USA, 1980. 91m. C.
D.: Lewis Teague P.: Brandon Chase & Mark L. Rosen G.: John Sayles, basado en una idea de John Sayles & Frank Ray Perilli I.: Robert Forster, Robin Riker, Michael V. Gazzo, Henry Silva
De auténtico maestro de la serie B en todas sus formas durante los años 50 y 60 (desde baratísimas producciones de ciencia-ficción como Conquistaron el mundo o Attack of the Crab Monster a modestas producciones de qualité como su ciclo Poe) a mecenas de toda una cantera de nuevos y prometedores nombres, Roger Corman se nos presenta hoy como la piedra angular del cine moderno norteamericano: directores tan importantes como Martin Scorsese, Francis Ford Coppola, James Cameron, Peter Bogdanovich, Jonathan Demme o Joe Dante tuvieron sus primeras experiencias cinematográficas a las órdenes del autor de Cómo hice cien films en Hollywood y nunca perdí ni un céntimo. Las carreras del director/guionista John Sayles y el realizador Lewis Teague han discurrido por caminos muy diferentes -el primero convertido en adalid del cine independiente con películas como Passion Fish o Lone Star y el segundo dirigiendo King-films como Cujo o Los ojos del gato y la secuela La joya del Nilo antes de aterrizar en la televisión- pero sus inicios tienen en común la colaboración en un trabajo a las órdenes de Roger Corman -el film de gangsters La dama de rojo- y, ya sin la participación de éste, en el título que nos ocupa.
La bestia bajo el asfalto parte de una leyenda urbana bien conocida: la red de alcantarillas de Nueva York estaría infestada de cocodrilos, abandonados de pequeños por sus dueños arrojándolos por el inodoro. Los rumores alrededor de esta popular leyenda crecieron hasta el punto de que se llegó a decir que las brigadas de limpieza iban armadas para defenderse o que había zonas consideradas tan peligrosas que se recorrían con lanchas motoras, dos ideas que son aprovechadas por John Sayles, incorporándolas a su guión, y que aportan un tono entre delirante y casi surrealista al conjunto, potenciando la atmósfera satírica de la que hace gala la película.
Segundo título de lo que podríamos denominar la trilogía del terror de John Sayles (la primera y la tercera fueron Piraña y Aullidos, respectivamente; anotar también su libreto para el film de ciencia-ficción Los 7 magníficos del espacio), La bestia bajo el asfalto no llega a la altura cinéfaga de la magnífica película de licántropos de Joe Dante, pero, al igual que ésta, denota su condición de título producido por y para aficionados al género: estas modestas horror movies adelantaban el carácter postmoderno de la década que estaba comenzando: aquellos jóvenes que habían crecido viendo películas de género rendían homenaje a los títulos que les había formado como espectadores, aficionados y, finalmente, creadores.
Así, La bestia bajo el asfalto se mira en el espejo de las monster movies de la década de los 50 en general y del exitoso Tiburón de Steven Spielberg en particular (punto de partida igualmente de Piraña), incluyendo todos los lugares comunes de las mismas. Esto es especialmente evidente en la caracterización de los personajes: el protagonista, llamado David, es un policía con pasado turbio y que no encaja en el cuerpo; la especialista en reptiles que se acabará adheriendo a la causa del héroe; el periodista metomentodo que hará lo que sea por ir detrás de la noticia... hasta que la noticia lo encuentra a él; el aventurero que consagra su vida a cazar a estas peligrosas criaturas; y, por supuesto, las altas instituciones que no creerán al protagonista y que lo acabarán pagando. Lejos de evitar estos tópicos, Sayles los subraya, mirándolos de frente y convirtiendo a sus personajes en arquetipos conscientes de que lo son, facturando un juego cómplice con el aficionado que reconoce la base del ADN de cada uno.
La eficaz dirección artesanal de Teague brilla especialmente en las escenas desarrolladas en el interior del alcantarillado, transmutado en un laberíntico cúmulo de pasillos inundados con cenagosas aguas cuya pútrida oscuridad los asemeja a los igualmente asfixiantes pasillos de la Nostromo (destacar el estupendo plano en el que David y un compañero están mirando un mapa y la luz de sus linternas iluminan fugazmente al monstruoso cocodrilo colocado detrás de ellos) y a la hora de destacar el poderío y la magnificencia de la sanguinaria criatura (la espectacular escena en la cual surge del interior de la tierra, levantando el pavimento). El escenario en el que habita el cocodrilo se nos aparece como la parte de atrás, oculta a los ojos de sus habitantes, de la sociedad que desecha su lado oscuro en él: la basura que no le sirve y que no quiere ver. La irrupción del monstruoso reptil en una fiesta de la alta sociedad en la que participa el propio alcalde acentúa este elemento crítico que aporta personalidad a un film tan pequeño, entrañable, divertido y eficazmente sangriento como es La bestia bajo el asfalto.
