miércoles, 24 de agosto de 2011

Mi novia es un zombie

(Dellamorte Dellamore)
Italia/Francia/Alemania, 1994. 105m. C.
D.: Michele Soavi P.: Heinz Bibo, Tilde Corsi, Gianni Romoli & Michele Soavi G.: Gianni Romoli, basado en la novela de Tiziano Sclavi I.: Rupert Everett, François Hadji-Lazaro, Anna Falchi, Mickey Knox

Primera parada inevitable
Resulta profundamente triste que siempre que se ha de hablar de esta fascinante película de Michele Soavi, reconocida como uno de los films fantásticos más estimulantes de su década, uno se vea obligado, antes que nada, a señalar lo inadecuado del título que recibiera en su tardío estreno en España. Con Mi novia es un zombie los distribuidores españoles parecían querer reconocer su frustración a la hora de catalogar -y, por tanto, vender- una película que se rebela a la hora de clasificarla en cualquier compartimento estanco, haciendo de la diversidad de tono y la mixtura genérica la seña de su identidad.

Hasta que la Muerte nos separe
El título español no sólo intenta abandonar a su suerte al film emparentándolo con un género tan poco lucido y respetado como son la comedia paródica (concretamente de películas de terror como puedan serlo La divertida noche de los zombies -otro que tal- o la saga Scary Movie), sino que oculta las diversas lecturas que aporta su título original, que tanto sirve como presentación del protagonista del film -de nombre Francesco Dellamorte Dellamore- a la vez que resumen simbólico de las fuerzas vitales que zarandean a Francesco, convirtiéndole tanto en representante de las mismas como en marioneta cuyos hilos son movidos por un Destino cuyo perverso humor negro le lleva a jugar mezclando conceptos tan aparentemente diferentes entre sí como vida, muerte o amor.

El comienzo del film resume perfectamente la perspectiva vital de su protagonista. Recién salido de la ducha, Francesco habla por teléfono con su amigo Franco. De improviso, alguien llama a la puerta. Al abrir, Francesco se encuentra con un muerto que acaba de salir de su tumba y al que volará la cabeza con su revólver con la apatía de un funcionario acostumbrado a un trabajo gris y monótono. Así, para Francesco y su retrasado compañero, Gnaghi, el hecho de que, por razones inexplicables, los difuntos que han sido enterrados en el cementerio del que se hacen cargo hayan decidido resucitar no es más que una labor extra que se suma al quehacer cotidiano de enterrarlos por el día. De hecho, cuando se dirige al cementerio de su localidad, Buffalora, para denunciar lo que está sucediendo, ante el papeleo que tiene que rellenar, Francesco decidirá que es más rápido y fácil dispararles.

Rodeado de una perpétua atmósfera mortuoria, caminando entre monumentos fúnebres, lápidas de mármol y lúgubres osarios, la única manera que encuentra Francesco para escapar del aburrimiento existencial en el que está hundido será la búsqueda del Eterno Femenino. Durante los títulos de crédito, Michele Soavi nos muestra a los dos principales protagonistas encerrados en una bola de nieve de cristal. Esta imagen que nos informa ya desde el inicio la barreras invisibles que delimitan las vidas de ambos personajes, encerrándoles en sus propia vida, también sirve para avisarnos de la importancia del elemento simbólico a lo largo de la película. Francesco no está buscando una chica que le guste o una pareja con la que pasar el resto de su vida, sino la representación material del Amor que le ayude a darle sentido a una existencia marcada por la muerte.

Una encarnación que se le aparecerá recurrentemente con el mismo rostro acompañando de diferentes identidades, formando un catálogo en el que repasar los diferentes arquetipos de representación femeninos desde un punto de vista masculino (la viuda que comparte su pasión por lo macabro; la joven virginal que busca una relación casta y pura; la prostituta que hace de la carnalidad el motor de las relaciones). Cada encuentro supone para Francesco una posibilidad de huida y cada fracaso afianza su destino: convertirse en el Ángel Exterminador que represente en la Tierra los designios de la Muerte, la cual se le llega a aparecer personalmente para convencerle de que cualquier intento de escapar de ese destino está marcado por la fatalidad. Desde esta perspectiva metafísica, para Francesco las diferencias entre vivos y muertos se reducirán hasta resultar indistinguibles. Porque, en un mundo en el que los vivos se comportan como si ya estuvieran muertos y los muertos actúan como si siguieran vivos, ¿cómo diferenciar a los unos de los otros?

