USA/Italia, 2010. 97m. C.
D.: Sofia Coppola P.: G. Mac Brown, Roman Coppola & Sofia Coppola G.: Sofia Coppola I.: Stephen Dorff, Elle Fanning, Chris Pontius, Erin Wasson F.: 2.35:1
Los comentarios vertidos acerca de Sofia Coppola, y más sobre ella que sobre sus películas, viene a demostrar tanto el peso que puede tener un apellido (el cual, a la vez, abre puertas y afila los cuchillos) como la mirada prejuiciosa desgraciadamente habitual en no pocas firmas privilegiadas. Castigada por los pecados de su padre (quien la elegió para un papel que le iba grande en El padrino III) y rechazada por ciertos grupos elitistas con alergia a lo cool, con sólo cuatro películas, la hija del director de La ley de la calle ha demostrado, mal que pese, ser todo un auteur. Lo cual no quiere decir, por sí mismo, que sea una buena directora, pero lo que resulta innegable es que Sofia Coppola está dotada de una mirada personal e, incluso, de un discurso, el cual es detectable en cada uno de sus títulos. No importa que trabaje sobre material ajeno (la hermosa novela de Jeffrey Eugenides en la que se basó para su ópera prima, Las vírgenes suicidas) o con una base parcialmente autobiográfica (Lost in Translation). Resulta curioso, en este sentido, que fuera María Antonieta, film que no repitió la acogida de los dos títulos precedentes, donde se certificara la fuerza de esa mirada, llevando a su terreno un género tan codificado como es el de época y logrando, en el proceso, uno de sus films más conseguidos.
Tomando como base dicha película, la presente Somewhere adquiere múltiples lecturas: el intento de Sofia en agrandar esa postura autoral a la que nos referíamos, insistiendo en los mismo temas; un run for cover a un tipo de film más pequeño e intimista después del frío recibimiento de Maria Antonieta, retomando los modos y maneras de la película protagonizada por Scarlett Johansson y Bill Murray, la más exitosa de su carrera; o un callejón sin salida, demostrando que esos temas ya están agotados.
En el excelente vídeoclip de la canción "Everytime", perteneciente al disco In the Zone, Stephen Dorff aparecía como el airado compañero de una Britney Spears acosada por una legión de paparazzi. Dorff tomaba la imagen de la star cuya única manera de soportar la fama consiste en dar rienda suelta a su violencia mientras la famosa cantante se refugiaba en una amargura casi existencial cuyo único punto de fuga parecía ser el suicidio. No sabemos si Sofia Coppola ha visto dicho vídeoclip (de entrada, nada más lejos que el electro-pop mainstream de Britney Spears de los gustos musicales, más indies, de Sofia), pero en su último film Stephen Dorff parece retomar dicho papel, pero sustituyendo la ira por la apatía.
En Somewhere Dorff interpreta a Johnny Marco, un actor en la cresta de la ola, amado por el público y reconocido por los críticos, cuyo día a día se ve reducido a un bucle contínuo, paseando por desnudas e intercambiables habitaciones de hotel, asistiendo a multitudinarias fiestas en las que no conoce a nadie y acostándose con despampanantes modelos de cuyo nombre no se acuerda. Una vida disoluta, con el hedonismo como motor diario, que Johnny, lejos de disfrutar, parece soportar poseído por un aburrimiento metafísico, desconectado de todo lo que le rodea (su agente le despierta para recordarle sus compromisos profesionales; confunde los días de la semana), perdido en su propia existencia. Los únicos instantes en los que Johnny parece reflejar algún tipo de sentimiento es cuando pasa el tiempo con su hija pequeña, único nexo de unión que conserva con el resto de los seres humanos.
Sofia Coppola filma todos estos momentos perdidos como si estuviese contagiada por el mismo sopor que hunde a su protagonista. De esta manera, la herramienta estilística recurrente de Somewhere es el plano fijo, captando a Johnny sentado, o tirado, en su sofá o en su cama durantes largos minutos, como si la cámara no quisiera entrometerse en el espacio de su actor. Al igual que ocurriera con Lost in Translation, Somewhere se compone de una serie de tiempos muertos, pero si en aquel film la inconfesa historia de amor entre los dos protagonistas aportaba un elemento dramático que acababa superando la frialdad del conjunto, en esta ocasión, al centrarse en su solitario personaje, encerrado en una burbuja impenetrable propiciada por sus fama y excesos, da lugar a un film solipsista. Tan obsesionada está Sofia por recoger sin artificios la espesura vital de su protagonista que acaba dando lugar a un film igualmente vacío y monótono.
Somewhere comienza con una imagen que nos muestra a Johnny conduciendo su impresionante ferrari color negro dando vueltas en una carretera desierta una y otra vez. Una imagen que sirve de perfecta doble metáfora: del propio film: reflejando de manera meridiana el mensaje de la película (lo cual convierte el resto del metraje en redundante); y de la propia directora, quien, por cuarta vez consecutiva, recorre el mismo camino ya transitado en sus anteriores trabajos. Somewhere finaliza con Johnny abandonando su flamante coche, dispuesto a caminar por su propio pie la misma carretera del comienzo: es posible que Sofia Coppola haya concebido su último film como un epílogo y esté dispuesta a transitar nuevos caminos.
