Corea del Sur, 2010. 141m. C.
D.: Kim Jee-woon P.: Jo Seong-weon G.: Park Hoon-jung I.: Lee Byung-huh, Choi Min-sik, Jeon Gook-hwan, Jeon Ho-jin
Un travelling nos muestra el camino que separa el alma de un hombre destrozado -inundado en la pena causada por haber perdido lo único que le permitía mantenerse en pie, que le daba un sentido a su existencia diaria- del vacío insondable que, poco a poco, se va llenando de un sentimiento de rabia que le sirve de sustitución de lo que más anhela pero que ya es inalcanzable. En Encontré al diablo, el movimiento de cámara sirve tanto para seguir los avances físicos de sus protagonistas como para ejemplificar los vaivenes morales de los mismos. Así, será otro travelling el que conecte, para siempre, al vengador de su objetivo: el inspector Kim Soo-hyeon investiga a sus posibles víctimas en la anónima habitación de un hotel. La cámara se sitúa en el exterior, viéndole a través de las ventanas. La cámara se mueve, pasando a enseñar el cielo nocturno de la ciudad de Seúl para, a continuación, descender en una zona rural donde el atroz asesino en serie, Kyung-chul secuestra a otra mujer sola, para violarla, matarla y descuartizarla.
Esta conexión nos aporta dos datos adicionales: se establece un vínculo entre los monstruosos actos de Kyung-chul y las acciones de Kin Soo-hyeon quien, en su obsesión por hacerle pagar por haber asesinado a su prometida estando ésta embarazada, cruzará la línea que le separa de su némesis, embarcándose en una espiral de violencia, brutalidad y sadismo que le convierte en un reflejo del serial-killer al que persigue. Encontré al diablo supone, en este sentido, un apéndice a la también coreana "trilogía de la venganza" de Park Chan-wook (de la que recupera al actor protagonista de Old Boy y secundario en Sympathy for Lady Vengeance, en un papel que puede considerarse el reverso negativo de la primera).
Al igual que en los títulos citados (a los que habría que añadir la fundacional Sympathy for Mr. Vengeance), el ejercicio de la venganza se define como un acto vinculante entre dos sujetos (el vengador y su víctima) cuyo fin supone la pérdida recíproca de su condición humana. La estructura de Encontré al diablo establece un juego del gato y el ratón entre los dos protagonistas en el que los roles de cazador y presa se intercambian constantemente en una persecución hacia lo absurdo regada por un cúmulo de víctimas colaterales, cuyas muertes son producto tanto directo de Kyung-chul (la mano ejecutora) como indirecto de Kim Soon-hyeon (quien en su obsesión por castigar al asesino le deja libre para perpetuar su sufrimiento).
El segundo dato que mencionaba líneas arriba establece una mirada fantástica a un film cuyo ingredientes son estrictamente realistas. Encontré al diablo hace gala de un formalismo visual que construye una atmósfera irreal que aporta coherencia a los, a menudo absurdos, movimientos de sus personajes. El director de Dos hermanas establece un espacio obsesivo y vicioso que parece el producto del torturado punto de vista de sus dos protagonistas: a lo largo de su itinerario sanguinoliento, Kyung-chul se encuentra con todo tipo de "compañeros de profesión" -los asesinos del taxi o el amigo que prepara suculentos platos con la carne de sus víctimas-, como si su condición casi mítica de psycho-killer le permitiera ver un mundo paralelo que le está vetado al resto de las personajes hasta que se topan bruscamente con él y es demasiado tarde.
Kim Jee-woon combina su pulso esteticista (que explota en algunos planos de gran virtuosismo: los giros de 360º que retratan la lucha dentro del taxi entre Kyung-chul y sus agresores) con el retrato de un universo sórdido, cruento y despiadado (los brutales enfrentamientos entre los protagonistas o los crímenes de los psicópatas hacen gala de una marcada fisicidad que convierte el metraje de Encontré al diablo en un catálogo de atrocidades que hace del gore el motor de la obsesión de sus protagonistas). Esta dicotomía en la puesta en escena parece reflejar tanto la distorsionada visión de la realidad de los personajes como las aterradoras consecuencias de sus actos.
