USA/UK/Alemania, 2011. 111m. C.
D.: Joel Wright P.: Marty Adelstein, Leslie Holleran & Scott Nemes G.: Seth Lochhead & David Farr, basado en una idea de Seth Lochhead I.: Saoirse Ronan, Eric Bana, Cate Blanchett, Tom Hollander
La temperatura que solemos asociar con el cine de acción es el calor: personajes arrastrados por sus ardientes pasiones o sentimientos exaltados; cuerpos en perpetuo movimiento; explosiones, disparos y todo tipo de exhibicionismo pirotécnico marcan el camino a seguir por la mayoría de muestras del género. Desde sus primeras imágenes, Hanna se desmarca de esta tendencia ubicándonos en un vasto escenario helado en el que la protagonista se sitúa con la naturalidad de un témpano de hielo. Sus acciones son tan rápidas como calculadas, de una perfección mecánica carente de emociones. En el momento en el que contemplamos el rostro de Hanna su ausencia de expresividad gestual y su hieratismo en combinación con su aspecto albino la asemejan más a una figura artificial que a una persona de carne y hueso.
El gélido esteticismo de la puesta en escena de Joel Wright no tiene como objetivo el convertir a Hanna es un ejemplo de cine de acción en clave de autor (o, al menos, únicamente), sino como representación sensorial del estado emocional de su protagonista, una Blancanieves genéticamente diseñada y estratégicamente adiestrada para convertirse en una máquina de matar y que ha permanecido aislada en su búrbuja de hielo particular. Por tanto, aunque la planificación mantiene una pauta común de notable manierismo (a medio camino entre el vídeoclip, la estética publicitaria y el video-art de corte arty; lo que es potenciado -y dinamizado- por la electrónica banda sonora de The Chemical Brothers), esta pauta sí se ve modificada según las circunstancias en las que se mueve Hanna.
Por ejemplo, las primeras escenas en las que se nos presenta a la protagonista junto a su padre en un refugio polar hacen gala de un ritmo sereno -compuesto por lentos movimientos de cámara- contrastando con el montaje fragmentado que retrata el ataque de ansiedad que sufre Hanna cuando se siente atacada por una serie de avances tecnológicos mundanos que ella desconocía por completo (una televisión, un ventilador, una cafetera eléctrica, la parpadeante luz del techo). En este sentido, resulta relevante que el único momento en el que la fotografía adquiere unas tonalidades cálidas sea cuando Hanna se encuentra con otras personas que están dispuestas a ayudarla -concretamente, una familia de vacaciones que viaja en su caravana-, conociendo, por primera vez en su vida, lo que es la amistad. Pero incluso en estos momentos, una oscura nube cubre a la protagonista, advirtiéndole que no puede escapar del destino para el que nació: una noche sale junto a su amiga con dos chicos; cuando uno de ellos intenta besarla, Hanna lo derribará con una llave. Para Hanna los gestos cariñosos no existen y todo movimiento es percibido como una posible amenaza para su vida.
Si bien desde un acercamiento argumental Hanna tiene varios puntos en común con la popular trilogía iniciada con El caso Bourne, su desarrollo tiene, así mismo, notables diferencias, especialmente en el tono. Al principio del film, observamos como Hanna lee contínuamente un volúmen recopilatorio de los cuentos más famosos de los hermanos Grimm. La combinación de la pálida inocencia de su protagonista y el esteticista trabajo del director de Orgullo y prejuicio confieren a Hanna una atmósfera alucinada, casi surrealista en ocasiones, que la convierten en una violenta fábula que nos narra el viaje iniciático de una heroína que pasa por el proceso del conocimiento para encontrar en la oscuridad de la boca del lobo la razón de su existencia.
El gélido esteticismo de la puesta en escena de Joel Wright no tiene como objetivo el convertir a Hanna es un ejemplo de cine de acción en clave de autor (o, al menos, únicamente), sino como representación sensorial del estado emocional de su protagonista, una Blancanieves genéticamente diseñada y estratégicamente adiestrada para convertirse en una máquina de matar y que ha permanecido aislada en su búrbuja de hielo particular. Por tanto, aunque la planificación mantiene una pauta común de notable manierismo (a medio camino entre el vídeoclip, la estética publicitaria y el video-art de corte arty; lo que es potenciado -y dinamizado- por la electrónica banda sonora de The Chemical Brothers), esta pauta sí se ve modificada según las circunstancias en las que se mueve Hanna.
Por ejemplo, las primeras escenas en las que se nos presenta a la protagonista junto a su padre en un refugio polar hacen gala de un ritmo sereno -compuesto por lentos movimientos de cámara- contrastando con el montaje fragmentado que retrata el ataque de ansiedad que sufre Hanna cuando se siente atacada por una serie de avances tecnológicos mundanos que ella desconocía por completo (una televisión, un ventilador, una cafetera eléctrica, la parpadeante luz del techo). En este sentido, resulta relevante que el único momento en el que la fotografía adquiere unas tonalidades cálidas sea cuando Hanna se encuentra con otras personas que están dispuestas a ayudarla -concretamente, una familia de vacaciones que viaja en su caravana-, conociendo, por primera vez en su vida, lo que es la amistad. Pero incluso en estos momentos, una oscura nube cubre a la protagonista, advirtiéndole que no puede escapar del destino para el que nació: una noche sale junto a su amiga con dos chicos; cuando uno de ellos intenta besarla, Hanna lo derribará con una llave. Para Hanna los gestos cariñosos no existen y todo movimiento es percibido como una posible amenaza para su vida.
Si bien desde un acercamiento argumental Hanna tiene varios puntos en común con la popular trilogía iniciada con El caso Bourne, su desarrollo tiene, así mismo, notables diferencias, especialmente en el tono. Al principio del film, observamos como Hanna lee contínuamente un volúmen recopilatorio de los cuentos más famosos de los hermanos Grimm. La combinación de la pálida inocencia de su protagonista y el esteticista trabajo del director de Orgullo y prejuicio confieren a Hanna una atmósfera alucinada, casi surrealista en ocasiones, que la convierten en una violenta fábula que nos narra el viaje iniciático de una heroína que pasa por el proceso del conocimiento para encontrar en la oscuridad de la boca del lobo la razón de su existencia.
2 comentarios:
Fijate.. se me olvido hacer reseña de esta película.
Me gustó mucho la verdad, no es una historia original, pero me gusta como está contada.
Así como el detalle de la banda sonora, que es inexistente salvo en los momentos de acción cuando comienza el traqueteo de Chemicals Brothers..
Como bien indica Yota, los primeros minutos del film no tienen acompañamiento musical en sintonía con el aislamiento en el que vice la protagonista, quien sólo conoce la música en teoría, pero nunca la ha escuchado. Será con el contacto con el exterior cuando los temas de los Chemical Brothers hagan su irrupción.
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