España, 2010. 95m. C.
D.: Rodrigo Cortés P.: Adrián Guerra & Peter Safran G.: Chris Sparling I.: Ryan Reynolds, José Luis García Pérez, Robert Paterson, Stephen Tobolowsky F.: 2.35:1
Posiblemente, podemos considerar el ejercicio de estilo como el acercamiento más puro al acto de hacer cine. Si consideramos la imagen en movimiento (o la ilusión de tal) y el montaje como los factores determinantes del arte cinematográfico (es decir, las cualidades intrínsecas que lo diferencia del resto de las artes), la subordinación del valor narrativo de un film ante el desarrollo de un tour de force estilístico no deja de suponer el acercarse a la esencia misma del cinematógrafo. En este sentido, Buried (Enterrado) es un auténtico ejercicio de estilo desde el momento en el que resulta más importante los medios por los que se ha creado el film, la anécdota de su punto de partida, que los resultados. En general, las valoraciones de la segunda película del director de Concursante vienen dadas por la valentía y arrojo de su propuesta (un ataúd como único y angosto escenario y su desesperado ocupante como solitario protagonista) y no por el balance cualitativo de la misma.
Durante su primera media hora, Buried (Enterrado) plantea su idea más interesante: vivimos en un mundo de formas inestables, difusas. En el momento en el que el protagonista, Paul Conroy, es apartado radicalmente de su entorno y pierde de vista su realidad cotidiana, ésta desaparece. Paul intenta infructuosamente ponerse en contacto mediante el móvil con el que ha sido enterrado con todo un repertorio de pilares que forman su vida: su familia, sus amistades, la policía e, incluso, su gobierno. El resultado es el mismo: nada. La gente no responde al teléfono o, directamente, no le creen. Buried (Enterrado) construye una realidad líquida, que se evapora en cuanto cerramos los ojos. Este acercamiento abstracto era, probablemente, el camino más indicado para que Cortés desarrollara su propuesta, llevándola a un terreno más metafísico que contrastara con la marcada fisicidad del momento: la escisión entre un cuerpo atrapado y una mente necesitada de liberarse.
Ante el desafío límite a nivel técnico de su punto de partida (se le ha llegado a denominar cine experimental), puede resultar extraño decir que Buried (Enterrado) elige el camino fácil, pero si atendemos a su comienzo esto nos quedará más claro: los primeros minutos de la película transcurren con la pantalla en negro; escuchando únicamente los sonidos de su angustioso protagonista. Sólo cuando éste enciende su mechero, se ilumina la pantalla. A lo largo de la película, se mantendrá esta iluminación lógica: el mechero, la pantalla del teléfono móvil o un par de bengalas serán la única fuente de luz. Sin duda, un planteamiento coherente con el acercamiento realista que se busca, pero que entra en el terreno de la contradicción si atendemos a la secuencia de créditos: unos los títulos de crédito ilustrados con una enfática banda sonora que parece sacada de cualquier película de acción: Buried (Enterrado) acaba encajonada entre la radicalidad de su forma y la convencionalidad de su espíritu.
Al final, que la película imite el estado de su protagonista, encerrado en un ataúd enterrado, es lo de menos. Buried (Enterrado) utiliza el confinamiento obligatorio de Paul Conroy como un catalizador de todos los males de la sociedad moderna: el imperio del miedo impuesto por el terrorismo; la ineficacia de nuestras fuerzas de seguridad; la enfermedad que mina el núcleo familiar; la deshumanización del individuo por parte del frío mercado laboral. De esta manera, la película se acaba convirtiendo en una gran alegoría social a la que no le faltan sus gotas de sentimentalismo (las relaciones de Paul con una compañera de trabajo o el vídeo testamentario que graba). Situar la acción de Buried (Enterrado) en el centro del conflicto islámico o escenas como el encuentro con un indeseado invitado certifica que, antes que el protagonista, es el equipo técnico quien realmente tiene ganas de salir de un encierro que más que inspirarles, les limita y, finalmente, ahoga.
Durante su primera media hora, Buried (Enterrado) plantea su idea más interesante: vivimos en un mundo de formas inestables, difusas. En el momento en el que el protagonista, Paul Conroy, es apartado radicalmente de su entorno y pierde de vista su realidad cotidiana, ésta desaparece. Paul intenta infructuosamente ponerse en contacto mediante el móvil con el que ha sido enterrado con todo un repertorio de pilares que forman su vida: su familia, sus amistades, la policía e, incluso, su gobierno. El resultado es el mismo: nada. La gente no responde al teléfono o, directamente, no le creen. Buried (Enterrado) construye una realidad líquida, que se evapora en cuanto cerramos los ojos. Este acercamiento abstracto era, probablemente, el camino más indicado para que Cortés desarrollara su propuesta, llevándola a un terreno más metafísico que contrastara con la marcada fisicidad del momento: la escisión entre un cuerpo atrapado y una mente necesitada de liberarse.
Ante el desafío límite a nivel técnico de su punto de partida (se le ha llegado a denominar cine experimental), puede resultar extraño decir que Buried (Enterrado) elige el camino fácil, pero si atendemos a su comienzo esto nos quedará más claro: los primeros minutos de la película transcurren con la pantalla en negro; escuchando únicamente los sonidos de su angustioso protagonista. Sólo cuando éste enciende su mechero, se ilumina la pantalla. A lo largo de la película, se mantendrá esta iluminación lógica: el mechero, la pantalla del teléfono móvil o un par de bengalas serán la única fuente de luz. Sin duda, un planteamiento coherente con el acercamiento realista que se busca, pero que entra en el terreno de la contradicción si atendemos a la secuencia de créditos: unos los títulos de crédito ilustrados con una enfática banda sonora que parece sacada de cualquier película de acción: Buried (Enterrado) acaba encajonada entre la radicalidad de su forma y la convencionalidad de su espíritu.
Al final, que la película imite el estado de su protagonista, encerrado en un ataúd enterrado, es lo de menos. Buried (Enterrado) utiliza el confinamiento obligatorio de Paul Conroy como un catalizador de todos los males de la sociedad moderna: el imperio del miedo impuesto por el terrorismo; la ineficacia de nuestras fuerzas de seguridad; la enfermedad que mina el núcleo familiar; la deshumanización del individuo por parte del frío mercado laboral. De esta manera, la película se acaba convirtiendo en una gran alegoría social a la que no le faltan sus gotas de sentimentalismo (las relaciones de Paul con una compañera de trabajo o el vídeo testamentario que graba). Situar la acción de Buried (Enterrado) en el centro del conflicto islámico o escenas como el encuentro con un indeseado invitado certifica que, antes que el protagonista, es el equipo técnico quien realmente tiene ganas de salir de un encierro que más que inspirarles, les limita y, finalmente, ahoga.
3 comentarios:
Voy a indicar las opiniones de mis compañeros de sesión, que hubo un poco de todo: Olahf es el que salió más convencido ya que, según él, la película le llegó a angustiar todo el rato; DJ Kone y Kenta parecieron llegar a un consenso, les gustó en general aunque reconocían algunos defectos y Fer1980 dijo que era "mediocrilla" pero interesante. Yo fui el más radical. Lo dicho, como en botica.
Una mierda de peli para un servidor. De hecho ni me voy a molestar en hacer la reseña.
He de confesar que he encontrado muy reconfortante su radical comentario puesto que empezaba a encontrarme muy solo con mi opinión desfavorable de la película, la cual, en general, está gustando mucho.
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