La bestia bajo el asfalto parte de una leyenda urbana bien conocida: la red de alcantarillas de Nueva York estaría infestada de cocodrilos, abandonados de pequeños por sus dueños arrojándolos por el inodoro. Los rumores alrededor de esta popular leyenda crecieron hasta el punto de que se llegó a decir que las brigadas de limpieza iban armadas para defenderse o que había zonas consideradas tan peligrosas que se recorrían con lanchas motoras, dos ideas que son aprovechadas por John Sayles, incorporándolas a su guión, y que aportan un tono entre delirante y casi surrealista al conjunto, potenciando la atmósfera satírica de la que hace gala la película.
Segundo título de lo que podríamos denominar la trilogía del terror de John Sayles (la primera y la tercera fueron Piraña y Aullidos, respectivamente; anotar también su libreto para el film de ciencia-ficción Los 7 magníficos del espacio), La bestia bajo el asfalto no llega a la altura cinéfaga de la magnífica película de licántropos de Joe Dante, pero, al igual que ésta, denota su condición de título producido por y para aficionados al género: estas modestas horror movies adelantaban el carácter postmoderno de la década que estaba comenzando: aquellos jóvenes que habían crecido viendo películas de género rendían homenaje a los títulos que les había formado como espectadores, aficionados y, finalmente, creadores.
Así, La bestia bajo el asfalto se mira en el espejo de las monster movies de la década de los 50 en general y del exitoso Tiburón de Steven Spielberg en particular (punto de partida igualmente de Piraña), incluyendo todos los lugares comunes de las mismas. Esto es especialmente evidente en la caracterización de los personajes: el protagonista, llamado David, es un policía con pasado turbio y que no encaja en el cuerpo; la especialista en reptiles que se acabará adheriendo a la causa del héroe; el periodista metomentodo que hará lo que sea por ir detrás de la noticia... hasta que la noticia lo encuentra a él; el aventurero que consagra su vida a cazar a estas peligrosas criaturas; y, por supuesto, las altas instituciones que no creerán al protagonista y que lo acabarán pagando. Lejos de evitar estos tópicos, Sayles los subraya, mirándolos de frente y convirtiendo a sus personajes en arquetipos conscientes de que lo son, facturando un juego cómplice con el aficionado que reconoce la base del ADN de cada uno.
La eficaz dirección artesanal de Teague brilla especialmente en las escenas desarrolladas en el interior del alcantarillado, transmutado en un laberíntico cúmulo de pasillos inundados con cenagosas aguas cuya pútrida oscuridad los asemeja a los igualmente asfixiantes pasillos de la Nostromo (destacar el estupendo plano en el que David y un compañero están mirando un mapa y la luz de sus linternas iluminan fugazmente al monstruoso cocodrilo colocado detrás de ellos) y a la hora de destacar el poderío y la magnificencia de la sanguinaria criatura (la espectacular escena en la cual surge del interior de la tierra, levantando el pavimento). El escenario en el que habita el cocodrilo se nos aparece como la parte de atrás, oculta a los ojos de sus habitantes, de la sociedad que desecha su lado oscuro en él: la basura que no le sirve y que no quiere ver. La irrupción del monstruoso reptil en una fiesta de la alta sociedad en la que participa el propio alcalde acentúa este elemento crítico que aporta personalidad a un film tan pequeño, entrañable, divertido y eficazmente sangriento como es La bestia bajo el asfalto.
2 comentarios:
Interesante película, me gustó el detalle que rara vez se ve en el cine y suele ser tabú en las películas de terror. me refiero a la escena en la que el cocodrilo se zampa al niño en la piscina.
El resto, es una producción entretenida pero me gustaron más otras películas de la misma temática de Teague
Tengo bastante descuidada la filmografía de Teague. Aparte de la película comentada en esta entrada, sólo he visto "Cujo" y hace muchos años. La recuerdo como una película estimable, pero no especialmente memorable. Quizás debería recuperarla.
Un saludo.
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