USA, 2010. 110m. C.
D.: Joel & Ethan Coen P.: Ethan Coen, Joel Coen & Scott Rudin G.: Joel & Ethan Coen, basado en la novela de Charles Portis I.: Jeff Bridges, Hailee Steinfeld, Matt Damon, Josh Brolin F.: 2.35:1
La nueva versión de Valor de ley, tanto en lo que respecta a la novela de Charles Portis como a la película que Henry Hathaway dirigió en 1969 basada en ella, comienza con una imagen que condensa las intenciones de los hermanos Coen: tras una cita bíblica, la pantalla en negro se ilumina lentamente mostrando un cadáver que reposa en el suelo, enfrente de una casa, mientras la nieve lo cubre con su manto blanco. La cámara se acerca al cuerpo mientras la voz en off de la protagonista nos informa de que ese cadáver corresponde a su padre, asesinado traicioneramente por el bandido Tom Chaney. Y es Mattie Ross, su hija, quien desde su madurez, nos relata la aventura que vivió cuando con 14 años decidió dar caza a Chaney para hacerle pagar por su crimen. La imagen que ilustra este relato supone la condensación tanto del prólogo del libro original como del comienzo de la película protagonizada por John Wayne en donde se nos mostraba al padre de Mattie con vida y éramos testigos de su asesinato. Para los Coen, en cambio, el personaje del padre no existe: sólo es un cuerpo sin vida, un fantasma. En suma, un símbolo que representa tanto la obsesión de su hija como el destino que le aguarda: Valor de ley es un film que parte de la muerte para hablarnos del proceso iniciático de la vida.
No es extraño, por tanto, que tras esta introducción la primera vez que vemos a Mattie sea contemplando un cuerpo sin vida, el de su padre, dentro de su ataúd. Enseguida nos damos cuenta de que no es una niña normal y que resulta más despierta de lo habitual, mostrando una convicción en sí misma y un tesón que le lleva a discutir y a imponerse con todo aquel que intente aprovecharse de ella (como el enterrador que pretende cobrarle de más o el vendedor al que su padre le compró unos ponis y que se niega a devolverle el dinero). Pero esta fuerza no deja de ser algo teórica, basada en el conocimiento de sus posibilidades negociadoras y en el apoyo legístico con el que cuenta. Cuando, tras hablar con el enterrador, Mattie se topa con el ajusticiamiento en medio de la calle de tres criminales que son ahorcados delante de la gente, su expresión nos revela que, fuera del universo ordenado de números, sigue siendo una joven impresionable por el espectro de la muerte violenta. De ahí que su viaje junto al desastroso alguacil Rooster Cogburn en busca de Chaney suponga su propio viaje interior hacia la madurez entendida como aceptación de la constante e inevitable presencia de la muerte en el curso vital.
Valor de ley supone un viaje desde la luz hacia la oscuridad: desde las calles del pueblo en el que Mattie no para de negociar y moverse intentando arreglar los asuntos que dejó su padre, con sus calles bañadas por el sol y sus interiores inundados por los rayos de luz que se filtran por las ventanas (el juicio donde conoce a Cogburn) a los espectrales bosques invernales, con sus esqueléticos y grises árboles y la impenetrable oscuridad de la noche, apenas rota por la fogata en la que intentan calentar sus cuerpos. Por el camino, Mattie y Rooster (acompañados del Ranger LaBoeuf quien también busca a Chaney por un delito que cometió en Texas) irán encontrándose bien con un reguero de cuerpos abandonados en el camino o dejándolos tras de sí, haciéndoles formar parte natural del paisaje (el ahorcado devorado por los buitres, la pareja de atracadores que esperan a sus compañeros en una cabaña, los hombres que acompañan a Chaney y con los que se enfrentan en el exterior de la cabaña). Son cuerpos que, una vez desalojados de vida, han perdido su condición humana para convertirse en moneda de cambio, en simples materiales (el indio que se lleva al ahorcado y que después venderá a un estrafalario doctor vestido con pieles de oso).
