USA, 1994. 91m. C.
D.: Don Coscarelli P.: Don Coscarelli G.: Don Coscarelli I.: Reggie Bannister, A. Michael Baldwin, Bill Thornbury, Gloria Lynne Henry F.: 1.85:1
La tercera entrega de la saga iniciada en 1979 con Phantasma comienza, como la anterior película, con un resumen de los acontecimientos acaecidos en los títulos anteriores para, a renglón seguido, retomar la acción donde se interrumpió en Phantasma. El regreso. Entre el conjunto de planos reciclados, Don Coscarelli inserta algunas nuevas imágenes que sirven para ligar los acontecimientos pasados con los nuevos. Esta decisión no sólo remarca el carácter serial de la saga (al igual que en los seriales antiguos se nos mostraba el modo en que el héroe saltaba del vehículo antes de que este se despeñara por un acantilado) sino que le sirve al director de El señor de las bestias para asegurarse la futura continuidad de su carrera: cuando vemos al Hombre Alto recoger la deteriorada copia de sí mismo que destruyeron nuestros héroes en el climax de la segunda parte nos damos cuenta de que, siempre que se quiera, hay Phantasma para rato. Algo confirmado por el propio némesis de Mike y Reggie cuando, al final, dirigiéndose directamente al espectador, le asegura que "Esto nunca acaba", aportando un ligero tono paródico que marca el tono de Phantasma. El pasaje del terror.
Si Phantasma. El regreso descontextualizaba a unos personajes y unos elementos, para introducirlos en un nuevo escenario, el cine de acción, haciendo que, por el camino, éstos perdieran toda su sustancia, en esta ocasión, Coscarelli parece querer recuperar esa esencia remitiendo directamente al film original: la presencia de Tim, un niño que se unirá a Reggie en su búsqueda del Hombre Alto supone una actualización de la pareja formada por Jody y Mike en el primer film. Incluso Tim viste de manera parecida a como lo hacía Mike; y Coscarelli no se resiste a repetir la composición del final de Phantasma, mostrando a Reggie y a Tim hablando sentados en el suelo, delante del fuego de la chimenea. Pero Tim ya no es el niño inseguro que era Mike y en su introducción en la historia demuestra saber defenderse: él solo se encargará de tres matones que pretenden saquear su hogar. De esta manera, Phantasma. El pasaje del terror supone una mezcla de las dos anteriores entregas, intentando conciliar el terror y el misterio de la primera, con la acción y la estructura de road movie de la segunda.
Consciente quizás de la viabilidad de convertir Phantasma en una larga serie en la que ya no es posible repetir una y otra vez los mismos acontecimientos, Coscarelli trata de desarrollar la mitología de la saga, aportando una lógica interna. En Phantasma. El pasaje del terror desaparece, ya por completo, la atmósfera onírica y surreal del film que lo empezó todo, pero ahora, al contrario de lo que ocurría en Phantasma. El regreso, se nos da algo a cambio. Coscarelli explota los elementos más pulp de la franquicia, convirtiendo al Hombre Alto en el líder de un ejército cósmico en busca de dimensiones que conquistar y a Mike en un objetivo que corromper. O lo que es lo mismo, un funerario Darth Vader intentando atraer a su particular Luke Skywalker al lado oscuro. Desde sus orígenes en las brumas de las pesadillas infantiles, Phantasma ha acabado encontrando su lugar entre las páginas del bolsilibro de ciencia-ficción.
Una de las virtudes de la saga consiste en presentar una serie de iconos de marcada personalidad que los diferencia del resto de producciones del género: los enormes y majestuosos mausoleos donde transcurre la acción en los que contrasta su inmaculada superficie con el horror que se incuba en su interior; las esferas voladoras que sirven tanto para vigilar como para taladrar la frente de sus víctimas; los merodeadores que profanan las tumbas con sus rostros cubiertos con máscaras de gas. A estos elementos se le suma todo un recital de lugares comunes del cine de terror y fantasía más común: unos molestos y socarrones zombies; pequeñas y monstruosas criaturas dentadas; una mujer guerrera experta en artes marciales; accidentes de coches y explosiones; una enfermera poseída digna del Sam Raimi más lúdico. El resultado de este conjunto, sumado a los toques pulp señalados, convierten a Phantasma. El pasaje del terror en una propuesta tan absurda y delirante como divertida.
Si Phantasma. El regreso descontextualizaba a unos personajes y unos elementos, para introducirlos en un nuevo escenario, el cine de acción, haciendo que, por el camino, éstos perdieran toda su sustancia, en esta ocasión, Coscarelli parece querer recuperar esa esencia remitiendo directamente al film original: la presencia de Tim, un niño que se unirá a Reggie en su búsqueda del Hombre Alto supone una actualización de la pareja formada por Jody y Mike en el primer film. Incluso Tim viste de manera parecida a como lo hacía Mike; y Coscarelli no se resiste a repetir la composición del final de Phantasma, mostrando a Reggie y a Tim hablando sentados en el suelo, delante del fuego de la chimenea. Pero Tim ya no es el niño inseguro que era Mike y en su introducción en la historia demuestra saber defenderse: él solo se encargará de tres matones que pretenden saquear su hogar. De esta manera, Phantasma. El pasaje del terror supone una mezcla de las dos anteriores entregas, intentando conciliar el terror y el misterio de la primera, con la acción y la estructura de road movie de la segunda.
Consciente quizás de la viabilidad de convertir Phantasma en una larga serie en la que ya no es posible repetir una y otra vez los mismos acontecimientos, Coscarelli trata de desarrollar la mitología de la saga, aportando una lógica interna. En Phantasma. El pasaje del terror desaparece, ya por completo, la atmósfera onírica y surreal del film que lo empezó todo, pero ahora, al contrario de lo que ocurría en Phantasma. El regreso, se nos da algo a cambio. Coscarelli explota los elementos más pulp de la franquicia, convirtiendo al Hombre Alto en el líder de un ejército cósmico en busca de dimensiones que conquistar y a Mike en un objetivo que corromper. O lo que es lo mismo, un funerario Darth Vader intentando atraer a su particular Luke Skywalker al lado oscuro. Desde sus orígenes en las brumas de las pesadillas infantiles, Phantasma ha acabado encontrando su lugar entre las páginas del bolsilibro de ciencia-ficción.
Una de las virtudes de la saga consiste en presentar una serie de iconos de marcada personalidad que los diferencia del resto de producciones del género: los enormes y majestuosos mausoleos donde transcurre la acción en los que contrasta su inmaculada superficie con el horror que se incuba en su interior; las esferas voladoras que sirven tanto para vigilar como para taladrar la frente de sus víctimas; los merodeadores que profanan las tumbas con sus rostros cubiertos con máscaras de gas. A estos elementos se le suma todo un recital de lugares comunes del cine de terror y fantasía más común: unos molestos y socarrones zombies; pequeñas y monstruosas criaturas dentadas; una mujer guerrera experta en artes marciales; accidentes de coches y explosiones; una enfermera poseída digna del Sam Raimi más lúdico. El resultado de este conjunto, sumado a los toques pulp señalados, convierten a Phantasma. El pasaje del terror en una propuesta tan absurda y delirante como divertida.
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