sábado, 10 de diciembre de 2011

El rostro de la muerte

(Alice Sweet Alice)
USA, 1976. 108m. C.
D.: Alfred Sole P.: Richard K. Rosenberg G.: Rosemary Ritvo & Alfred Sole I.: Linda Miller, Mildred Clinton, Paula E. Sheppard, Niles McMaster

El rostro de la muerte (conocida también en su título original como Communion o Holy Terror) aprovecha sus títulos de créditos iniciales para presentar una espectacular imagen que sirve para plantear la atmósfera que imperará en el resto del metraje: mientras que a la derecha del encuadre discurren los diferentes nombres, a la izquierda podemos ver la figura de una niña vestida para hacer su primera comunión, con el rostro oculto por un velo blanco, sosteniendo con sus dos manos un crucifijo. En el momento en el que aparece el título del film, la niña levanta los brazos mostrando que la base del crucifijo es el filo de un cuchillo. Esta imagen, al borde del sacrilegio, consigue unificar los dos elementos más importantes de la película: la religión católica y los asesinatos.

A pesar de presentarse como una película de terror, El rostro de la muerte resulta más inquietante por la atmósfera que rodea a los sucesos que acontecen a lo largo del metraje que por los hechos en sí: al principio del film sirve para introducir a la familia Spages, formada por la madre Catherine y sus dos hijas, Alice y Karen (interpretada ésta por una jovencísima Brooke Shields en su debut cinematográfico), quienes llegan a la casa del párroco Tom para ultimar los detalles de la comunión de Karen. Alice se separa del grupo y sube a la segunda planta de la casa. Se detiene ante un cuadro que representa la imagen del Sagrado Corazón de Jesús, acariciándolo de manera lasciva. El fanatismo religioso del que hacen gala los protagonistas se contagia a todo el film, lleno de iconos católicos como crucifijos, estampas de santos, rosarios, confesionarios y sacerdotes. Un entorno asfixiante al ser el medio que da lugar a los crímenes: destacar el asesinato con el que finaliza el prólogo, con la imagen de la víctima siendo estrangulada con un cirio.

Ese sentimiento se extiende al edificio en el que viven los Spages, con esa tétrica escalera, con la pintura de las paredes desconchada, la barandilla herrumbrosa y el suelo sucio, en la que se puede escuchar los sonidos que provienen de cada uno de los apartamentos. El sótano en el que Alice se oculta de todos y en el que ha construído un turbador altar formado por velas, un muñeco de plástico de un bebé y un bote de cristal lleno de cucarachas, sirve de metáfora del oscuro corazón que late en el interior de ese cuerpo devoto. Así, El rostro de la muerte supone un afilado exponente del American Gothic, con su descripción de una pequeña comunidad que representa los valores más tradicionales de la América profunda: en este sentido funciona la inmensa presencia de Alphonse, el casero de los Spages, encerrado en su casa debido a su terrible y casi monstruosa obesidad mórbida, donde vive rodeado de gatos y cuyos acercamientos a Alice, a quien arrincona en un esquina mientras le acaricia el pelo, destapa un soterrado instinto pedófilo.

El rostro de la muerte supone una estimulante rareza, especialmente por su indefinición (sub)genérica: en ocasiones más cercana al giallo que al psycho-thriller (la ambientación religiosa, los gráficos y sangrientos asesinatos con arma blanca, la utilización de algunos colores primarios como el amarillo de los chubasqueros); con elementos de whodunit clásico (la investigación del padre de Alice en busca del asesino de su hija) y un trasfondo de melodrama morboso: El rostro de la muerte establece un acercamiento a una imagen terrible de la niñez, particularmente el trauma que puede suponer la llegada de la pubertad en un ambiente opresivo: los policías que han interrogado a Alice hablan entre ellos de cómo se destacan los incipientes pechos bajo la ropa de la niña; Catherine se entera a través de una psicóloga que su hija le ha ocultado que ha empezado a menstruar. La careta con forma de cara de bebé de plástico que suele ponerse Alice evidencia la escisión de su mente, dividida por el sentimiento de culpa entre su nueva forma de mujer mientras intenta agarrarse al último vestigio de su infancia.

El sentimiento de culpa, elemento clave del dogma católico, planea por la conciencia de todos los personajes, encerrando a El rostro de la muerte en el interior de una iglesia en la que se representará una atroz versión de la Sagrada Eucaristía a través del sacrificio de la carne (el cuerpo ardiendo de una niña) y el derramamiento de la sangre (un sacerdote es apuñalado en el cuello), ingredientes que sirven como purificación de los pecados y pase de testigo: El rostro de la muerte hace de la comunión un ejercicio literal: la carne y la sangre como vía hacia el conocimiento interior.


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