La constante nieve que cae sobre ellos parece querer avisarles de que, poco a poco, se van internando en el corazón de las tinieblas, en el cual la calidez no tiene posibilidad de salvación. Un corazón que se concentrará en una cueva en la que Mattie se enfrentará a la última prueba con la que dará el paso definitivo a una madurez marcada por la fria mano de la muerte: tras asistir, y curtirse, a ese desfile de cuerpos corrompidos y tras convertirse ella misma en mano ejecutora, será necesario que la propia Mattie pase por el proceso mismo, sentir el frío abrazo de la Parca a quien tendrá que ofrecer una parte de su cuerpo como tributo para poder sobrevivir (y concluir) a su tétrica educación existencial.
Con Valor de ley los hermanos Coen pueden haber conseguido su película más equilibrada, aquella en la cual su habitual acercamiento postmoderno a los géneros clásicos (el cine negro en Sangre fácil, la comedia slapstick en Arizona Baby, el cine de gangsters en Muerte entre las flores, el de terror en Barton Fink, la guerra de sexos en Crueldad intolerable) se combina de manera armoniosa con una construcción cinematográfica cuyo clasicismo sortea el distanciamiento elitista del que hacen gala alguno de sus trabajos. De esta manera, los Coen funden su mirada personal con el material base del que parten (ya sea la novela de Porter y la película de Hathaway en particular como el género western en general) para, a la vez, ofrecer una honesta y sentida recuperación de los estilemas del género americano por excelencia como una radiografía no carente de ironía de su evolución a lo largo de su historia: la manera con la que el personaje de Rooster Cogburn, tan fanfarrón y alcohólico como excelente tirador y hombre de honor, acaba sus días en un espectáculo de circo certifica la muerte de las leyendas en el marco de un espectáculo satírico y bufonesco.
El crítico Sergi Sánchez finalizaba su comentario de Valor de ley publicado en su blog preguntándose si los hermanos Coen habían dejado atrás su mirada cínica para adoptar una perspectiva poética. La rima con la que concluye la película, con una adulta Mattie Ross mirando directamente a la muerte de igual manera a que la vimos por primera vez al inicio del film , nos revela que, sin duda, esa es una pregunta retórica.
No es extraño, por tanto, que tras esta introducción la primera vez que vemos a Mattie sea contemplando un cuerpo sin vida, el de su padre, dentro de su ataúd. Enseguida nos damos cuenta de que no es una niña normal y que resulta más despierta de lo habitual, mostrando una convicción en sí misma y un tesón que le lleva a discutir y a imponerse con todo aquel que intente aprovecharse de ella (como el enterrador que pretende cobrarle de más o el vendedor al que su padre le compró unos ponis y que se niega a devolverle el dinero). Pero esta fuerza no deja de ser algo teórica, basada en el conocimiento de sus posibilidades negociadoras y en el apoyo legístico con el que cuenta. Cuando, tras hablar con el enterrador, Mattie se topa con el ajusticiamiento en medio de la calle de tres criminales que son ahorcados delante de la gente, su expresión nos revela que, fuera del universo ordenado de números, sigue siendo una joven impresionable por el espectro de la muerte violenta. De ahí que su viaje junto al desastroso alguacil Rooster Cogburn en busca de Chaney suponga su propio viaje interior hacia la madurez entendida como aceptación de la constante e inevitable presencia de la muerte en el curso vital.
Valor de ley supone un viaje desde la luz hacia la oscuridad: desde las calles del pueblo en el que Mattie no para de negociar y moverse intentando arreglar los asuntos que dejó su padre, con sus calles bañadas por el sol y sus interiores inundados por los rayos de luz que se filtran por las ventanas (el juicio donde conoce a Cogburn) a los espectrales bosques invernales, con sus esqueléticos y grises árboles y la impenetrable oscuridad de la noche, apenas rota por la fogata en la que intentan calentar sus cuerpos. Por el camino, Mattie y Rooster (acompañados del Ranger LaBoeuf quien también busca a Chaney por un delito que cometió en Texas) irán encontrándose bien con un reguero de cuerpos abandonados en el camino o dejándolos tras de sí, haciéndoles formar parte natural del paisaje (el ahorcado devorado por los buitres, la pareja de atracadores que esperan a sus compañeros en una cabaña, los hombres que acompañan a Chaney y con los que se enfrentan en el exterior de la cabaña). Son cuerpos que, una vez desalojados de vida, han perdido su condición humana para convertirse en moneda de cambio, en simples materiales (el indio que se lleva al ahorcado y que después venderá a un estrafalario doctor vestido con pieles de oso).
