Japón, 2000. 100m. C.
D.: Sabu P.: Bong-Ou Lee G.: Sabu I.: Shin'ichi Tsutsumi, Yasuko Matsuyuki, Reng Ôsugi, Masanobu Ando F.: 1.85:1
Monday comienza con su protagonista, Takagi, despertando en una anónima habitación de hotel. Su aspecto lo asemeja al prototípico hombre de negocios japonés, con su pelo corto, su traje formal y sus gafas. El estado de confusión en el que se encuentra, sin recordar cómo ha llegado a ese lugar ni nada de lo acontecido en la noche anterior, parece la consecuencia directa de una juerga de alta graduación etílica. Como si nos encontráramos ante un puzzle cinematográfico, Takagi tendrá que ir recordando los sucesos que ha olvidado guiándose por las pistas que ha dejado desperdigadas por toda la habitación.
El primer recuerdo nos da la clave con la que interpretar el resto del film: un velatorio en el que Takagi muestra sus respetos con el resto de compañeros de trabajo delante de la familia del fallecido. El tono trágico propio de la escena acabará siendo dinamitado por una serie de giros cómicos: del drama familiar pasamos a una macabra parodia de un episodio de Misión Imposible. Sabu utiliza el itinerario alcohólico de su protagonista para repasar una serie de géneros cinematográficos que son dados la vuelta desde una perspectiva irónica, como si fueran interpretados por la mirada atolondrada de su ebrio protagonista, incapaz de tomarse nada en serio. Así, del género romántico podemos pasar directamente a un musical o asistir a los lamentos de un yakuza a quien le cuesta mantener la mirada amenazante propia de su gremio.
La puesta en escena de Sabu parece también verse afectada por los grados de alcohol en la sangre de su protagonista, variando dependiendo del estado de éste. En sus recuerdos de una noche empapada por la bebida, el film despliega un estilo marcadamente esteticista, casi manierista, transformando las escenas en elaborados tableaux vivantes, con los integrantes del plano moviéndose al ritmo de la música o del propio encuadre. Las cámaras lentas, los insertos y los suaves travellings aportan un clima surrealista que nos recuerda a David Lynch (los locales que visita Takagi parecen sacados de Twin Peaks o Mulholland Drive) y que potencia el tono fantástico en el que acaba cayendo el film, manifestado en la aparición de los demonios internos del protagonistas, en un arrebato místico tan discutible como visualmente poderoso. En cambio, los escasos minutos en los que el protagonista está sobrio, Monday sigue luciendo una cuidada planificación, pero más, igualmente, sobria.
Monday retrata el camino por el cual una persona cualquiera puede llegar a convertirse en un asesino. Un mensaje especialmente relevante dentro de una sociedad tan estricta como la japonesa, en la que las necesidades del individuo son dejadas a un lado en favor de lo colectivo. Takagi acaba desatando todos esos demonios internos acumulados, convirtiendo a Monday en un pacifista cruce entre Un día de furia (el ciudadano llevado al límite que se convierte en un justiciero urbano) y Acero azul (el fetichismo por las armas y su capacidad de manipulación en quien las porta) que acaba degenerando en una burda denuncia contra la posesión de las armas de fuego.
Monday pierde toda la intensidad acumulada en el momento en el que pasa de lo individual a lo colectivo, un movimiento que contradice el propio discurso del film. Por ello, no es extraño que una de las mejores escenas sea aquella en la que Takagi hace balance de su vida en una carta, recordando sólo esos pequeños momentos aparentemente insignificantes que han sido enterrados por la despiadada voracidad de una sociedad hambrienta.
El primer recuerdo nos da la clave con la que interpretar el resto del film: un velatorio en el que Takagi muestra sus respetos con el resto de compañeros de trabajo delante de la familia del fallecido. El tono trágico propio de la escena acabará siendo dinamitado por una serie de giros cómicos: del drama familiar pasamos a una macabra parodia de un episodio de Misión Imposible. Sabu utiliza el itinerario alcohólico de su protagonista para repasar una serie de géneros cinematográficos que son dados la vuelta desde una perspectiva irónica, como si fueran interpretados por la mirada atolondrada de su ebrio protagonista, incapaz de tomarse nada en serio. Así, del género romántico podemos pasar directamente a un musical o asistir a los lamentos de un yakuza a quien le cuesta mantener la mirada amenazante propia de su gremio.
