miércoles, 11 de enero de 2012

Las reglas del juego

(The Rules of Attraction)
USA/Alemania, 2002. 110m. C.
D.: Roger Avary P.: Greg Saphiro G.: Roger Avary, basado en la novela de Bret Easton Ellis I.: James Van Der Beek, Shannyn Sossamon, Jessica Biel, Ian Somerhalder

La irresistible atracción del abismo
Una de las señas de identidad de la literatura de Bret Easton Ellis (o, al menos, de sus primeros trabajos) consistía en cómo el estilo minimalista y glacial de su prosa suponía la representación del vacío emocional en el que permanecían sumidos sus personajes. Las frases directas y cortantes, carentes de cualquier elaboración retórica y tan afiladas como una mirada penetrante, dibujan un universo cuyo frágil equilibrio se sostiene sobre un juego de las apariencias. Así, los personajes de Ellis salen de fiesta, se emborrachan, follan o matan de manera instintiva. No existe ninguna satisfacción en esas acciones, sino que son realizadas de manera mecánica, como si el único objetivo fuese mantener el cuerpo en movimiento para evitar que, finalmente, se queden petrificados eternamente como relucientes y hermosas estatuas.

Posiblemente, a raíz de lo dicho, podemos considerar su segunda novela, Las leyes de la atracción, como la obra más ambiciosa de su autor. Situando la acción en un campus universitario, el autor de Glamourama despliega un grupo de personajes quienes, a través de una serie de obsesivos monólogos introspectivos a modo de micro-capítulos, nos van relatando la acción en un caleidoscopio de puntos de vista que antes que servir de complemento conllevan a la confusión. Perdido en una intrincada maraña subjetiva, el lector, a modo de investigador, tendrá que acudir no tanto a las palabras como a las aristas de éstas y bucear en un océano de medias verdades, mentiras, fantasías y chismorreos para acercarse, aunque sea ligeramente, a esa entelequia llamada verdad.

La forma como declaración de principios
En la secuencia pre-créditos de Las reglas del juego, el director y guionista Roger Avary parece centrarse en demostrar la posibilidad de encontrar una mirada cinematográfica que suponga la representación fílmica del estilo de Bret Easton Ellis. En este sentido, se puede considerar un toque de atención a la cobardía de adaptaciones anteriores como Golpe al sueño americano (que adaptaba la seminal Menos que cero) y American Psycho, más centradas en el discurso del escritor norteamericano que en plasmar fielmente dicho estilo. Al igual que la novela homónima que adapta (y cuyo título fue incomprensiblemente modificado en nuestro país: supongo que pensaron que los "juegos" serían menos provocativos que la "atracción"), Las reglas del juego comienza en medio de una bulliciosa fiesta universitaria llena de jóvenes en celo, música a todo volumen, alcohol y drogas. Avary nos presenta a los tres personajes principales (Lauren, Paul y Sean), pasando por algunos de los secundarios, y les coloca en tres situaciones diferentes que suceden a la vez. Renegando de la elipsis o de la narración paralela, el director de la magnífica Killing Zoe hace uso de la técnica del rebobinado para mostrar esos tres momentos en un único período temporal. Además, le permite establecer un hilo conductor ininterrumpido que conecta a los tres personajes, además de provocar una sensación de extrañamiento en el espectador, quien ve como una situación reconocible (una fiesta universitaria) es desvirtuada y convertido en algo desconocido.

No será el único recurso formal de una película cuyo objetivo secundario parece ser el demostrar las posibilidades narrativas del medio cinematográfico a la hora de relatar una historia. La utilización de la split-screen (la pantalla partida) sirve para sembrar las semillas de una relación (Lauren y Sean ocupa cada uno una parte de la pantalla dividida, mostrando así que pertenecen a dos mundos diferentes; cuando la división desaparezca y compartan el mismo plano, esos dos mundos se habrán fusionado en uno solo, creando una unión entre los dos) o retratar las fantasías de los personajes (Paul se masturba mientras imagina que se enrolla con Sean). Incluso los insertos son utilizados para desvelar los auténticos sentimientos o motivaciones de los protagonistas (cuando Paul ve cómo una chica se lleva al chico con el que estaba ligando; los planos que muestran a Lauren ayudando a una estudiante que se ha cortado las venas aparecen intercalados con su imagen petrificada, como si en su cabeza repasara lo que tiene que hacer, pero se viera incapaz de hacerlo).

La insoportable levedad del angst adolescente
Incluso el momento en el que Las reglas del juego utiliza un recurso más convencional como el flashback lo hace para negarse a sí misma: al final de la película, cuando retomamos la acción que abría la película, asistimos atónitos como los personajes rechazan los actos que ya les hemos visto hacer y desandan su propio destino, eligiendo por sí mismos el curso de los acontecimientos. Es en ese momento cuando Avary muestra sus cartas y somos conscientes que el llamativo aparato visual desplegado sirve para reflejar los desequilibrios de una serie de laberínticas tramas sentimentales suspendidas sobre el vacío.

Permitiéndose desde inusitados arrebatos poéticos (ese solitario copo de nieve que se posa en la cara de Sean formando una lágrima al derretirse y que permite que el vampiro emocional pueda llorar), agresivas digresiones (el bloque de las vacaciones europeas de Victor, casi una micro-película en sí misma considerada), paréntesis genéricos (la trama con los traficantes de cocaína) y desternillantes muestras de humor slapstick (los intentos de suicidio de Sean), Las reglas del juego, en su libertad narrativa, acaba reflejando las complejidades de un microcosmos vital que bajo la brillantez y el atractivo de sus formas, esconde un insondable abismo del que los protagonistas huyen a través una desesperada entrega al hedonismo más fugaz.

Un suicidio anónimo fractura la estructura de la película. Este acto, mostrado con un ensimismamiento ritual, nos muestra al que es el único personaje positivo de la película, cuya presencia subliminal en los fotogramas le convierte en la representación de la pureza y de la inocencia, ahogada por las oscuras y pasionales fuerzas que le rodean. Su sacrificio será necesario para convertir a Sean, Paul y Lauren en figuras míticas, perdidas en un infierno nevado de inquietante atmósfera sobrenatural, aisladas en un universo amoral que se retroalimenta de su propias criaturas. Las reglas del juego concluye con una carretera perdida nocturna a toda velocidad, con los copos de nieve convertidos en destellos intermitentes y una voz en off que se corta a mitad de frase. No hay salida posible. No hay juicios ni moralejas. Sólo oscuridad y huida. Hacia ninguna parte. Hacia la nada.

2 comentarios:

Nautica dijo...

Muy muy muuuuuuy bueno, tremendo post.

José M. García dijo...

Hola, Nautica. Me alegro que te haya gustado, más teniendo en cuenta que estamos hablando de una película, en general, bastante incomprendida.

Un saludo.