De todo lo dicho, el lector se dará cuenta de que Encontré al diablo supone un film inevitablemente nihilista protagonizado por unas criaturas que intentan llenar de manera efímera el gran vacío que crece en su interior. A lo largo de todo el metraje, sólo en tres ocasiones mostrará Kim Soo-hyeon sus sentimientos. Las dos primeras al principio del film -cuando habla por última vez con su prometida y le canta por teléfono y en el posterior entierro de la misma- y en el plano que la concluye: un nuevo travelling le sigue frontalmente cuando, una vez satisfecha su obsesión de venganza, vuelve a una realidad que no pisaba desde el principio. La cámara se aleja, dejándole solo en medio de la carretera, deshecho en su dolor, consciente por primera vez que su némesis era el único ancla que le sostenía a la vida: un monstruo al que perseguir. Ahora ya no le queda más remedio que enfrentarse al único monstruo que queda: él mismo.
Esta conexión nos aporta dos datos adicionales: se establece un vínculo entre los monstruosos actos de Kyung-chul y las acciones de Kin Soo-hyeon quien, en su obsesión por hacerle pagar por haber asesinado a su prometida estando ésta embarazada, cruzará la línea que le separa de su némesis, embarcándose en una espiral de violencia, brutalidad y sadismo que le convierte en un reflejo del serial-killer al que persigue. Encontré al diablo supone, en este sentido, un apéndice a la también coreana "trilogía de la venganza" de Park Chan-wook (de la que recupera al actor protagonista de Old Boy y secundario en Sympathy for Lady Vengeance, en un papel que puede considerarse el reverso negativo de la primera).
Al igual que en los títulos citados (a los que habría que añadir la fundacional Sympathy for Mr. Vengeance), el ejercicio de la venganza se define como un acto vinculante entre dos sujetos (el vengador y su víctima) cuyo fin supone la pérdida recíproca de su condición humana. La estructura de Encontré al diablo establece un juego del gato y el ratón entre los dos protagonistas en el que los roles de cazador y presa se intercambian constantemente en una persecución hacia lo absurdo regada por un cúmulo de víctimas colaterales, cuyas muertes son producto tanto directo de Kyung-chul (la mano ejecutora) como indirecto de Kim Soon-hyeon (quien en su obsesión por castigar al asesino le deja libre para perpetuar su sufrimiento).
El segundo dato que mencionaba líneas arriba establece una mirada fantástica a un film cuyo ingredientes son estrictamente realistas. Encontré al diablo hace gala de un formalismo visual que construye una atmósfera irreal que aporta coherencia a los, a menudo absurdos, movimientos de sus personajes. El director de Dos hermanas establece un espacio obsesivo y vicioso que parece el producto del torturado punto de vista de sus dos protagonistas: a lo largo de su itinerario sanguinoliento, Kyung-chul se encuentra con todo tipo de "compañeros de profesión" -los asesinos del taxi o el amigo que prepara suculentos platos con la carne de sus víctimas-, como si su condición casi mítica de psycho-killer le permitiera ver un mundo paralelo que le está vetado al resto de las personajes hasta que se topan bruscamente con él y es demasiado tarde.
Kim Jee-woon combina su pulso esteticista (que explota en algunos planos de gran virtuosismo: los giros de 360º que retratan la lucha dentro del taxi entre Kyung-chul y sus agresores) con el retrato de un universo sórdido, cruento y despiadado (los brutales enfrentamientos entre los protagonistas o los crímenes de los psicópatas hacen gala de una marcada fisicidad que convierte el metraje de Encontré al diablo en un catálogo de atrocidades que hace del gore el motor de la obsesión de sus protagonistas). Esta dicotomía en la puesta en escena parece reflejar tanto la distorsionada visión de la realidad de los personajes como las aterradoras consecuencias de sus actos.
De todo lo dicho, el lector se dará cuenta de que Encontré al diablo supone un film inevitablemente nihilista protagonizado por unas criaturas que intentan llenar de manera efímera el gran vacío que crece en su interior. A lo largo de todo el metraje, sólo en tres ocasiones mostrará Kim Soo-hyeon sus sentimientos. Las dos primeras al principio del film -cuando habla por última vez con su prometida y le canta por teléfono y en el posterior entierro de la misma- y en el plano que la concluye: un nuevo travelling le sigue frontalmente cuando, una vez satisfecha su obsesión de venganza, vuelve a una realidad que no pisaba desde el principio. La cámara se aleja, dejándole solo en medio de la carretera, deshecho en su dolor, consciente por primera vez que su némesis era el único ancla que le sostenía a la vida: un monstruo al que perseguir. Ahora ya no le queda más remedio que enfrentarse al único monstruo que queda: él mismo.
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