martes, 22 de enero de 2013

La noche más oscura


(Zero Dark Thirty)
USA, 2012. 157m. C.
D.: Kathryn Bigelow P.: Kathryn Bigelow, Mark Boal & Megan Ellison G.: Mark Boal I.: Jessica Chastain, Jason Clark, Jennifer Ehle, Kyle Chandler



Expediente Bigelow
El caso de Kathryn Bigelow se me antoja ejemplar a la hora de analizar las tendencias que mueven y marcan el mercado hollywoodiense. Tendencias que, como su propio nombre indica, no se alejan demasiado de las modas de temporada o del "donde-dije-digo-digo-Diego" como moneda de cambio. Renovadora del género vampírico al sustituir la ambientación gótica y terrorífica por la mítica del western y la road movie con la excelente Los viajeros de la noche; convertida en un nombre clave del cine de acción de los años 90 con títulos tan imprescindibles como Acero azul y Le llaman Bodhi; sería con Días extraños, acaso su mejor película, arrolladora y milenarista montaña rusa sensorial, cuando Bigelow se estrelló contra el muro del desprecio de una industria a la que había dado tanto. El estrepitoso fracaso comercial de esta película, producida y escrita por su ex-marido James Cameron, le hicieron perder todos sus derechos dentro del cine comercial de gran aparato.

En su recomendable libro sobre Paul Verhoeven (1), el crítico Tomás Fernández Valentí se preguntaba, a raíz del caso de la reivindicable Showgirls, el por qué, dentro siempre del marco del cine norteamericano, a determinados directores se les perdonaba todo, mientras que a otros no. Sin salirnos del género de acción y/o aventura, yo me pregunto lo mismo: ¿por qué a Tony Scott se le perdonó Domino, a su hermano Ridley Tormenta blanca o a Michael Bay Dos policías rebeldes 2, todos ellos notorios descalabros en taquilla? ¿Quizás tenemos que entrar en el espinoso terreno del sexismo profesional? (2) ¿Por qué a James Cameron, responsable en gran parte de la película, no hizo, en cambio, mella en su brillante currículum?

Afortunadamente, poco importan ya estas preguntas. Tras errar por anodinos thrillers de vocación psicológica (El peso del agua) y fallidos intentos de pleitesía al star system (K-19. The Widowmaker), Kathryn Bigelow no sólo ha recuperado el favor perdido de la industria, sino que ha subido un par de escalones más, consiguiendo un reconocimiento y un prestigio impensables hace unos pocos años. Es algo que, honestamente, me alegra. Igual que me emocionó el ver a uno de mis directores favoritos, ninguneado e, incluso, duramente atacado durante años, recoger un Oscar que suponía un premio a su valentía y a su obcecación por la supervivencia y la autoafirmación personal en un territorio hostil. Lo que me desconcierta, y me entristece, es, no ya que estos aplausos los esté recibiendo cuando está haciendo su cine menos interesante (lo cual no deja de ser una opinión subjetiva), sino que se sumen al carro todos aquellos que, hasta hace muy poco, despreciaban su cine o, directamente, no les parecía digno de su atención. (3)

Kill Bill Laden
La propia director de The Loveless es consciente de su privilegiada situación actual y la ha utilizado para levantar su proyecto más complejo. Un proyecto que, de manera inteligente, supone una prolongación de lo expuesto en la película que le cosechó ese mencionado privilegio, En tierra hostil. Pero si en aquel notable título Bigelow sustituía el discurso ideológico o el entramado psicológico para centrar su atención en la fisicidad de los movimientos y las acciones de los soldados, en La noche más oscura abandona el trabajo de campo para seguir con sus cámaras los movimientos de quienes, desde sus oficinas o tras la pantalla de sus ordenadores, diseñan y ordenan dichas acciones.

A Kathryn Bigelow le ha ocurrido lo que a tantos realizadores habituados a lidiar con guiones no especialmente trabajados, sublimando lo que se cuenta con un potente despliegue visual. En el momento en el que tiene entre manos un libreto más complejo de lo habitual -y el de La noche más oscura lo es, resumiendo en sus páginas una década de investigaciones en busca de Bill Landen a través de un desarrollo laberíntico, construido a base de nombres, localizaciones, operaciones y fechas- un cierto temor a estropearlo atenaza al creador, hasta el punto de rebajar su estilo personal -tendente al impacto de sus imágenes- de cara a privilegiar la supervivencia del texto. Este hecho convierte a La noche más oscura más en un trabajo de montaje que de puesta en escena, y es a través de la edición del material disponible -su ordenación, su duración, los precisos cortes para saltar de una secuencia a otra- lo que organiza el torrente de datos, dándoles una forma, un sentido y un ritmo.

Por tanto, en la última película de Bigelow no vamos a encontrarnos con ese adrenalínico pulso narrativo que se ha convertido en marca de fábrica. Esto no quiere decir que la directora californiana desaparezca completamente detrás de los diálogos del film. Como prueba irrefutable de su deslumbrante talento, recupera lo mejor de En tierra hostil, esto es, su capacidad para construir un terreno en perpetuo estado de alarma, en el que cada paso dado por los personajes es sinónimo de una constante e invisible amenaza. Una turbadora sensación de hostilidad que confiere al ritmo del film una tensión apagada pero constante que estalla en la escena del restaurante o la reunión de un agente de la CIA con una supuesta fuente de Al Qaeda.

