martes, 17 de mayo de 2011

Poltergeist. Fenómenos extraños

(Poltergeist)
USA, 1982. 114m. C.
D.: Tobe Hooper P.: Frank Marshall & Steven Spielberg G.: Steven Spielberg, Michael Grais & Mark Victor, basado en una idea de Steven Spielberg I.: Craig T. Nelson, JoBeth Williams, Oliver Robbins, Heather O'Rourke F.: 2.20:1

No resulta una casualidad que Poltergeist. Fenómenos extraños comience con el himno de los Estados Unidos de fondo, mientras la pantalla muestra una serie de imágenes de corte patriótico distorsionadas. La siguiente escena, sobre la que aparecen sobreimpresionado el título y los créditos, resulta definitoria: una panorámica que nos muestra el idílico barrio residencial en el que se sitúa la acción. Los protagonistas de este popular título representan a la icónica familia americana de su época: el padre viendo el partido con sus amigos; la madre preparando el desayuno mientras sus hijos juegan con la comida; la hija mayor hablando por teléfono hasta altas horas de la noche; el árbol centenario cuya sombra sobre el hogar representa un manto de seguridad. La estampa de un perfecto hogar construído sobre los sólidos pilares del American Way of Life de los 80.

Steve y Diane forman un matrimonio joven que combinan sus fuerzas para tirar hacia delante a su familia (Steve es el vendedor más cualificado de la compañía inmobiliaria para la que trabaja, que es la misma que se encargó de la zona en la que vive; Diane oficia un entierro para el canario que se ha muerto para complacer a su hija pequeña). En la intimidad de su habitación, les vemos fumando un porro y, más tarde, cuando los fenómenos paranormales empiezan a manifestarse, Diane le dice a su marido que retroceda a la época en la que tenía la mente más abierta. Asentados en la comodidad de la estructura familiar de clase media, ambos mantienen todavía un (débil) enlace con un pasado marcado pon un espíritu más libre (de hecho, si hacemos números entre la edad de la madre y la de su hija mayor, descubrimos que la tuvo con sólo quince años).

Cuando Steve descubre que la zona en la que vive fue construída sobre un cementerio, trasladando las lápidas pero conservando las tumbas, se establece un nexo de unión entre su pasado y los ancestrales habitantes originales de la parcela. En el clímax del relato, las tumbas surgirán del suelo, irrumpiendo en los pasillos y las habitaciones; la piscina en construcción se convierte en una fosa común repleta de esqueléticos cadáveres. Los espíritus de los muertos reclaman su propiedad arrasada por el desarrollo de la especulación inmobiliaria dispuesta a borrar con las huellas del pasado en aras de su visión del futuro. El hecho de que su ataque se canalice a través de la perversión de los iconos rectores del hogar americano (la televisión; el árbol centenario) demuestra que el conflicto tiene una base tan territorial como espiritual.

Este enfrentamiento entre lo viejo y lo nuevo (entre el pasado y el presente) que se halla en el núcleo de Poltergeist. Fenómenos extraños también se extiende hacia el exterior. Es decir, a su misma concepción como película. Producida, escrita y montada (sin acreditar) por Steven Spielberg y firmada por Tobe Hooper, la elección por parte del director de Tiburón del director de La matanza de Texas para que apareciera como director de un producto tanto en su forma como en su esencia reconociblemente spilbergiano apunta a un interés por parte del denominado Rey Midas del cine por combinar su concepción del cine fantástico con el del Hooper, como representante de una mirada antitética del cine de terror.

Una combinación que en la pantalla se traduce en un enfrentamiento. Así, Poltergeist. Fenómenos extraños es el desequilibrado resultado entre el fantástico de concepción sentimental de Spielberg y la fisicidad de Hooper. El reparto de tareas, o la imposición de caracteres, es evidente desde el momento en el que se reconoce la mano de cada uno de ellos en cada secuencia, pudiendo distinguir el espectador qué momento pertenece a cual. Que la parte del león se la lleve el director de Lifeforce. Fuerza vital demuestra que, quizás, el acercamiento blando e, incluso, lacrimógeno de Spielberg no era el más indicado para una producción de este tipo, más centrada en el drama familiar que en crear una atmósfera de terror.

Es por esto que a la hora de pensar en Poltergeist. Fenómenos extraños se recuerdan los momentos más intensos: el árbol intentando comerse al pequeño Robbie; la alucinación del parapsicólogo que se arranca su propia cara; el rescate de Carol Anne, con esa cuerda que parece estar cubierta de trozos de carne; Diane siendo arrastrada por las paredes y el techo de su habitación; el pasillo que se alarga o el diabólico payaso. A raíz de esto es fácil pensar que el hecho de que un film tan irregular como Poltergeist. Fenómenos extraños sea considerado hoy un pequeño clásico moderno es a pesar de Spielberg y gracias a Hooper. Pero si tenemos en cuenta que pocos trabajos de Tobe Hooper tienen la fuerza de las escenas anteriormente enumeradas, llegamos a la conclusión de que la (débil) personalidad de Poltergeist. Fenómenos extraños surge, precisamente, de su desigual condición de monstruo bicéfalo.

2 comentarios:

Txema SG dijo...

El puto árbol que de pesadillas me dio de pequeño. Para mi un clásico indiscutible del terror de los ochenta. Además la mano de spielberg se nota... y mucho.

Que la película tenía medios XD

José M. García dijo...

Ese es el problema, la mano de Spielberg. Ese tono sentimental que le va como anillo al dedo a E.T. El extraterrestre o Encuentros en la tercera fase aquí me parece un error.

Y otra cosa no, pero dinero hay y mucho. Lo mejor es que se nota, y es que estamos hablando de la ILM y de Richard Edlund.