USA, 1968. 107m. C.
D.: Franklin J. Schaffner P.: Arthur P. Jacobs G.: Michael Wilson & Rod Serling, basado en la novela de Pierre Boulle I.: Charlton Heston, Roddy McDowell, Kim Hunter, Maurice Evans
Con el reciente estreno de El origen del planeta de los simios -que funciona como precuela y, a la vez, como episodio fundacional de una posible, y lucrativa, franquicia-, visionar el film original dirigido por Franklin J. Schaffner y protagonizado por Charlton Heston hace más de cuarenta años revela la vigencia de una película a la cual el paso del tiempo no ha hecho más que ahondar en su mensaje pesimista. Ya en sus primeros minutos, tanto el discurso que el coronel Taylor deja grabado antes de sumergirse en un estado de hibernación espacial como la conversación que después mantiene con sus compañeros mientras exploran el inhóspito planeta en el que han aterrizado, plantea una mirada poco favorecedora de la especie humana, hasta el punto de que el protagonista admite haberse apuntado a un proyecto espacial que le va a mantener alejado de la tierra unos cincuenta años para huir de su propios semejantes.
El encuentro con una sociedad en la que el proceso evolutivo se ha invertido, convirtiendo al mono en la especie dominante y al hombre en un animal sin raciocinio al que esclavizar y humillar, no sólo supone un ingenioso -y cruel- giro irónico con el que denunciar el carácter agresivo y devastador del hombre tanto con su entorno como consigo mismo. El planeta de los simios se sitúa en una corriente alegórica dentro del género fantástico en el que encontramos paradas como el 1984 escrito por George Orwell en 1949 o la relativamente cercana El bosque de M. Night Shyamalan con la construcción de una sociedad a la que se mantiene bajo control a través del miedo y la ignorancia (la Zona Prohibida se coloca en la misma fila que la guerra ficticia de la obra de Orwell o el bosque que circunda la aldea de la de Shyamalan).
En un momento del film, el doctor Zaius le dice a Taylor que el conocimiento conduce a la demencia. Una demoledora sentencia con la que se relativiza de un plumazo todos los avances, progresos y revoluciones de los que el ser humano ha sido capaz a lo largo de su historia. La nihilista sátira que plantea El planeta de los simios nos muestra un nuevo orden social que, inspirado claramente en el nuestro, acaba cometiendo los mismos errores. La escena del juicio contra Taylor es reveladora: el momento en el que los jueces imitan la postura de la estatua japonesa de Los tres monos sabios refleja que la inteligencia no es más que la herramienta con la que modelar nuestra realidad, negando lo que no nos interesa y potenciando lo que sí.
El planeta de los simios se emparenta con otra producción de su mismo año, la imprescindible 2001. Una odisea del espacio, en la utilización de un género tan devaluado como era la ciencia ficción -cuya popularidad en la década de los 50 lo convirtió en el compartimento adecuado para todo tipo de producciones de bajo presupuesto y de alcance juvenil- para transmitir su mensaje alegórico. Pero al contrario que en el film de Kubrick, El planeta de los simios consigue mantener un equilibrio entre su parte aventurera (los tres astronautas vagando por la superficie rocosa del extraño planeta; los intentos de fuga de Taylor) y su parte teórica (el juicio anteriormente señalado o la escena en la cueva llena de fósiles).
La participación del guionista Rod Serling -tangencial en la elaboración del impactante, y aún hoy escalofriante, plano final- establece un nexo de unión con la mítica serie de televisión The Twilight Zone, auténtica piedra angular del género de la que El planeta de los simios consiste al mismo tiempo un descendiente y un homenaje a la esencia misma de la ciencia-ficción, tanto en su vertiente de producto de evasión como sus posibilidades reflexivas.
El encuentro con una sociedad en la que el proceso evolutivo se ha invertido, convirtiendo al mono en la especie dominante y al hombre en un animal sin raciocinio al que esclavizar y humillar, no sólo supone un ingenioso -y cruel- giro irónico con el que denunciar el carácter agresivo y devastador del hombre tanto con su entorno como consigo mismo. El planeta de los simios se sitúa en una corriente alegórica dentro del género fantástico en el que encontramos paradas como el 1984 escrito por George Orwell en 1949 o la relativamente cercana El bosque de M. Night Shyamalan con la construcción de una sociedad a la que se mantiene bajo control a través del miedo y la ignorancia (la Zona Prohibida se coloca en la misma fila que la guerra ficticia de la obra de Orwell o el bosque que circunda la aldea de la de Shyamalan).
En un momento del film, el doctor Zaius le dice a Taylor que el conocimiento conduce a la demencia. Una demoledora sentencia con la que se relativiza de un plumazo todos los avances, progresos y revoluciones de los que el ser humano ha sido capaz a lo largo de su historia. La nihilista sátira que plantea El planeta de los simios nos muestra un nuevo orden social que, inspirado claramente en el nuestro, acaba cometiendo los mismos errores. La escena del juicio contra Taylor es reveladora: el momento en el que los jueces imitan la postura de la estatua japonesa de Los tres monos sabios refleja que la inteligencia no es más que la herramienta con la que modelar nuestra realidad, negando lo que no nos interesa y potenciando lo que sí.