La sombra de una duda
Sobre la figura de Maya (interpretada por una penetrante Jessica Chastain) pende la sombra de los antihéroes del cine de Kathryn Bigelow. Unos personajes que hacen de su obsesión (por un objetivo, por unos ideales, por una filosofía de vida) la razón de ser de toda su existencia, apartando de su vida todo aquello que no participa de esa obsesión. Para ellos, el fin justifica los medios y están dispuestos a todo por alcanzar aquello que desean, que creen justo y necesario, incluso la muerte. Maya fue reclutada por la CIA siendo una estudiante de instituto. Desde entonces, a lo largo de más de diez años, toda su existencia ha estado ligada a un nombre, una abstracción: Bill Laden. No sabemos si tiene familia, sí que no tiene pareja ni ninguna relación sentimental, sus únicos amigos son el personal con el que trabaja. Para Maya, su trabajo se ha convertido en una acreditación de su propio ser.

Este personaje, y su obsesión, sirve de guía al espectador a través de la alambicada construcción del film, importando no tanto lo que se dice como las consecuencias que la información tiene sobre la protagonista y su mundo. También le sirve a la directora y al guionista del film para moverse a través del controvertido tema que están tratando. A través de los ojos de Maya vemos toda una serie de situaciones propiciadas por la agencia de inteligencia norteamericana harto cuestionables -el encierro de sospechosos de terrorismo en cárceles secretas de las que nunca saldrán sin mediar juicio ninguno; la práctica de la tortura de cara a conseguir una información supuestamente esencial-. Situaciones de las que la protagonista participa, primero con recelo, después con mayor determinación.

La polémica se ha instaurado en el discurso de La noche más oscura. Una polémica que ha sido utilizada de la manera más estéril: para posicionarse a favor o en contra de la supuesta ideología planteada por el film. Precisamente, lo más interesante reside en las preguntas que le película lanza a la platea, una serie de cuestiones sumamente incómodas y que distan de poder responderse con un sí o un no: ¿hasta qué punto conservan sus derechos como ciudadanos aquellos que han demostrado un desprecio absoluto por la vida de los demás? Y su contrarréplica: ¿acaso el dejarnos llevar por nuestros instintos más viscerales no nos convierte en aquello que perseguimos e intentamos detener? ¿Podemos seguir enarbolando nuestra superioridad moral sobre aquellos que han hecho del terror y el asesinato la bandera de sus ideales cuando estamos utilizando sus mismas armas?

La noche más oscura no se centra en responder estas difíciles preguntas, situándose en una posición ambigua con lo que está contando, pero no por ello menos valiente: a medida que pasan los años y las infructuosas investigaciones, Maya convierte su obsesión en una vendetta personal. El objetivo ya no es detener los actos terroristas que tambalean los pilares de la sociedad occidental, ni siquiera el de salvar vidas, sino la venganza ante alguien/algo a quien ha sacrificado su existencia, su personalidad, lo que la hace humana (a lo largo de la investigación, centrados en un solo objetivo, se siguen sucediendo los atentados, las muertes, sin que parezca importarles nada). Las lágrimas finales de Maya no son el reflejo de lo mucho que se ha perdido en el intento; ni el recuerdo por las víctimas que han marcado el recorrido hasta ese punto: sino la constatación de que ella misma se ha convertido en una víctima: Maya sigue viva, pero a un nivel puramente material. En su interior no hay más que el vacío, y este resulta más terrorífico que cualquier objetivo a seguir en un mapa tomado por satélite.
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(1) Paul Verhoeven. Carne y sangre. Tomás Fernández Valentí. Editorial Glénat, 2001
(2) La propia Kathryn Bigelow ha afirmado: "(...) Sí, hay una resistencia específica hacia las mujeres que hacen cine; pero he decidido ignorar ese obstáculo por dos razones: no puedo cambiar mi género y me niego a dejar de hacer películas." Momentum and Design: Interview with Kathryn Bigelow, por Gavin Smith, en Film Comment, sept-oct, 1995; citado en Kathryn Bigelow. La primera dama de Hollywood, por Antonio José Navarro, Dirigidpo por 429, enero 2013
(3) Un ejemplo es el estudio dedicado a Bigelow por parte de la revista Dirigido por en su número de enero de 2013. Un dossier que no sólo llega ahora, con Bigelow convertida en un nombre importante, sino que está escrito por Antonio José Navarro, crítico que anteriormente tuvo palabras muy duras con su cine y con los admiradores de este, tildando, por ejemplo, a Los viajeros de la noche de película para snobs entre otras lindezas, encontrando ahora, curiosamente, sorprendentes recursos plásticos en ella.



2 comentarios:

manipulador de alimentos dijo...

'La noche más oscura' me ha dejado desconcertado. La peli se ve bien pero tras todo lo escuchado resulta decepcionante, dubitativa, irreal? Bigelow nos pretende convencer de un acontecimiento, basado en una gran mentira, de primera con una historia de tercer orden. Van a intentar borrar 'la gran mentira americana', con una mera demostración de fe sobre una cuestión de suerte, de meras estadísticas? Un saludo!

José M. García dijo...

Bueno, yo creo que todo eso que comentas es algo que viene externo a la película. Toda la controversia que se ha montado alrededor del film por mostrar una versión contradictoria de la oficial es algo a lo que le han sacado mucho jugo los periodistas y noticiarios pero no creo que fuera intención de Bigelow y su guionista.

Recordemos que el proyecto se inició antes de la captura y muerte de Bin Laden y que, a raíz de ese asunto, hubo que modificar el guión y la película en general.

No creo que Bigelow quiera desmontar la gran mentira americana, de ahí que decida enfocar el principal interés no tanto en la investigación como en la protagonista de esta.

Un saludo.