Japón, 1999. 78m. C.
D.: Takashi Miike P.: Hisao Maki, Fujio Matsushima & Shizuka Natsuyama G.: Hisao Maki & Saburô Takemoto, basado en el manga de Hisao Maki I.: Atsuko Sakuraba, Kenji Haga, Shinobu Kandori, Rumi Kazama
Los títulos de créditos de esta producción directa a vídeo suponen un ejemplo de la notable habilidad de Takashi Miike para sublimar los lugares comunes más codificados de los géneros en los que suele trabajar, utilizando las formas del cine de bajo presupuesto para moldear su propia mirada cinematográfica. Así, una escena que podría pertenecer a cualquier pinku eiga (el cine erótico japonés), con una pareja haciendo el amor, adquiere un nuevo nivel dramático gracias al delicado tema musical que la acompaña y a los filtros visuales utilizados por Miike que apenas dejan ver el cuerpo desnudo de la protagonista, como si quisiera frustrar las expectativas del público potencial del film.
Silver parte de los presupuestos bases del cine de acción, presentándonos a una pareja de espías -ella agente de campo que trabajó en el pasado en el FBI y es experta en artes marciales y cuyo nombre código es Silver en las misiones que él le prepara- y cuyo objetivo principal es conseguir la lista de los miembros de una organización yakuza. Pero si este punto de partida puede resultar convencional, Miike se encarga desde el principio de distorsionarlo para llevarlo al terreno de lo bizarre: como tapadera, se infiltrarán en un grupo de wrestling femenino que está de gira y que se dedica a realizar espectáculos al aire libre. Lejos de ser un mero escenario, el director de Audition utiliza los iconos del mundillo de la lucha libre para conferir a Silver un desprejuiciado tono superheróico: Silver utilizará el ajustado traje que viste para el ring en sus misiones y hará gala de las más espectaculares habilidades acrobáticas.
Takashi Miike construye la estructura de la película siguiendo la guía básica del género de espías (la contratación de Silver y su adiestramiento; la infiltración en la guarida de sus enemigos en la que será capturada y torturada; el enfrentamiento con un agente de una organización rival que busca el mismo objetivo) para ir dinamitándolo a través de una serie de ingredientes escatológicos y extravagantes en sintonía con el carácter más excéntrico de su director: la líder del clan yakuza es una aficionada al sadomasoquismo que se dedica a sodomizar a sus esbirros utilizando un pene de goma sujeto a la cintura; la contorsionista que orina en un tarro de cristal que le obligará a beber a su acompañante; el club erótico al que acuden los protagonistas en el que se exhibe a un esclavo sexual con un pene kilométrico.
Conocedor del terreno en el que se mueve, lejos de intentar ocultar los defectos y las carencias de producción, Miike se dedica a explotarlas a fondo, como si le sirvieran de carta de naturaleza, de certificado de origen. Ya en sus primeros minutos, se nos mostrará la explosión del hogar de la protagonista realizada con unos irrisorios efectos visuales digitales y, más adelante, se utilizarán unos descarados píxeles para ocultar los genitales de los actores, como si estuviéramos viendo una producción pornográfica. Y es por este camino, evidenciar el esqueleto del (sub)producto, a través del cual Miike puede trascenderlo e, incluso, convertirlo en un ejercicio experimental a través de la mixtura formal que lleva a cabo: de la fotografía desnuda y oscura del rodaje en vídeo a los filtros arty de la escena en la que los protagonistas pasean por la ciudad; del esteticismo de vídeo-clip (la escena de la tortura) a ciertos apuntes poéticos (los personajes comunicándose sin decir una sola palabra, como si tuvieran poderes telepáticos).
Incluso en sus momentos más convencionales, Silver se presenta como un desafío hacia su público objetivo: la dilatada escena de sexo que sirve de ruptura del tono imperante y que da paso a una mirada más grave y dramática, sirviendo de preámbulo del anticlimático final al más puro estilo coitus interruptus. Silver acaba resultando un título asumidamente menor que potencia su personalidad a través de la ostentación de sus costuras y una muestra ejemplar de la insobornable libertad de un creador que moviéndose por las oscuras aguas del cine de consumo de bajo presupuesto consigue legar siempre un buen puñado de inolvidables destellos creativos.
Silver parte de los presupuestos bases del cine de acción, presentándonos a una pareja de espías -ella agente de campo que trabajó en el pasado en el FBI y es experta en artes marciales y cuyo nombre código es Silver en las misiones que él le prepara- y cuyo objetivo principal es conseguir la lista de los miembros de una organización yakuza. Pero si este punto de partida puede resultar convencional, Miike se encarga desde el principio de distorsionarlo para llevarlo al terreno de lo bizarre: como tapadera, se infiltrarán en un grupo de wrestling femenino que está de gira y que se dedica a realizar espectáculos al aire libre. Lejos de ser un mero escenario, el director de Audition utiliza los iconos del mundillo de la lucha libre para conferir a Silver un desprejuiciado tono superheróico: Silver utilizará el ajustado traje que viste para el ring en sus misiones y hará gala de las más espectaculares habilidades acrobáticas.
Takashi Miike construye la estructura de la película siguiendo la guía básica del género de espías (la contratación de Silver y su adiestramiento; la infiltración en la guarida de sus enemigos en la que será capturada y torturada; el enfrentamiento con un agente de una organización rival que busca el mismo objetivo) para ir dinamitándolo a través de una serie de ingredientes escatológicos y extravagantes en sintonía con el carácter más excéntrico de su director: la líder del clan yakuza es una aficionada al sadomasoquismo que se dedica a sodomizar a sus esbirros utilizando un pene de goma sujeto a la cintura; la contorsionista que orina en un tarro de cristal que le obligará a beber a su acompañante; el club erótico al que acuden los protagonistas en el que se exhibe a un esclavo sexual con un pene kilométrico.
Conocedor del terreno en el que se mueve, lejos de intentar ocultar los defectos y las carencias de producción, Miike se dedica a explotarlas a fondo, como si le sirvieran de carta de naturaleza, de certificado de origen. Ya en sus primeros minutos, se nos mostrará la explosión del hogar de la protagonista realizada con unos irrisorios efectos visuales digitales y, más adelante, se utilizarán unos descarados píxeles para ocultar los genitales de los actores, como si estuviéramos viendo una producción pornográfica. Y es por este camino, evidenciar el esqueleto del (sub)producto, a través del cual Miike puede trascenderlo e, incluso, convertirlo en un ejercicio experimental a través de la mixtura formal que lleva a cabo: de la fotografía desnuda y oscura del rodaje en vídeo a los filtros arty de la escena en la que los protagonistas pasean por la ciudad; del esteticismo de vídeo-clip (la escena de la tortura) a ciertos apuntes poéticos (los personajes comunicándose sin decir una sola palabra, como si tuvieran poderes telepáticos).
Incluso en sus momentos más convencionales, Silver se presenta como un desafío hacia su público objetivo: la dilatada escena de sexo que sirve de ruptura del tono imperante y que da paso a una mirada más grave y dramática, sirviendo de preámbulo del anticlimático final al más puro estilo coitus interruptus. Silver acaba resultando un título asumidamente menor que potencia su personalidad a través de la ostentación de sus costuras y una muestra ejemplar de la insobornable libertad de un creador que moviéndose por las oscuras aguas del cine de consumo de bajo presupuesto consigue legar siempre un buen puñado de inolvidables destellos creativos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario