendo una visión en conjunto de la mirada vital de Scorsese y apuntando las que serán las pautas que marcarán el resto de su carrera. La escena que nos muestra el momento en el que J.R. (un adolescente Harvey Keitel en su primer papel cinematográfico) y su chica (nunca se nos dice su nombre) se conocen resulta ejemplar a este respecto: la imagen de John Wayne en Centauros del desierto que aparece en una revista francesa que ella está leyendo será el medio por el cual ambos entablarán conversación. Una conversación maracada por la cinefilia de J.R. y que se prolongará en el resto de su relación (ambos van al cine a ver Rio Bravo). La utilización del cine como base para una relación sentimental no es, desde luego, una casualidad viniendo del que posiblemente sea, junto a Peter Bogdanovich, el cineasta más confesadamente cinéfilo de su generación. Así como tampoco lo es la utilización de un western de John Ford (género americano por excelencia) y una revista francesa (los años 60 están marcados por la irrupción de la Nouvelle Vague, compuesta por varios críticos de cine de la mítica revista Cahiers du Cinema y cuyo desarrollo de un cine libre, deconstructivo y autorreferencial marcó a Scorsese y a sus compañeros. De hecho, la estructura en flashbacks y a base de tiempos muertos de ¿Quién llama a mi puerta? remite al movimiento francés).
El comienzo mismo de la película no sólo coloca las bases de lo que podríamos llamar el corpus autoral scorsesiano, sino que nos da la pista con la que entender la extraña relación entre J.R. y su chica: unos planos de hondo tono costumbrista nos muestra a una mujer de mediana edad preparando una empanada de carne casera que después servirá a sus hijos. Los planos de la preparación del plato son completados por las imágenes de una serie de figuras religiosas. A continuación, Scorsese pasa a mostrarnos al protagonista junto a sus amigos en plena pelea callejera. Estas dos secuencias nos presentan la importancia de las raices familiares en el cine de Scorsese, así como el determinante papel que juega la violencia y la religión en la vida de sus protagonistas. En la figura de J.R. confluyen los perfiles de los futuros antihéroes de su filmografía: por un lado, su carácter juerguista y algo infantil cuando está con sus amigos; y por otro, sus profundas creencias católicas, que son las que marcan su compromiso con su chica.
Para J.R. el matrimonio es una unión sagrada que sólo puede establecerse a través de la pureza, por eso se negará a acostarse con su chica (en la escena en la que ella intenta infructuosamente tener sexo con él, un plano nos muestra el reflejo de la chica en un espejo, al lado de una estatuilla de una Virgen que está colocada enfrente), en cambio no tiene ningún problema en acostarse con otras mujeres con quienes, simplemente, quiere pasar un rato (el montaje acelerado y la utilización del tema "The End" de The Doors subraya el tono lascivo y hedonista del momento). De esta manera, J.R. se mueve entre la dicotomía Madre/Puta en su acercamiento a la figura femenina, sin duda marcado por la presencia materna que le preparaba empanadas de carne en su infancia.
A pesar del precario presupuesto manejado y las consiguientes limitaciones técnicas, ¿Quién llama a mi puerta? refleja la mirada nerviosa de Scorsese, presentando, de manera embrionaria, las constantes estilísticas del director de Casino, patente en la utilización de canciones populares, en su vertiente rock'n'roll, para dinamizar el ritmo de las escenas o en los movimientos de cámara y el uso del montaje (los travellings encadenados que nos muestra las juergas de J.R. y sus amigos, combinados con cámara lenta; el montaje agresivo de la mencionada secuencia en la que vemos a J.R acostándose con un montón de chicas) e, incluso, cierta inventiva visual a la hora de mostrar los pensamientos del protagonista: especialmente notoria la escena en la que su chica le cuenta un escabroso suceso de su pasado: J.R. visualiza la escena en su cabeza con una ligera atmósfera terrorífica. La utilización de planos congelados y el progresivo deterioro sonoro de la canción que acompaña la acción reflejan a la perfección la frustración que siente J.R. ante lo que oye, una historia que le obsesionará de tal forma que será el principio del fin del bonito sueño que había construido con su chica.
2 comentarios:
La escena en la que JR dice "te perdono" es tan cruel y dice tanto del personaje que me parece genial, la verdad es que la peliculas es Scorsese en estado puro aqui esta la esencia misma del director, por desgracia en Boxcar Bertha la cosa es muy diferente, al menos en mi opinión claro.
No se puede negar que ya en su 1ª peli, Scorsese tenía muy claras sus obsesiones. Lo que me ha llamado la atención es que ya aparece la montadora Thelma Schoonmaker quien prácticamente le ha acompañado en toda su carrera.
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