Francesco Dellamorte, enterrador de lo sobre-natural
El hecho de que Mi novia es un zombie adapte una novela de Tiziano Sclavi no supone tanto un certificado de origen como una declaración de principios. Popular por haber creado a Dylan Dog, la sombra del personaje con el que Sclavi revolucionó la industria del cómic italiano planea por todo el metraje del film de Soavi, hasta el punto de que, con escaso margen de error como atestigua la elección de Rupert Everett como protagonista, podríamos considerar a Mi novia es un zombie como una adaptación de Dylan Dog situada en un universo paralelo en el que Dylan Dog en vez de investigador de lo sobrenatural hubiese sido guarda de un cementerio de un pequeño pueblo del norte de Italia, en vez de a un sosias de Groucho Marx tuviera como ayudante a un grotesco individuo mudo y sustituyera las maquetas de barcos y el clarinete por la reconstrucción de una calavera y el listín telefónico.

Pero la relación entre Mi novia es un zombie y Dylan Dog va más lejos que unos meros detalles. En "El alba de los muertos vivientes", primera aparición de Dylan Dog en 1986 escrita por Sclavi y dibujada por el extraordinario Angelo Stano, Dog acudía a un cine con la mujer que le acababa de contratar para ver Zombie, de George A. Romero, antes de introducirse en su propia aventura con muertos vivientes. En cada número de Dylan Dog podemos encontrar todo tipo de guiños y referencias al género de terror, convirtiéndose en un homenaje y compilación del mismo, desde una perspectiva tan irónica como respetuosa.

De esta misma manera, Mi novia es un zombie supone todo un resumen de las constantes visuales y narrativas imperantes en el cine fantaterrorífico italiano tanto en sus épocas de gloria (los 60), de popularidad (los 70) y de decadencia (los 80). A lo largo del metraje, Michele Soavi no reniega del aspecto más comercial y gráfico del género (las abundantes escenas gore que contemplan decapitaciones, cabezas abiertas por la mitas y rostros destrozados por el impacto de las balas; los no menos abundantes desnudos de la magnética y rotunda Anna Falchi) sublimándolo a través de una puesta en escena pictórica y simbolista. Lo subliminal y lo explícito, lo filosófico y la carnalidad, el humor escatológico y el pesimismo metafísico se dan la mano en un resultado final tan híbrido como extrañamente armónico.

Aprendiz del oficio en sus inicios con algunos de los nombres más importantes del fantástico transalpino moderno (trabajando ya sea como actor o como ayudante de, entre otros, Dario Argento, Lamberto Bava, Lucio Fulci o Joe D'Amato), resulta tristemente coherente que, como alumno aventajado, Michele Soavi realizara con Mi novia es un zombie el epitafio de ese mismo cine. Cuando, en los minutos finales, Francesco y Gnaghi, intentando escapar para siempre de Buffalora, se encuentran ante un callejón sin salida, atrapados para siempre en un microcosmos aislado del resto del mundo, Soavi realiza una metáfora de la inevitable defunción de un género, herido de muerte por las mismas fuerzas vivas que condenan a Francesco Dellamorte Dellamore a una existencia gris, rutinaria y monótona en un pueblo en el que la corrupción campa a sus anchas con la misma naturalidad con la que los muertos salen de sus tumbas.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Me ha encantado tu lectura.
Sólo un par de precisiones:
1) No es una adaptación de Dylan Dog, sino de la novela homónima de Sclavi. Es anterior (y preconiza en cierto modo) al célebre personaje "fumettistico" y fue rechazada por los editores. Sólo cuando Sclavi adquirió renombre pudo publicarla.
2) Rupert Everett dio la fisionomía definitiva a Dylan Dog (curiosamente, los primeros diseños mostraban rasgos "españoles", luciendo grandes patillas).
3) Soavi adaptaría posteriormente aún otra novela de Sclavi: Nero, la cual me temo que nunca se ha distribuido fuera de Italia.