jueves, 2 de diciembre de 2010

Japón bajo el terror del monstruo

(Gojira)
Japón, 1954. 96m. BN.
D.: Ishirô Honda P.: Tomoyuki Tanaka G.: Ishirô Honda & Takeo Murata, basado en una idea de Shigeru Kayama I.: Akira Takarada, Momoko Kôchi, Akihiko Hirata, Takashi Hirata F.: 1.37:1

El cine de terror y de ciencia-ficción puede considerarse, desde sus orígenes, como un eficaz termómetro de las ansiedades y miedos de la sociedad en la que se desarrolla. De esta manera, un vistazo a las principales muestras del género puede servir como un medio informativo de determinados momentos históricos más fiable que lo que podríamos encontrarnos en una hemeroteca o en el cine documental. Por ejemplo, ante el clima de miedo y de paranoia que vivió la sociedad americana durante los años 50, inmersa en plena Guerra Fría, la ciencia-ficción respondió con el protagonismo de la radiación como fuente de mutaciones y peligros familiares: hormigas gigantes en La humanidad en peligro o una persona miniaturizada hasta su desaparición en El increíble hombre menguante. Un miedo hacia el terrible poder de la bomba atómica que la industria cinematográfica americana descifraba desde una perspectiva teórica. Resulta lógico, por tanto, que en Japón, que sufrieron los devastadores estragos del hongo atómico en sus propias carnes, ese miedo se concentrara en un peligro mucho mayor.

La gigantesca figura de Godzilla, un ser perteniente al período jurásico que ha sobrevivido dormido en las profundidades del océano y que ha sido despertado por los resultados de las pruebas atómicas, no sólo supone la materialización fantástica del poder atómico, capaz de arrasar toda una ciudad, dejando un rastro radioactivo a su paso, sino que representa así mismo un cierto espíritu legendario nipón que se revela contra el avance tecnológico y armamentístico que se impone a la tradición. Los habitantes de un pequeño pueblo pesquero, quienes son los primeros en sufrir los ataques del saurio, cuentan a los periodistas llegados a la zona que el causante del desastre en un fruto del folklore tradicional, obteniendo la incredulidad de éstos. Cuando, más adelante, observamos a Godzilla destrozando edificios a su paso en pleno centro de la ciudad, nos acordamos de esas leyendas que la vida urbana ha olvidado.

De igual manera que Godzilla es el poder destructor de la energía atómica, el triángulo sentimental que se desarrolla a su sombra representa la toma de conciencia por parte de los desarrolladores de esa energía. Un triángulo centrado por la enfermera Emiko, enamorada del doctor Ogata, pero comprometida con el científico Serizawa. Este último ha creado, de manera impremeditada, una terrible nueva arma que podría significar el fin de la humanidad, lo cual le sume en un estado depresivo, temeroso de las funestas consecuencias en caso de que su invento cayera en malas manos, convirtiéndose en el equivalente japonés de Einstein, quien arrastró hasta su muerte un profundo sentimiento de culpa al ver cómo su descubrimiento de la teoría de la relatividad se usaba como base para la bomba atómica. La decisión final de Serizawa despertará a la pareja formada por Emiko y Ogata acerca de la necesidad de centrar sus vidas en la búsqueda de la felicidad, apareciendo como representantes de una nueva generación que no está dispuesta a caer en los errores de sus mayores.

Pero Japón bajo el terror del monstruo no sólo depara un interés alegórico, sino que se presenta como piedra angular del kaiju eiga (el cine de monstruos japonés) tanto por sus repercusión a nivel internacional (Godzilla no sólo ha acabado convirtiéndose en un icono local, sino que su popularidad ha traspasado las fronteras occidentales) como por imponer una serie de señas de identidad que oficializarán el subgénero: una primera media hora en la que asistimos a los primeros ataques de la criatura, mientras esta se nos va mostrando fragmentariamente); el enfrentamiento entre la comunidad científica (que quiere estudiar el increible hallazgo) y el ejército (cuyo principal objetivo es terminar violentamente con la amenaza); o la utilización de un departamento de efectos especiales tan limitado como eficaz (e icónico: el traje de goma y las detalladas maquetas seguirán vigentes incluso en las producciones más recientes, ya no como consecuencia del bajo presupuesto, sino como signo de identidad).

Japón bajo el terror del monstruo también sufre los defectos inherentes a su género (especialmente un ritmo errático, fruto de la inclusión de una serie de escenas de relleno colocadas para separar las apariciones del monstruo) pero, globalmente, evidencia a lo largo de su metraje un cine tan comprometido con su discurso (los planos que nos muestran las ruinas a las que ha quedado reducida toda una ciudad, seguidos por las imágenes de los supervivientes y heridos refugiados en un hospital improvisado, suponen un escalofriante reflejo de los horrores de la guerra) como con su público (los espectaculares enfrentamientos entre la aviación japonesa y Godzilla), logrando combinar lo legendario (la primera aparición del monstruo nos muestra un plano donde vemos sólo su cabeza al fondo del encuadre; tras mostrar la reacción de los aterrorizados lugareños, se nos vuelve a ofrecer el plano anterior, esta vez vacío, como si hubiera sido un breve destello de un terror proviniente del pasado), lo apocalíptico (los planos generales de la ciudad inundada por las llamas, con la figura de Godzilla recortada sobre el horizonte) y lo lírico (las hermosas imágenes de Godzilla moviéndose por el fondo del océano) con tan ingénuo como acertado equilibrio.

2 comentarios:

Stranno dijo...

Siempre he pensando que Godzilla era una iguana mutada por la radiactividad, igual que se explica en la versión americana de 1998, no sabía que era una criatura prehistórica ni me suena haberlo visto en la película (que he visto hace menos de un año)

La verdad es que resulta algo soporífera por el ritmo y por las escenas de Godzilla que son prácticamente 4 contadas y repetidas mil veces, el primer plano a la cabeza y Gozdilla moviéndola de arriba a abajo y rugiendo está desgastada ya

Pero es cierto que fue un pilar del género y que su estructura ha sido copiada hasta la saciedad

Sea como fuere es la que más me ha gustado de todas las que he visto, unas 5 o 6, ya que en el resto se da una importancia ridículamente exagerada a las relaciones personales entre los científicos y se meten elementos que no tienen ni pies ni cabeza dentro de la historia, como las hadas de la película de Mothra o los marcianos (no recuerdo si era Marte o Júpiter) de Gidora

José M. García dijo...

Al menos en esta primera película se nos dice que es una evolución entre los dinosaurios del jurásico y las criaturas del cretáceo. Échale un vistazo a tu colección de Dinosaurios a ver que te pone.

A mí la película no me aburrió nada, pero sí que hubo contados momentos que se me hicieron algo lentos. Y me gustaría destacar la utilización del blanco y negro, que le dan un aspecto muy oscuro y terrorífico a Godzilla.