viernes, 6 de mayo de 2011

Thor

(Thor)
USA, 2011. 114m. C.
D.: Kenneth Branagh P.: Kevin Feige G.: Ashley Miller, Zack Stentz & Don Payne, basado en una idea de J. Michael Straczynski & Mark Protosevich, basado en el personaje creado por Stan Lee & Jack Kirby I.: Chris Hemsworth, Natalie Portman, Tom Hiddleston, Anthony Hopkins F.: 2.35:1

Si consideramos a los superhéroes creados por la editorial Marvel Comics, al menos en su versión fundacional, como los representantes de un nuevo canon mitológico esencialmente norteamericano, el personaje de Thor, creado en su versión superheróica por Stan Lee y Jack Kirby en 1962, resulta una figura significativa en el panteón de la casa de las ideas. La natural fusión de la figura de la mitología nórdica (y el universo que la acompaña) con la perspectiva heróica del héroe con tan asombrosos poderes como problemas cotidianos parecía funcionar como la oficialización de sus orígenes legendarios. No ha de extrañarnos, a raíz de esto, que las mejores historias protagonizadas por el dios del trueno sean aquellas que le sacan de nuestro entorno común para sumergirlo en epopeyas cósmicas. Es decir, aquellas en las que se apuntaba a la esencia primigenia del superhéroe (de hecho, en su gloriosa etapa a cargo del personaje, Walter Simonson se deshizo de la encarnación humana de Thor para centrarse en el alcance de su figura mítica).

El estilo pomposo y afectado del que hacían gala los diálogos de Stan Lee se tornaban naturales en boca de los habitantes de Asgard, los cuales habían nacido para hablar con semejante postura altisonante. La elección de Kenneth Branagh para adaptar al cine a Thor funciona en dos sentidos: por un lado, el seguir apostando por un tipo de director alejado del terreno de los blockbusters pero de marcada personalidad tras los éxitos cosechados por Bryan Singer, Christopher Nolan o, relativamente, Ang Lee; y por otro, el intentar aprovechar los conocimientos shakespeareanos sobre los que Branagh ha asentado su prestigio. A tenor de esto último, el trabajo del director de Enrique V, Hamlet o Mucho ruido y pocas nueces le convertía en la personalidad lógica a la hora de canalizar el rimbombante estilo de Lee en la pantalla.

Toda la intensidad, fuerza y emoción de Thor queda comprimida en los primeros veinte minutos de metraje, los cuales funcionan con la inmediatez y eficacia de un comic-book de veintidós páginas. La película comienza en medio de un sombrío desierto para, a continuación, saltar a la majestuosidad del universo asgardiano, perfecta representación del imaginario de Jack Kirby y que presentado por la gravedad narrativa del mismísimo Odín despierta el sentido de la maravilla del espectador sumergido, de golpe, en el territorio de la fantasía. El viaje de Thor y sus acompañantes a través de las estrellas hasta el reino de los gigantes de hielo, así como su enfrentamiento contra estos últimos (con los movimientos y posturas clásicas del personaje: volando agarrado de su martillo; haciendolo girar mientras es rodeado por sus enemigos; golpeándo el suelo mientras un rayo barre con sus contrincantes), supone la representación fidedigna de las hazañas de Thor en las viñetas.

Tras este comienzo, más representativo que narrativo, Thor, debido a su aptitud arrogante y temeraria, es exiliado a la Tierra, donde será despojado de sus poderes. Al contrario que en la idea original de Lee y Kirby, Thor no se encarna en un simple mortal quien, inicialmente, no es consciente de su condición de dios, sino que conserva su memoria (al igual que en la mencionada etapa de Simonson) lo que le sirve a Branagh para sustituir la fantasía por la comedia de equívocos. A partir de aquí, las lecturas de Thor se multiplican apuntando tanto a su origen como a las consecuencias de su entrada en esa otra mitología americana moderna que es la construida por la industria de Hollywood.

Si decíamos que las aventuras que protagonizaba Thor en nuestro planeta no eran tan emocionantes como sus batallas espaciales, la película parece querer representar esa misma diferenciación. Tras la explosiva batalla en Jötunheim, las aventuras en nuestra Midgar entran en el terreno de lo convencional, tanto en su relación con Jane Foster como en la búsqueda de su Mjolnir, evidenciando la importancia de Thor no tanto como adaptación independiente sino como parte de un proyecto de mayor envergadura. Consecuencia tanto de las actualmente aclamadas estructuras televisivas como de los mecanismos de los crossovers propios de los comics de superhéroes, Thor se nos aparece como un episodio piloto destinado a facilitar la información que le corresponde pero sin levantar mucho su propia voz.

Finalmente, poco importa que la pelicula venga firmada por Kenneth Branagh o por otro (quizás únicamente detectable en la limpieza de las escenas de acción o puntuales encuadres que ayudan a subrayar la majestuosidad de los personajes -el travelling que sigue a Loki levantandose de su recién estrenado trono o el plano final con los perfiles de Odín y Thor recortados sobre el brillante crepúsculo asgardiano-), meros oficiantes en un gigantesco producto delimitado con tiralíneas en el que las partes son simples consecuencias de un todo futuro. Pero como si su director fuese consciente de estas limitaciones, reparte por el metraje diferentes pistas de las bases del proyecto: Thor descubriéndole a Jane que su planeta, que ella creía único, en realidad es uno más de un conjunto de nueve reinos; un guardia de seguridad describe a los compañeros de Thor a través de sus, para él, ridículos atuendos. Perfectas metáforas de la perspectiva distanciada de unas cabezas pensantes que, en realidad, no conocen ni respetan las creaciones que tantos réditos económicos les aportan.

3 comentarios:

Txema SG dijo...

Muy buena crítica, no la comparto, en parte por culpa de mi extremo frikismo marvelita.

Pero la última parte donde retratas la influencia de Brannagh sobre el producto final me ha gustado mucho.

Octavio B. (señor punch) dijo...

pues parece que coincidimos en nuestra mirada (no quise leerte hasta tener lo mío escrito). Bien, muy bien Asgard. Mal, mal la Tierra. O eso pienso yo (y creo entender que tú)

mmm, ahora que lo pienso el final lo tengo bastante ma´s olvidado que el arranque, aunque la ví hace dos días...peero era también waka-asgardiano, ¿no? con gigantes, porrazos etc, ¿no? Joder qué memoria... claro, lo que no voy es a llevarme libretita de notas para escribir luego en el blog :D

José M. García dijo...

Yota: me alegro que hayas disfrutado de la crítica aunque no compartas la valoración. De eso se trata. De que el texto sea interesante por sí mismo, por las ideas que propone y como las desarrolla, más allá de que después uno estñe de acuerso o no.

A pesar de que no he leído mucho sobre el personaje (la etapa de Walter Simonson y algunas sagas guionizadas por Lee y dibujadas por Neal Adams y John Buscema), éste me gusta mucho. Y precisamente eso hace que me moleste más el hecho de que la película no le saque partido a un universo con tantas posibilidades.

Octavio: sí, la confrontación final es el Asgard y no está mal del todo, pero a esas alturas la película ya está herida de muerte.

Como sé que todas las películas que veo después las tengo qye reseñar, voy haciendo anotaciones mentales de lo que me llama la atención mientras las veo. Al principio es un poco difícil, pero con la prácticas lo acabas haciendo de manera automática.