USA, 1999. 107m. C.
D.: M. Night Shyamalan P.: Kathleen Kennedy, Frank Marshall & Barry Mendel G.: M. Night Shyamalan I.: Bruce Willis, Haley Joel Osment, Toni Collette, Olivia Williams F.: 1.85:1
En su imprescindible Monster Show. Una historia cultural del horror, el ensayista David J. Skal realizaba un particular repaso a la historia del cine de terror desde sus orígenes blanquinegros y silente atendiendo a los vaivanes sociológicos, psicológicos, políticos y/o culturales de la época en la que nacían las películas. Por el camino evidenciaba la profunda relación existente entre la cultura del horror (y no sólo cinematográfica) y la época en la que nacía, siendo el reflejo de las inquietudes y los miedos de los ciudadanos que exorcizaban sus temores a través de la gran pantalla. De esta manera podría explicarse el tremendo éxito de un film como El sexto sentido, una producción intimista y de ritmo sosegado, alejada por completo del modelo de terror comercial imperante, y que, sin embargo, supo conectar con el zeitgeist de su época: la tercera película de M. Night Shyamalan reflejaba la deriva sentimental y hundimiento anímico de unos tiempos con déficit emocional.
A lo largo de su tormentosa y retorcida obra narrativa, H.P. Lovecraft defendió la existencia de un plano dimensional que existía paralelo a nuestra realidad circundante, pero que sólo era percibible para aquellas personas de extrema sensibilidad y abiertas a las conexiones entre la vigilia y el sueño. El mayor hallazgo de El sexto sentido consiste en evidenciar que nuestra realidad cotidiana convive diariamente con el mundo de los muertos. Un mundo sólo visible a aquellas almas emocionalmente heridas. Así, El sexto sentido resulta una película profundamente psicológica, pues defiende la idea de que las perturbaciones mentales y los comportamientos alterados de la infancia (una edad proclive a la creencia y al acto de fe, al no estar todavía contaminada del racionalismo materialista) son consecuencia del contacto diario con la muerte. Una muerte representada por unos fantasmas de rotunda fisicidad, que concentran en su macerado cuerpo los estragos de una vida basada en el castigo (esa ama de casa que refleja en su golpeado rostro una existencia basada en el maltrato y en sus cortadas muñecas el límite de su aguante; la niña envenenada que ha encontrado la muerte a manos de quien más debía amarla; los cuerpos colgados en los pasillos del colegio, un centro de enseñanza y civilización convertido en un tétrico pabellón de tortura y muerte).
Shyamalan huye de los lugares comunes del cine de terror, evitando los gratuitos golpes de efecto (los contados sustos a lo largo del metraje resultan tan acertados como coherentes), desplegando una puesta en escena de elaborados planos y calculados movimientos de cámara repletos de información para el espectador atento, a través de un ritmo mesurado y que resulta en una atmósfera de honda melancolía (con esas calles de Filadelfia completamente vacías, sólo recorridas por las hojas otoñales de los árboles esparcidas por el viento y perpetuamente teñida sde gris. Un desolado paisaje que remarca la soledad de los protagonistas). Se le puede achacar a El sexto sentido una estructura episódica y que se vuelve algo lacia a partir del punto en el que descubrimos el secreto que atormenta al niño protagonista o una resolución blanda, como si el propio director se hubiera asustado al notar que el abismo emocional que con tanto tino había retratado le devolvía la mirada; pero, con todo, tenemos que rendirnos ante la habilidad del director de Señales para ofrecer una certera radiografía de nuestros tiempos a través de lo que podría haber sido una simple historia de fantasmas a lo The Twilight Zone.
A lo largo de su tormentosa y retorcida obra narrativa, H.P. Lovecraft defendió la existencia de un plano dimensional que existía paralelo a nuestra realidad circundante, pero que sólo era percibible para aquellas personas de extrema sensibilidad y abiertas a las conexiones entre la vigilia y el sueño. El mayor hallazgo de El sexto sentido consiste en evidenciar que nuestra realidad cotidiana convive diariamente con el mundo de los muertos. Un mundo sólo visible a aquellas almas emocionalmente heridas. Así, El sexto sentido resulta una película profundamente psicológica, pues defiende la idea de que las perturbaciones mentales y los comportamientos alterados de la infancia (una edad proclive a la creencia y al acto de fe, al no estar todavía contaminada del racionalismo materialista) son consecuencia del contacto diario con la muerte. Una muerte representada por unos fantasmas de rotunda fisicidad, que concentran en su macerado cuerpo los estragos de una vida basada en el castigo (esa ama de casa que refleja en su golpeado rostro una existencia basada en el maltrato y en sus cortadas muñecas el límite de su aguante; la niña envenenada que ha encontrado la muerte a manos de quien más debía amarla; los cuerpos colgados en los pasillos del colegio, un centro de enseñanza y civilización convertido en un tétrico pabellón de tortura y muerte).
Shyamalan huye de los lugares comunes del cine de terror, evitando los gratuitos golpes de efecto (los contados sustos a lo largo del metraje resultan tan acertados como coherentes), desplegando una puesta en escena de elaborados planos y calculados movimientos de cámara repletos de información para el espectador atento, a través de un ritmo mesurado y que resulta en una atmósfera de honda melancolía (con esas calles de Filadelfia completamente vacías, sólo recorridas por las hojas otoñales de los árboles esparcidas por el viento y perpetuamente teñida sde gris. Un desolado paisaje que remarca la soledad de los protagonistas). Se le puede achacar a El sexto sentido una estructura episódica y que se vuelve algo lacia a partir del punto en el que descubrimos el secreto que atormenta al niño protagonista o una resolución blanda, como si el propio director se hubiera asustado al notar que el abismo emocional que con tanto tino había retratado le devolvía la mirada; pero, con todo, tenemos que rendirnos ante la habilidad del director de Señales para ofrecer una certera radiografía de nuestros tiempos a través de lo que podría haber sido una simple historia de fantasmas a lo The Twilight Zone.
2 comentarios:
Tres estrellas tan solo para esta pelicula tan buena tio. Manteniendo la intriga en todo momento, unido a una interpretación excelente por parte de ambos protas.
Una película, desde mi punto de vista, excelente.
Estoy de acuerdo, es una película excelente aunque, no puedo obviar los defectos apuntados en la reseña. Además, lo mejor de Shyamalan está por venir.
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