El planeta de los simios se emparenta con otra producción de su mismo año, la imprescindible 2001. Una odisea del espacio, en la utilización de un género tan devaluado como era la ciencia ficción -cuya popularidad en la década de los 50 lo convirtió en el compartimento adecuado para todo tipo de producciones de bajo presupuesto y de alcance juvenil- para transmitir su mensaje alegórico. Pero al contrario que en el film de Kubrick, El planeta de los simios consigue mantener un equilibrio entre su parte aventurera (los tres astronautas vagando por la superficie rocosa del extraño planeta; los intentos de fuga de Taylor) y su parte teórica (el juicio anteriormente señalado o la escena en la cueva llena de fósiles).
La participación del guionista Rod Serling -tangencial en la elaboración del impactante, y aún hoy escalofriante, plano final- establece un nexo de unión con la mítica serie de televisión The Twilight Zone, auténtica piedra angular del género de la que El planeta de los simios consiste al mismo tiempo un descendiente y un homenaje a la esencia misma de la ciencia-ficción, tanto en su vertiente de producto de evasión como sus posibilidades reflexivas.
5 comentarios:
Aún recuerdo lo mucho que me impacto la primera vez que vi esta peli, fue en el cine, un viernes gracias a unas entradas que daba Caja España gratis, yo era un chaval, no me acuerdo de que edad pero todavía iba a la EGB, no tenía ni la más mínima idea de que iba la película (más allá de lo obvio del titulo). Recuerdo que me estaba gustando mucho, que tenía momentos geniales, como cuando Charlon Heston era incapaz de hablar al tener dañada la garganta y trataba pese a todo de comunicarse con sus captores, sin embargo para mi todo palideció con el final, me quede como traspuesto, no supe como reaccionar, desde entonces la debo haber visto cien veces y evidentemente no es lo mismo, pero la sensación que me produjo ese final la primera vez que la vi fue algo espectacular que pocas veces he vuelto a vivir en el cine, al menos a ese nivel.
Me pregunto si hoy en la era del Spoiler, donde en este mundo cínico que tenemos en el que es casi imposible sorprenderse por algo, un final como el de esta película hubiera llegado a ser tan impactante, no lo se, a lo mejor es que tengo el recuerdo demasiado tamizado por mi corta edad la ver por primera vez la peli. En todo caso, creo que, como bien dejas claro en la reseña, la película es mucho más que ese magnifico y desolador final, con el tiempo se ve mejor, pero en su momento si recuerdo que ese final fue lo que convirtió esta peli en una de mis obras de referencia, hoy en día no es tanto así, pero pese a todo sigue siendo una gran película sin duda.
Un peli tremenda. Tiene mucha fuerza lo que compensa que sea una parábola un tanto ingenua muy enmarcada en su tiempo. Así ahora es un clásico indiscutible.
Fer: creo que la primera vez que vi la película ya conocía ese final (difícil huir de él cuando muchas carátulas de VHS o DVD te lo muestran directamente) y aún así me impactó. De hecho, aún hoy me sigue erizando el vello y es que, más allá del genial concepto, está magistralmente visualizado: preparando el terreno con esos planos de Taylor y su acompañante vagando por la orilla de la playa y esos travellings desde lo alto.
Lord Pengallan: más que ingenua yo diría que es muy obvia, pero creo que es lo que le da fuerza. Y aún estando muy atada a su época (también a nivel visual) sigue siendo muy relevante hoy en día.
Después de ver el otro día "El origen del planeta de los simios" me dispuse a ver todas las películas de la saga, que seguramente ya hubiera visto en algún momento
Me ha gustado pero tiene algunas partes bastante tediosas, con un ritmo muy lento y demasiada conversación innecesaria, además de cosas inexplicables. Una cosa es que una bala te roce la garganta y otra cosa es que pases ahí 3 semanas sin hablar, ni que te hubieran trasplantado la laringe. Que sí, bueno, tiene sentido para el guión pero no deja de estar un poco cogido con pinzas
Lo que más me llamó la atención es ese enfoque western total de algunas tomas, como los disparos cerca de la cueva y las peleas, que son ridículas, vale que no tienen los medios que hay ahora pero joder, están a la altura de Star Trek como poco
Pero bueno, genial comienzo, buen planteamiento y un final de 10, si alguien no te lo hubiera jodido porque es tan spoileable como el final de El sexto sentido o El imperio contraataca
Hombre, yo creo que el spoiler prescribe. Por supuesto, siempre habrá gente que no haya visto la película, pero son finales que se han vuelto tan icónicos que son señas de identidad (el caso de El sexto sentido es diferente y sí que habría que evitar su destripe).
Estando involucrado tu admirado Rod Serling difícil que no te gustara el final que fue idea suya.
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