La constante nieve que cae sobre ellos parece querer avisarles de que, poco a poco, se van internando en el corazón de las tinieblas, en el cual la calidez no tiene posibilidad de salvación. Un corazón que se concentrará en una cueva en la que Mattie se enfrentará a la última prueba con la que dará el paso definitivo a una madurez marcada por la fria mano de la muerte: tras asistir, y curtirse, a ese desfile de cuerpos corrompidos y tras convertirse ella misma en mano ejecutora, será necesario que la propia Mattie pase por el proceso mismo, sentir el frío abrazo de la Parca a quien tendrá que ofrecer una parte de su cuerpo como tributo para poder sobrevivir (y concluir) a su tétrica educación existencial.
Con Valor de ley los hermanos Coen pueden haber conseguido su película más equilibrada, aquella en la cual su habitual acercamiento postmoderno a los géneros clásicos (el cine negro en Sangre fácil, la comedia slapstick en Arizona Baby, el cine de gangsters en Muerte entre las flores, el de terror en Barton Fink, la guerra de sexos en Crueldad intolerable) se combina de manera armoniosa con una construcción cinematográfica cuyo clasicismo sortea el distanciamiento elitista del que hacen gala alguno de sus trabajos. De esta manera, los Coen funden su mirada personal con el material base del que parten (ya sea la novela de Porter y la película de Hathaway en particular como el género western en general) para, a la vez, ofrecer una honesta y sentida recuperación de los estilemas del género americano por excelencia como una radiografía no carente de ironía de su evolución a lo largo de su historia: la manera con la que el personaje de Rooster Cogburn, tan fanfarrón y alcohólico como excelente tirador y hombre de honor, acaba sus días en un espectáculo de circo certifica la muerte de las leyendas en el marco de un espectáculo satírico y bufonesco.
El crítico Sergi Sánchez finalizaba su comentario de Valor de ley publicado en su blog preguntándose si los hermanos Coen habían dejado atrás su mirada cínica para adoptar una perspectiva poética. La rima con la que concluye la película, con una adulta Mattie Ross mirando directamente a la muerte de igual manera a que la vimos por primera vez al inicio del film , nos revela que, sin duda, esa es una pregunta retórica.
5 comentarios:
Buena reseña, conforme con la puntuación, y con ganas de ver algo mas de los coen, creo que fargo será la siguiente
Ufff. Pues a mi me parecio entretenida y poco más. No le saco tanta gloria a los Coen y el final de la cueva me sobro un poco.
Saludos!
Olahf.
Para muchos, Fargo supuso el arranque de la madurez de los Coen. Es posible que la razón fuera porque es una de sus películas más accesibles (y no por ello menos notable).
Yota.
Ese es uno de los grandes méritos de los Coen. Su gloria, como la llamas, no está reñida con un envoltorio entretenido y, en el caso que nos ocupa, muy divertido.
A parte de que la escena de la cueva está sacada de la novela original, yo creo que es imprescindible para el mensaje del film (como indico en la reseña).
Un saludo a todos.
A mi también me pareció entretenida y poco más. Quizás estaba muy espectante con que se produjera el encuentro con Chaney, pensando en un duelo épico. Al final resultó ser solo un mcguffin para desarrollar la relación entre los personajes y en ese aspecto la peli me pareció poco profunda.
Tendría que haber ido a verla con otras espectativas.
La reseña, eso si, de las mejores que leí en este blog.
Saludos a todos
Yo conociento como se las gastan estos chicos y conociendo su gusto por los anticlimax (ahí tenemos el final de No es país para viejos) pues ya iba preparado.
Me alegro que te haya gustado la reseña y, sobre todo, que, con todo, disfrutaras de la peli.
Un saludo.
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