La puesta en escena de Sabu parece también verse afectada por los grados de alcohol en la sangre de su protagonista, variando dependiendo del estado de éste. En sus recuerdos de una noche empapada por la bebida, el film despliega un estilo marcadamente esteticista, casi manierista, transformando las escenas en elaborados tableaux vivantes, con los integrantes del plano moviéndose al ritmo de la música o del propio encuadre. Las cámaras lentas, los insertos y los suaves travellings aportan un clima surrealista que nos recuerda a David Lynch (los locales que visita Takagi parecen sacados de Twin Peaks o Mulholland Drive) y que potencia el tono fantástico en el que acaba cayendo el film, manifestado en la aparición de los demonios internos del protagonistas, en un arrebato místico tan discutible como visualmente poderoso. En cambio, los escasos minutos en los que el protagonista está sobrio, Monday sigue luciendo una cuidada planificación, pero más, igualmente, sobria.
Monday retrata el camino por el cual una persona cualquiera puede llegar a convertirse en un asesino. Un mensaje especialmente relevante dentro de una sociedad tan estricta como la japonesa, en la que las necesidades del individuo son dejadas a un lado en favor de lo colectivo. Takagi acaba desatando todos esos demonios internos acumulados, convirtiendo a Monday en un pacifista cruce entre Un día de furia (el ciudadano llevado al límite que se convierte en un justiciero urbano) y Acero azul (el fetichismo por las armas y su capacidad de manipulación en quien las porta) que acaba degenerando en una burda denuncia contra la posesión de las armas de fuego.
Monday pierde toda la intensidad acumulada en el momento en el que pasa de lo individual a lo colectivo, un movimiento que contradice el propio discurso del film. Por ello, no es extraño que una de las mejores escenas sea aquella en la que Takagi hace balance de su vida en una carta, recordando sólo esos pequeños momentos aparentemente insignificantes que han sido enterrados por la despiadada voracidad de una sociedad hambrienta.
4 comentarios:
Coño qué rapidez!
Pensaba que le caería alguna estrella más.
Estoy de acuerdo que al final decae y por lo tanto rebaja la nota final que en su 2/3 era alta.
No había caído en lo de Lynch, pero tienes bastante razón. Incluso diría que es evidente.
Pero vamos a lo importante :D, se parece a Jo qué noche o no?
La película es muy interesante, sobre todo a nivel visual. He de confesar que en la escena del baile subí automáticamente a 4 estrellas, pero la última media hora lo arruina todo.
En cuanto a las similitudes con "¡Jo, qué noche!" pues, buff, quizás en la descripción de una noche sin fin, pero por el resto no lo veo nada claro. Más evidentes son las conexiones con las pelis de Schumacher y Bigelow que cito.
Con todo, procuraré ver más cosas del sr. Sabu.
Un saludo.
Bueno, no hace falta que seas tan elegante para decir que no. Esa es la impresión que me llevé y quería saber si era compartida o no. Las impresiones dependen de nuestro bagaje y del día.
Acero Azul no la he visto, Un día de furia sí y como me pareció un rollo la tengo bastante enterrada. A mi me llamó la atención de Monday todo ese submundo nocturno loco y con ese me quedé.
En fin, siempre me interesa saber si mis impresiones son compartidas.
Estoy de acuerdo en que las impresiones ante un film depende mucho de nuestra mirada personal. Es posible que a mí MONDAY no me recuerde a ¡JO, QUÉ NOCHE!, pero, ¿a que usted tampoco se le ocurrió pensar en Buñuel? Ahí está la gracia, y entre todas las referencias enriquecemos nuestros puntos de vista.
Le animo a ver ACERO AZUL, una de las pelis más fascinantes de Kathryn Bigelow, producida por Oliver Stone y que cuenta la relación entre un yuppie de Wall Street convertido en psycho y una mujer policía interpretada por Jamie Lee Curtis.
Un saludo.
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