Tomando como base dicha película, la presente Somewhere adquiere múltiples lecturas: el intento de Sofia en agrandar esa postura autoral a la que nos referíamos, insistiendo en los mismo temas; un run for cover a un tipo de film más pequeño e intimista después del frío recibimiento de Maria Antonieta, retomando los modos y maneras de la película protagonizada por Scarlett Johansson y Bill Murray, la más exitosa de su carrera; o un callejón sin salida, demostrando que esos temas ya están agotados.
En el excelente vídeoclip de la canción "Everytime", perteneciente al disco In the Zone, Stephen Dorff aparecía como el airado compañero de una Britney Spears acosada por una legión de paparazzi. Dorff tomaba la imagen de la star cuya única manera de soportar la fama consiste en dar rienda suelta a su violencia mientras la famosa cantante se refugiaba en una amargura casi existencial cuyo único punto de fuga parecía ser el suicidio. No sabemos si Sofia Coppola ha visto dicho vídeoclip (de entrada, nada más lejos que el electro-pop mainstream de Britney Spears de los gustos musicales, más indies, de Sofia), pero en su último film Stephen Dorff parece retomar dicho papel, pero sustituyendo la ira por la apatía.
En Somewhere Dorff interpreta a Johnny Marco, un actor en la cresta de la ola, amado por el público y reconocido por los críticos, cuyo día a día se ve reducido a un bucle contínuo, paseando por desnudas e intercambiables habitaciones de hotel, asistiendo a multitudinarias fiestas en las que no conoce a nadie y acostándose con despampanantes modelos de cuyo nombre no se acuerda. Una vida disoluta, con el hedonismo como motor diario, que Johnny, lejos de disfrutar, parece soportar poseído por un aburrimiento metafísico, desconectado de todo lo que le rodea (su agente le despierta para recordarle sus compromisos profesionales; confunde los días de la semana), perdido en su propia existencia. Los únicos instantes en los que Johnny parece reflejar algún tipo de sentimiento es cuando pasa el tiempo con su hija pequeña, único nexo de unión que conserva con el resto de los seres humanos.
Sofia Coppola filma todos estos momentos perdidos como si estuviese contagiada por el mismo sopor que hunde a su protagonista. De esta manera, la herramienta estilística recurrente de Somewhere es el plano fijo, captando a Johnny sentado, o tirado, en su sofá o en su cama durantes largos minutos, como si la cámara no quisiera entrometerse en el espacio de su actor. Al igual que ocurriera con Lost in Translation, Somewhere se compone de una serie de tiempos muertos, pero si en aquel film la inconfesa historia de amor entre los dos protagonistas aportaba un elemento dramático que acababa superando la frialdad del conjunto, en esta ocasión, al centrarse en su solitario personaje, encerrado en una burbuja impenetrable propiciada por sus fama y excesos, da lugar a un film solipsista. Tan obsesionada está Sofia por recoger sin artificios la espesura vital de su protagonista que acaba dando lugar a un film igualmente vacío y monótono.
Somewhere comienza con una imagen que nos muestra a Johnny conduciendo su impresionante ferrari color negro dando vueltas en una carretera desierta una y otra vez. Una imagen que sirve de perfecta doble metáfora: del propio film: reflejando de manera meridiana el mensaje de la película (lo cual convierte el resto del metraje en redundante); y de la propia directora, quien, por cuarta vez consecutiva, recorre el mismo camino ya transitado en sus anteriores trabajos. Somewhere finaliza con Johnny abandonando su flamante coche, dispuesto a caminar por su propio pie la misma carretera del comienzo: es posible que Sofia Coppola haya concebido su último film como un epílogo y esté dispuesta a transitar nuevos caminos.
4 comentarios:
Debo ser uno de los pocos que le gustó lo que hizo en el PIII. He visto Lost, que me pareció un coñazo insoportable, y la de MA, que es pelín plomo pero esta muy bien trasladado el mundo de las realezas decadentes que encendieron la chispa de la Revolución. Vírgenes me interesa. Pero esta ya es demasiado. El vacío existencial tiene un límite.
Sofia estaba muy verde en "El padrino III", pero, como decía, la culpa no fue suya (aunque no sé si Winona Ryder, la inicialmente propuesta, hubiera estado mejor).
En cuanto a su carrera como directora, en general me convence sin entusiasmarme, aunque con "CQ" Roman Coppola, su hermano, demostró que, quizás, no era ella quien había heredado los mejores genes de su padre.
Enhorabuena por la reseña, que está genial. Yo tengo la peli en la cola para verla, pero me da pereza enfrentarme a tanto vacío existencial. Y me gustan las pelis anteriores de Sofia. A ver cuándo me atrevo. Saludos.
Gracias. Me alegro que te haya gustado. Y, ojo, a pesar de lo dicho, "Somewhere" tiene momentos muy divertidos: especialmente las gemelas strippers a domicilio y el masajista exhibicionista.
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