D.: Kathryn Bigelow
I.: Jeremy Renner, Anthony Mackie, Brian Geragthy, Guy Pearce
He de confesar que siento cierto orgullo al ver el nombre de Kathryn Bigelow entre las nominaciones al mejor director para los Golden Globe y su más que probable nominación al Oscar en la misma categoría. Es el reconocimiento, tardío pero reconocimiento al fin y al cabo, a la carrera de uno de los directores más interesantes del cine de acción de los 90 al que la industria hollywoodiense había dado la espalda después del batacazo económico de Días extraños. Convertida en directora de culto con su primera película, Los viajeros de la noche, revisión del cine de vampiros cruzado con el western y la road movie, tras Acero azul, inquietante mirada al infierno urbano cotidiano en el que cualquier ciudadano puede convertirse en un psicópata, Le llaman Bodhi transformó el nombre de Bigelow en referente del cine de acción del momento, capaz de convertir la experiencia de ver una película en deporte de riesgo. El mencionado fracaso de Días extraños, odisea milenarista a través de una montaña rusa sensorial la apartó de la primera línea, un ostracismo del que no salió ni con El peso del agua, cambio de registro a un cine más psicológico, ni su regreso al cine de gran espectáculo con K19: The Widowmaker. The Hurt Locker sí ha logrado que el nombre de Kathryn Bigelow vuelva a correr de boca en boca y, además, otorgarle un prestigio crítico inédito hasta ahora en su carrera.
The Hurt Locker nos sitúa en Bagdag, inmersos en la guerra de Irak, siguiendo los progresos de un equipo de artificieros expertos en desactivar explosivos. El comienzo del film retrata a la perfección el entorno en el que se mueven los personajes. La figura de uno de los artificieros, enfundado en su traje anti-explosiones, caminando despacio, cuidadosamente, lo convierte en un astronauta, un explorador espacial que reconoce un planeta inhóspito, desconocido, que supura amenaza. En los mapas y en los informes ese territorio puede recibir el nombre de Irak, pero para los hombres que día a día se juegan la vida es una incógnita, una trampa bajo cuyo simulacro de familiaridad (casas, coches, personas) esconde la muerte. Esta sensación de paranoia, de contínua sensación de que la muerte puede venir en cualquier momento y desde cualquier lado, es retratada por Bigelow con un estilo visual fragmentado y nervioso. La cámara al hombro, los zooms y los violentos movimientos de cámara parecen querer observarlo todo, vigilarlo todo, sabiendo que en cada esquina se está incubando una amenaza. Este estilo histéricamente documental es potenciado por una mirada naturalista al trabajo de los artificieros, carente de drama o de épica, pues para estos hombres poner su vida en peligro es un acto cotidiano (como demuestra la escena de los francotiradores: la dilatación del tiempo, la arena que se pega al rostro, las moscas que recorren la piel, la sed que seca los labios y la monotonía de un enfrentamiento que se anuncia pero que no llega a explotar).
Es la energía que Bigelow imprime a las imágenes lo que densifica, tensa, un relato cuyo acercamiento a los personajes resulta demasiado convencional. El proceso por el cual el sargento Will James pasa de ser un coronel Kilgore, cuyo paso por la guerra se traduce en un desprecio al peligro escudado en una inconsciencia suicida, a un capitán Willard que descubre el corazón de las tinieblas al descubrir la presencia del factor humano en medio de la barbarie, aporta a The Hurt Locker un componente dramático que no está a la altura del trabajo de Bigelow. Finalmente, en medio de las explosiones y del humo, The Hurt Locker nos dice que sobrevivir a la guerra no consiste en salir de la zona en conflicto ilesos, sino de no llevarte contigo esa guerra.
The Hurt Locker nos sitúa en Bagdag, inmersos en la guerra de Irak, siguiendo los progresos de un equipo de artificieros expertos en desactivar explosivos. El comienzo del film retrata a la perfección el entorno en el que se mueven los personajes. La figura de uno de los artificieros, enfundado en su traje anti-explosiones, caminando despacio, cuidadosamente, lo convierte en un astronauta, un explorador espacial que reconoce un planeta inhóspito, desconocido, que supura amenaza. En los mapas y en los informes ese territorio puede recibir el nombre de Irak, pero para los hombres que día a día se juegan la vida es una incógnita, una trampa bajo cuyo simulacro de familiaridad (casas, coches, personas) esconde la muerte. Esta sensación de paranoia, de contínua sensación de que la muerte puede venir en cualquier momento y desde cualquier lado, es retratada por Bigelow con un estilo visual fragmentado y nervioso. La cámara al hombro, los zooms y los violentos movimientos de cámara parecen querer observarlo todo, vigilarlo todo, sabiendo que en cada esquina se está incubando una amenaza. Este estilo histéricamente documental es potenciado por una mirada naturalista al trabajo de los artificieros, carente de drama o de épica, pues para estos hombres poner su vida en peligro es un acto cotidiano (como demuestra la escena de los francotiradores: la dilatación del tiempo, la arena que se pega al rostro, las moscas que recorren la piel, la sed que seca los labios y la monotonía de un enfrentamiento que se anuncia pero que no llega a explotar).
Es la energía que Bigelow imprime a las imágenes lo que densifica, tensa, un relato cuyo acercamiento a los personajes resulta demasiado convencional. El proceso por el cual el sargento Will James pasa de ser un coronel Kilgore, cuyo paso por la guerra se traduce en un desprecio al peligro escudado en una inconsciencia suicida, a un capitán Willard que descubre el corazón de las tinieblas al descubrir la presencia del factor humano en medio de la barbarie, aporta a The Hurt Locker un componente dramático que no está a la altura del trabajo de Bigelow. Finalmente, en medio de las explosiones y del humo, The Hurt Locker nos dice que sobrevivir a la guerra no consiste en salir de la zona en conflicto ilesos, sino de no llevarte contigo esa guerra.
2 comentarios:
Yo era de los que ya daba por perdida a la Sra. Bigelow (por lo menos a la hora de poder ver minimamente reconocida su capacidad de gran directora). Pero, mira tú por donde, parece que esta peli va a significar un inesperado reconocimiento para ella.
Y eso, sin duda, es hacer justicia con alguien que ha sido tan minusvalorada.
Pues al final lo del Globo del Oro no pudo ser, cayendo en manos de su ex-marido. Me temo que vamos a tener que conformarnos con la nominación al Oscar lo que, por otro lado, no es poco para una directora tan ninguneada cuando hacía películas incluso mejores que esta por la que ahora recibe tantos elogios.
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