(Bad Lieutenant) USA, 1992. 96m. C.
D.: Abel Ferrara
I.: Harvey Keitel, Victor Argo, Paul Calderon, Frankie Thorn
A primera vista podría pensarse que Teniente corrupto es una película provocativa cuyo único objetivo es escandalizar al espectador, a la vez que remover su conciencia. Un repaso rápido a las acciones del protagonista a lo largo del film podría apoyar esta idea: el teniente de la policía de Nueva York dejando a sus hijos a la puerta del colegio para, a continuación, tomar crack; robando de la escena de un crimen en el que ha muerto tiroteado un camello un paquete de cocaína; chantajeando a unas jóvenes a quienes ha pillado circulando sin carnet de conducir a hacer lo que él les ordene si no quieren que les denuncie, para masturbarse delante de ellas; las sucesivas escenas en las que le vemos beber alcohol, inyectarse heroína, fumar crack, esnifar cocaína, etc. Pero no hay ninguna intención provocativa en las imágenes con las que Abel Ferrara retrata el via crucis de su protagonista. La cámara se mantiene fría, distante incluso en los primeros planos. Se mueve únicamente para seguir los movimientos de un ser que ha sido engullido por el infierno en el que habita. Nunca sabremos si el teniente siempre ha sido así, si es producto directo del entorno en el que nació, o si asistimos al declive final de la sombra de lo que antes fue un hombre (significativamente el personaje carece de nombre propio, siendo llamado por su grado en el cuerpo de policía, como si fuera una carcasa física a la que hubiera que mantener en movimiento a base de drogas y alcohol para que no se dé cuenta de que está vacía; que no hay rastro de humanidad en ella).
El caso de una joven monja brutalmente violada será el detonante con el que el teniente busque una catarsis a base de fuego y rabia que le será negada. La monja también carece de nombre, como si la brutal agresión física la hubiera despojado de su envoltura carnal y la hubiera transformado en una figura pura, un símbolo espiritual que irradia perdón y sacrificio. El plano del teniente de pie, completamente desnudo, tendrá su equivalencia en la escena en la que éste la ve tumbada en la camilla del hospital, igualmente desnuda, mientras el doctor que la atiende enumera las agresiones que ha sufrido su cuerpo, la muestra como una figura pálida y carente de expresión, en un estado de trascendencia, ajena a cualquier noción física. El cuerpo castigado y retorcido (en suma, violento, agresivo) del teniente busca su complemento en el cuerpo etéreo, espiritual (pacífico) de la monja. El sacrificio final del protagonista no consistirá en la entrega de su cuerpo a una explosión de violencia, sino la donación de un pedacito de alma que le permita, al fin, dar un sentido a su existencia no a través de la purgación de sus pecados, sino acarreando los pecados de los demás.
El caso de una joven monja brutalmente violada será el detonante con el que el teniente busque una catarsis a base de fuego y rabia que le será negada. La monja también carece de nombre, como si la brutal agresión física la hubiera despojado de su envoltura carnal y la hubiera transformado en una figura pura, un símbolo espiritual que irradia perdón y sacrificio. El plano del teniente de pie, completamente desnudo, tendrá su equivalencia en la escena en la que éste la ve tumbada en la camilla del hospital, igualmente desnuda, mientras el doctor que la atiende enumera las agresiones que ha sufrido su cuerpo, la muestra como una figura pálida y carente de expresión, en un estado de trascendencia, ajena a cualquier noción física. El cuerpo castigado y retorcido (en suma, violento, agresivo) del teniente busca su complemento en el cuerpo etéreo, espiritual (pacífico) de la monja. El sacrificio final del protagonista no consistirá en la entrega de su cuerpo a una explosión de violencia, sino la donación de un pedacito de alma que le permita, al fin, dar un sentido a su existencia no a través de la purgación de sus pecados, sino acarreando los pecados de los demás.
2 comentarios:
Esta la vi en el cine cuando se estrenó y nunca más. Ya va siendo hora de revidearla. Me quedé tan impactado y escandalizado porque no había visto nada igual que no la pude apreciar.
Es perfectamente normal que a uno se le quede mal cuerpo la 1ª vez (lo raro sería lo contrario), pero por mal que se haya pasado recomiendo un 2º visionado porque, una vez superado el impacto inicial, se puede apreciar mejor el trabajo de Ferrara quien, no sólo no se aprovecha de ese impacto, sino que intenta minimizarlo a través de una puesta en escena lo más distanciada posible.
Un saludo.
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